Pasaron treinta años y el pelo se volvió canoso, mientras transcurrían muchos gobiernos y otras tantas crisis partidarias. Pero los “muchachos” de Alfonsín, aquellos jóvenes dirigentes que acompañaron al primer presidente de la democracia restaurada, parecen atravesar por una segunda juventud, pelean por cargos y espacios mientras sus virtudes y trayectorias vuelven a ser apreciadas dentro del siempre intrincado mundo del radicalismo.
Jesús Rodríguez, Enrique “Coti” Nosiglia, Facundo Suárez Lastra y Federico Storani son sólo algunos de los radicales integrantes de la ya célebre Junta Coordinadora que “volvieron” luego de ostracismos largos y profundos, para asumir cargos o aspirar a ellos, dentro o fuera del partido. A estos “regresos con gloria” podría sumárseles Rafael Pascual, que 16 años después de dar la cara por el gobierno de Fernando de la Rúa en la cámara de Diputados ocupa un asiento como delegado al Comité Nacional y también Leopoldo Moreau, aunque éste prefirió seguir un camino distinto y retornar a la cámara baja, pero como integrante del bloque kirchnerista que tiene a Cristina Kirchner como su líder indiscutida.
Los perfiles de los “resucitados” son bien distintos. De perfil académico y corrido por decisión propia de candidaturas y cargos en el Ejecutivo, el exministro de Economía y diputado Rodríguez fue el “cerebro” de la candidatura presidencial de Ernesto Sanz, hace dos años, y trabaja en las sombras para que la UCR porteña vuelva a estar alineada con el gobierno de Cambiemos. A los 62, y mientras ocupa un asiento en la Auditoría General de la Nación, Jesús tiene como compañero de ruta a Suárez Lastra, el exintendente porteño que parecía condenado a su rol de fogoso panelista televisivo hasta que ocurrieron dos cosas: al Gobierno le interesó tener su “pata radical porteña” y él logró un lugar en la lista de diputados nacionales. “Facundito” es, desde el 10 de diciembre y a los 64, diputado nacional por Cambiemos.
Dentro del radicalismo, pero en veredas opuestas a ellos está el incombustible “Coti” Nosiglia. Después de ser ministro del Interior en el anochecer del alfonsinismo, Nosiglia prefirió no ocupar cargos públicos y construir más poder desde el partido. Sus “tentáculos” llegan, según sostienen quienes no lo quieren y aún a sus 68 años, a la Justicia, los servicios de inteligencia, el Congreso y PAMI, entre otras reparticiones públicas. Elisa Carrió lo detesta casi tanto como a su flamante socio en la UCR porteña, el binguero y presidente de Boca Juniors Daniel Angelici. Tocado por el “ninguneo” del presidente Mauricio Macri y al igual que Pascual, Nosiglia consiguió en su acuerdo con el “Tano” ser delegado al Comité Nacional para las elecciones internas del viernes que viene, cuando bien pudo delegar esa tarea en alguno de los jóvenes de la UCR porteña que le reconocen su liderazgo. En las últimas semanas, su viejo amigo Macri parece haber vuelto sobre sus pasos y le habría perdonado haber apoyado a Martín Lousteau en las últimas elecciones.
Varias tormentas personales y políticas después, Storani también está de vuelta. Ante el vacío que dejó la debacle de Ricardo Alfonsín en territorio bonaerense, el antiguo líder de la Corriente de Opinión Nacional (CON) se anotó como delegado al Comité Nacional por la provincia para el viernes y hasta fue tentado por “Coti” para presidir al partido o ser, en su defecto, el nuevo secretario general. Ministro del Interior de la Alianza y varias veces diputado, “Freddy” está con ganas a los 67 y quiere el cargo sólo si hay absoluto consenso y aunque sus chances son inciertas, volvió a estar en la discusión grande.
¿Cómo se explican estos regresos al centenario partido? “Son un ejemplo de resistencia, de resiliencia, no se fueron al kirchnerismo ni se dejaron comprar”, los defiende una militante radical de treinta años y 24 horas al día de militancia, que también recuerda que en la UCR hay jóvenes como la recientemente electa diputada nacional Josefina Mendoza (25 años), o la nueva titular de la Juventud Radical, Luciana Rached.
Los muchachos de Raúl están de vuelta, tres décadas después. Sienten, en todos los casos, que aún les queda resto para hacerse oír en las grandes ligas de la política.

Por Jaime Rosemberg, para La Nación