Poncio Pilatos pasó a la historia como el juez injusto. Sabía que Jesús era inocente y sin embargo, no tuvo el coraje de proceder en consecuencia. No resistió a la presión de los que podían hacerle perder su cargo, sus privilegios, su comodidad, su patrimonio. No hizo justicia.

Hubo personas singulares de nuestra historia que tenían la virtud de la Justicia como una condición imprescindible para lograr el bien y evitar el mal. Estos prohombres le otorgaban un papel directo con el bienestar de la sociedad, la familia, la política.

Los argentinos de hoy estamos asistiendo al hecho de que jueces y fiscales se estén convirtiendo en estrellas de los medios. Y uno se pregunta: ¿no deberían estar en sus despachos, sin tiempo que perder, para que hagan justicia cuanto antes? Séneca decía: "Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”.

Escuchamos estupefactos a los políticos acusados de corrupción decir "estos están robando más” o "me voy a cansar y voy a mostrar las cuentas”. ¿No sería mejor afirmar "soy inocente y lo voy a demostrar en la Justicia”?

Estos se lavan la cara con cemento. Y los jueces acomodan las velas de la "justicia” según de dónde prevean que va a soplar el viento. Es deprimente y escalofriante. "Hacer depender la Justicia de conveniencias humanas es destruir la moral”, decía Cicerón.

En estos días el Parlamento va a decidir si uno de sus miembros va a ser destituido por "inhabilidad” moral o directamente expulsado. Es vomitivo ampararse en los fueros y es injusta la tardanza en hacer justicia. ¡La Justicia! Hace muchos años, en una redacción, un tipógrafo cometió un error. Puso "Joder Judicial” en lugar de Poder Judicial. Cuando lo advirtió, el diario ya estaba en la calle. Desesperado, fue a ver al editor y este le dijo: "No te preocupes, hay erratas que mejoran el texto”. Eso.