Desde la bancada periodística

Una carta del papa y una explicación necesaria

sábado, 24 de febrero de 2018 00:00
sábado, 24 de febrero de 2018 00:00

En Argentina, la tierra del papa Francisco, una importante cantidad de personas –incluso personas comprometidas con la fe y el Evangelio- expresa cada día más su preocupación por lo que escuchan en los medios de comunicación acerca de la carta que el papa Francisco le envió a Hebe de Bonafini, la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. 
No es para menos. En las principales radios del país, en las editoriales y opiniones de los diarios nacionales y provinciales se escuchan y se leen frases como las siguientes: “El papa es el jefe de la oposición”, “El papa se ha sectorizado”, “El papa es peronista”. Y están los periodistas que preguntan, con ironía, si ahora la Iglesia “participará” de la marcha de protesta contra el Gobierno del presidente Mauricio Macri que está organizando el sindicalista Hugo Moyano para el miércoles próximo. 
La (des)calificación del papa como “jefe de la oposición” es la misma frase que años atrás le aplicaban a Bergoglio, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Horacio Verbitsky y varios de los entonces funcionarios y militantes del gobierno kirchnerista, algunos de los cuales hoy están detenidos o procesados sospechados de presunta corrupción. 
Pero ahora son periodistas y comunicadores (sobre todo los que tienen una coincidencia político-ideológica con el actual Gobierno) los que están señalando que Bergoglio es “el jefe de la oposición”; oposición al gobierno de Macri -se entiende-, cuando, en realidad, la oposición a Macri son los kirchneristas –entre otros-, los mismos que decían que Bergoglio era su principal opositor. 
Suele ocurrir con toda mirada ideológica de la realidad que, por izquierda y por derecha, sus extremos terminan coincidiendo. Un buen ejemplo de esto nos lo dan el capitalismo y el marxismo que terminaron coincidiendo en su principal preocupación: el dinero, en lugar de la persona. 
Por eso es entendible que haya confusión en Argentina respecto de algunas de las actitudes del Papa, sobre todo las que se derivan de su agenda privada y a las cuales nos “asomamos” por lo que otros (políticos, sindicalistas, dirigentes sociales y periodistas) dicen, informan o muestran de sus experiencias personales y privadas con Francisco. Vale no perder de vista en este punto, sobre todo los que tenemos fe, que la confusión es una de las principales armas del maligno. 
Casi todos, en Argentina, saben quién es Hebe de Bonafini: una mujer mayor, que por diversas circunstancias de la vida ha padecido lo peor que le puede suceder a una mujer que es madre: que le maten a un hijo o a una hija. A Hebe de Bonafini le secuestraron y le asesinaron dos hijos. 
En el medio de esta tragedia (a la par de la tragedia de la Argentina) esta mujer fundó Madres de Plaza de Mayo con el objetivo de reclamar lo que toda madre, en su lugar, buscaría: encontrar a sus hijos. Nunca lo logró. Y su vida, como la de tantas otras quedó marcada para siempre por ese dolor. ¿Cómo juzgar a una persona que ha padecido eso? ¿Qué haría el propio Jesús ante una persona con una cruz semejante? 
A los “normales” se nos hace difícil actuar como Jesús. Incluso a los cristianos. Si nos encontráramos con Hebe de Bonafini no saldría automáticamente el reclamo de que no use al papa; el reclamo de que en lugar de dividir al país contribuya para unir a los argentinos; y hasta alguno sucumbiría a la tentación de reclamarle por la ideología de sus hijos desaparecidos. 
Siempre estamos más preparados para juzgar a los otros que para amar y comprender. Es por estas tentaciones y tendencias que en esta época de Cuaresma la liturgia reitera varias veces la frase del Señor “misericordia quiero y no sacrificio” (Mateo 12,7). Con “misericordia quiero y no sacrificio”, Jesús nos pide amor y perdón en serio, no sólo rito vacío para la autorreferencialidad. 
El papa Francisco, que actúa siempre con un ojo en el Evangelio escrito y el otro en el Evangelio encarnado, busca esto con Hebe de Bonafini. Incluso hasta asumir el riesgo del Buen Pastor que deja las 99 ovejas del rebaño para ir en busca de la oveja perdida. Resulta conmovedor leer el pasaje del Evangelio de San Lucas (12,1-7) y trazar un paralelismo con esta actitud del papa que los medios de comunicación y los más importantes periodistas de la Argentina califican como una “jugada política”. 
Por las dudas, la resumo aquí: “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las 99 en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por 99 justos que no necesitan convertirse». 
No podemos saber si el proceso que abrió el papa terminará o no en la conversión de Hebe de Bonafini. Pero sí sabemos, lamentablemente, que nadie en Argentina ha expresado esa “alegría celestial” de la que habla Jesús ante la posibilidad de una conversión. Casi todos los comunicadores han pasado por alto el detalle de que Hebe de Bonafini le pidió perdón a Francisco. Y sabemos los cristianos, o deberíamos saberlo, que el perdón siempre abre caminos. 
