A Telón Abierto

martes, 23 de mayo de 2017 00:00
martes, 23 de mayo de 2017 00:00
Cuando Abel Pintos confirmó el pasado jueves su presencia en el Poncho 2017, estallaron las redes sociales. Lo hizo en su cuenta oficial de Facebook, donde tiene más de tres millones de seguidores, anunciando además que en el mes de julio se presentará el 9 en Dolores (Buenos Aires), el 27 en Salta y el 29 en Santiago del Estero. Ungido por la voluntad popular como el artista más convocante del país, la figura de Pintos representa una enorme atracción en todo festival que, hoy por hoy, se lleve a cabo en el país. Y en tal sentido, en Catamarca se hizo sentir la "Abelmanía” al momento que se conoció su presencia en el Poncho de las Bodas de Oro, constituyéndose sin lugar a dudas en uno de los principales atractivos de la fiesta que concretará entre el 14 y 23 de julio en el Predio Ferial, durante las vacaciones de invierno. 
 
 

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  Mañana se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Atahualpa Yupanqui (seudónimo artístico de Héctor Roberto Chavero), hecho ocurrido un 23 de mayo de 1992. Había nacido el 31 de enero de 1908. En tal sentido, y a modo de homenaje a Don Ata, muchos fueron los referentes del espectáculo nacional que opinaron sobre sus valores a través de distintos medios de comunicación. En esta entrega, nos hacemos eco de esas opiniones, por todo lo que representa la figura de Yupanqui para la música argentina, de manera especial para el folclore. El Chaqueño Palavecino dijo: "Atahualpa ha sido un antes y un después para el folclore argentino. Alguien que por estar en el exilio llevó la música de nuestro país al mundo entero. Un hombre que hizo las cosas justas, con la cadencia y la métrica, con la poesía y la pluma, y con su gran sentido de la melodía, que parecía tan sencillo pero en realidad era tan difícil. Eso es Atahualpa, que además sigue presente en todos nosotros. El año pasado hice un disco en homenaje a él, ‘De criollo a criollo’, con mi estilo, y el bagaje cancionero que nos legó no me va a dejar de sorprender nunca. Es muy fuerte. Ojalá todos los músicos veamos la forma de agarrar algo de su obra y recrearla, para que la escuchen los que vienen atrás y para que todos sepan quién fue Atahualpa. Porque acá nos olvidamos pronto de todo, pero a Atahualpa se lo sigue extrañando. Es un hombre que va a perdurar por siempre en la historia”.

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  Por su parte, Teresa Parodi expresó sobre Yupanqui: "Fundó desde su guitarra un sonido tremendamente argentino y un modo de componer que es reconocible a la primera nota. La obra que nos dejó es extraordinaria, especialmente por esa forma de tirar líneas melódicas como puentes para atravesar el alma. Es imposible no emocionarse ante su obra. No hay que hablar de él en tiempo pasado, porque su figura gravitará para siempre en la música popular argentina. Fue alguien que nació para siempre y que vive provocándonos reflexiones”.
 

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   A su vez, Jaime Torres también se pronunció sobre Yupanqui: "Ha sido un formador, su tarea fue muy didáctica. Estamos hablando de un hombre capaz, talentoso, inteligente y muy observador. Sólo hay que escuchar las zambas que le dedicó a Tucumán, esa tierra que tanto amó, llenas de sabiduría y belleza. Siempre decía que cada vez que subía a un escenario, no actuaba: representaba algo, un lugar. Uno podía estar horas charlando con él. Siempre tengo presente su amor por la libertad y el respeto que imprimía. A veces, si había un bullicio en un concierto suyo, decía ‘Si estoy molestando me retiro, eh’. Era un viejo bandido”.


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    Un referente del rock nacional, Litto Nebbia, señaló: "El primer detalle histórico afectivo que tengo sobre Atahualpa es que, durante épocas de juventud y bohemia, vivía con mi padre, Félix, en una pensión del barrio de Pichincha, Rosario. Según me contaron, muchas veces mi padre y él compartían algo de fiambre y unos mates. Era una costumbre de la época que muchos artistas eligieran un seudónimo artístico para presentarse en vivo y grabar discos; mi padre usaba el de Félix Ocampo como cantor melódico. A  Héctor Chavero no le sonaba con fuerza, así que juntos comenzaron a buscar algo distinto en el diccionario. Mi padre recordó el nombre de un mitológico cacique, y de ahí surgió Don Atahualpa Yupanqui. En 1985, me encontré con Yupanqui con motivo de la entrega de los premios Kones; me senté junto a él para una foto que nos tomaron, él sabía que yo era hijo de Félix. De pronto, siempre mirando hacia adelante, dijo: ‘Tu padre era muy buen hombre, siempre anda preocupado por la violencia en el mundo’. Para mí, en lo musical, en lo poético e interpretativo, Yupanqui es un faro, al igual que Astor Piazzolla o el Gordo Troilo. Creo que su obra no tiene límites generacionales  ni de géneros. Es un arte puro que nos representa, nos dignifica y nos señala un camino”.

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  A su turno, Mariana Baraj manifestó: "Su obra tiene una profundidad y una vigencia que lo convierten en un indiscutido referente. Es uno de los grandes faros de nuestra música. Su trabajo permite diferentes lecturas; por eso existen versiones tan diversas de sus canciones, de artistas tan diferentes entre sí y con búsquedas estéticas tan disímiles. Además, Atahualpa nos dio la posibilidad de llevar nuestra música a lugares lejanos. Ha sido un gran embajador alrededor del mundo, especialmente en Japón, donde ha sido muy bien recibido. Creo que eso fue posible por la manera en la que Yupanqui abordaba su obra, tan conectada con elementos como el silencio, que está muy presente en todo su trabajo”.

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