Octavio Gutiérrez, un leal y empecinado luchador

martes, 25 de julio de 2017 00:00
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Eso fue el vicegobernador de la provincia, Octavio Gutiérrez, un tenaz y casi porfiado defensor de sus metas y objetivos, tanto en lo político como en la vida cotidiana o en el deporte, donde también incursionara entusiastamente.

Octavio no hacía nada "por las dudas...”, ni "por si sale...”, siempre aspiraba al triunfo o la definición exitosa de las empresas que emprendía. Como en los albores de la democracia, desde octubre de 1983, convirtiéndose en el máximo sostén de su madre, doña Elsa Camisay, cuando ésta resultara electa intendenta de su pueblo, Aconquija.

Su vocación por las causas populares y su inquebrantable pertenencia justicialista lo llevaron después a ser diputado provincial, intendente de su amada tierra de "Las Estancias”, senador provincial por Andalgalá y presidente del PJ en aquel departamento, hasta que el destino lo unió a la fulgurante aparición política de Lucía Corpacci, a la que acompañó primero como un simple militante, luego como secretario de la Vivienda y más tarde con la honra de secundarla desde la Vicegobernación de la provincia.

Su vida registra jalones de notoriedad francamente encomiables, siempre relacionados a las épicas de la lealtad y el esfuerzo, como cuando mostrando la voluntad y la fortaleza de un potro asumió el desafío encomendado por Lucía de recuperar para el peronismo las principales representaciones institucionales en el departamento Ancasti.
 
Allí fue y se instaló Octavio hasta lograr que, después de más de 24 años, dos hombres del justicialismo pasaran a ejercer las funciones de senador provincial e intendente de todos los ancasteños.

Igualmente, supo llegar como prenda de unidad y componedor de divergencias entre "compañeros” de las distintas jurisdicciones provinciales. Y desde su bastión en Aconquija, fue en varias ocasiones el garante de un triunfo peronista en todo el departamento Andalgalá.

Temeroso de los vuelos, no viajaba en avión, con lo cual se veía obligado a compartir con sus "compañeros” choferes (nunca antepuso su rol de "jefe”) los largos viajes hacia y desde Buenos Aires, por ejemplo, o el trajinar inagotable hasta el último palmo de la geografía catamarqueña, a la que conocía de punta a punta.

Sin títulos de grado, ni habiendo transitado por universidades u otros ilustrados cenáculos, Octavio estaba dotado de la sensibilidad y el orgullo propios de los catamarqueños de tierra adentro y del sentido del respeto y la solidaridad que caracterizan a los seguidores de Perón y Evita, adornado, a la vez, de un proverbial y equilibrado principio de la autoridad.

Generoso para los afectos, dejó una heredad maravillosa, que en los puntales de Horacio y Cristian, sus hijos mayores, ya previno la continuidad de la invencible dinastía de los Gutiérrez en Aconquija.

Seguramente le quedaron muchas metas por cumplir, como la de ver al Unión Aconquija de sus amores en un escalón más arriba del fútbol nacional, aunque desde donde esté seguirá -empecinado como siempre- alentando por un nuevo triunfo del "Estanciero”.

Una gran pérdida con la muerte de Octavio Gutiérrez, con quien se va no sólo un dignatario provincial, sino un hombre comprometido con sus principios y las demandas de los que menos tienen, desde la fuerza que le daban sus genuinas convicciones, sin necesidad de las agachadas ni las traiciones de los oportunistas y aventureros. Que en paz descanse.
 
 
Víctor "Paco” Uriarte

Publicado en CatamarcActual

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