Sí sabemos, porque también somos muy distintos de Dios en eso de que Él se olvida de nuestras ofensas, que Hebe de Bonafini hizo de su dolor de madre un gran resentimiento social y que desde ese resentimiento maltrató a toda aquella persona o institución que no respondía a su propia concepción de la realidad. Así fue que escuchamos y padecimos sus diatribas (incluso contra la Iglesia y contra el propio Bergoglio). Diatribas que en los últimos 30 años los políticos de turno (y algunos medios de comunicación) usaron para sus propios intereses, a veces ponderándola como el gran ejemplo indiscutido que no es, o como la gran culpable de todos los males argentinos que tampoco es. 
Para Jorge Bergoglio, para el papa Francisco, Hebe de Bonafini es, en primer lugar, una madre a la que le asesinaron dos hijos. Y eso determina a Bergoglio. Cualquier persona doliente “le puede” al papa -como dirían hoy los más jóvenes-. Nos lo dice siempre el padre Ángel Rossi, uno de los que más lo conoce. 
Por eso Francisco comete la “imprudencia” del Buen Pastor, que deja las 99 ovejas del rebaño para ir en busca de la perdida. A nosotros, en cambio, nos sale preguntarnos: “¿Cómo va a recibir a esa mujer? ¿Cómo va a dejar que lo use de esa manera? ¿Cómo no piensa en el escándalo que provocará?”. 
Somos como el hermano mayor de la parábola del Hijo pródigo (cfr. Lc. 15,11-23). El que se enoja con el padre y le recrimina su gesto de misericordia y de alegría para con el hijo que se gastó todo y que seguramente lo va a volver a engañar. El hijo mayor que está seguro de haber sido siempre fiel, de no haber pecado nunca, no hace más que engañarse a sí mismo con el argumento de estar protegiendo al padre. 
Hay mucho de Evangelio en la vida de Bergoglio-Francisco, sólo que nos cuesta verlo. Porque quienes nos cuentan las noticias sobre el papa (la mayoría surgidas de quienes lo quieren utilizar) no conocen el Evangelio. No estarían obligados a conocerlo si no hablaran y analizaran a alguien que es, por sobre todas las cosas, un hombre religioso que vive del Evangelio y al que le preocupa más el Evangelio y el prójimo que su propia imagen y “liderazgo”. 
Por eso lo miran a Bergoglio como una materia más de las que están acostumbrados a examinar todos los días: presidentes, diputados, ministros, jueces. Por eso nos dicen y machacan con que Bergoglio “es peronista”. Eso les simplifica el trabajo. Ellos saben que “los peronistas son y actúan así”. Entonces le adjudican a Bergoglio todas las mañas de la dirigencia peronista. Y acomodan todo lo que hace o dice el papa en relación con la Argentina -incluso lo que no dice ni hace él sino otros- a esa mirada de la realidad. 
Por eso es que tenemos que redoblar el esfuerzo en estos tiempos complicados: tratar de descubrir cuánto de Evangelio hay en cada gesto y cada palabra de Francisco que te cuentan los que no lo quieren. Busquemos la verdad en serio. No el pensamiento periodístico formateado. Así entenderemos que en la famosa carta a Hebe de Bonafini, que filtró Bonafini, el papa no la compara a ella con Jesús, sino que la consuela en su situación de calumniada (a la que Bonafini aludió en la carta que ella le había enviado), con el argumento pastoral de que también a Jesús lo calumniaron. Sin mala intención de por medio, resulta obvio que la alusión del papa a Jesús es para todo aquel que se siente calumniado, no sólo para Hebe de Bonafini. 
Por último, también hay que decir que ya no hay vuelta atrás con este desafío. Los que no lo quieren al papa seguirán con la cantinela del “papa peronista” para descalificarlo. Colaboran -sin saberlo- con otro paralelismo bíblico que explica y explicará de manera dramática la relación de Francisco con la Argentina: “Nadie es profeta en su tierra” (Mc. 6,4). 
No se dan cuenta, pero los periodistas y las corporaciones mediáticas anti Francisco son instrumentos de un mal que busca convencer de que el papa no es creíble, no es confiable, cuando su mensaje de profundo humanismo, de paz, de solidaridad y de respeto a la creación es uno de los pocos que hoy resuena y se valora en el resto del mundo. Resulta paradójico, pero el problema de este sector es mesiánico, cuando lo que más suele achacársele a la Iglesia es creer en el Mesías: periodistas y corporaciones querían un papa que sea como un “mesías” para la Argentina. Un papa que mejore ¡por fin! este país. Y como no lo hace (porque no es su misión principal) es el gran culpable. Nuestro gran chivo expiatorio. 
Puede ser triste la situación, pero no del todo mala para la Iglesia que peregrina en Argentina. Al final, con “nuestro” papa estamos como ante el Evangelio que nos interpela y nos exige respuestas que están alejadas de la tentación de sentirnos aceptados, elogiados y reconfortados con nosotros mismos. 

Javier Cámara
Periodista de Radio María Argentina 

Comentarios

5/3/2018 | 22:15
#149006
Si Usted se atreve a afirmar que Cristo es tontito por perdonar a la adùltera y no ordenar matarla,pues està indicando que se cree màs que Dios y condena su proceder.Si agrega que Cristo se equivoca por ordenar predicar el evangelio a toda creatura y que todo hombre se salva del infierno por recta intención o seguir a su conciencia,vuelve a contradecir a Dios.Si agrega que los sodomitas son hermanos y que no se les debe juzgar,pues està sosteniendo que Dios se equivocò al juzgarlos y condenarlos.Eso es otro evangelio,es otra fe,no ya en Dios sino en el legislador Francisco I,màximo demonio encaramado en la silla papal de la Iglesia católica.

Otras Noticias