La aparición en aguas del río Chubut de un cuerpo sin vida, que no sería otro que el de Santiago Maldonado, frenó a la política. En todos los rincones de la Patria, en forma especial en los grandes centros urbanos, los candidatos se llamaron a silencio y, de golpe, se terminó la campaña, cuyo final estaba previsto para las 8 de hoy. Sin embargo, resulta inevitable eludir los pormenores de una elección que, en nuestra provincia, se prevé tranquila, sin incidentes y con resultados, conforme a las categorías, imprevisibles. En ese marco, Ancasti, un reducto humilde y de pocos electores, por circunstancias del destino, será una de las vedetes del domingo electoral.
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Es que en las serranías donde nació Ramón S. Castillo –vicepresidente que, por la muerte de Ortiz, ejerció la presidencia de Argentina- se produjeron el pasado domingo acontecimientos impensados. Nadie, ni siquiera los más acérrimos adherentes, pensaron en un triunfo del Frente Cívico, que había caído en las PASO por cifras aplastantes. Para que ello ocurriera, como lo dijimos en su momento, la interna peronista fue decisiva. El concejal Roberto Arroyo, que pretendía ser senador o intendente, reconoció que existieron diferencias insalvables con el senador Contreras y la candidata Nancy Córdoba, las que llevaron a que los resultados fueran adversos. Un ejemplo que respalda sus palabras se dio en La Majada, donde reside. Allí, casi todos los votos favorecieron a Rodolfo Santillán, el beneficiado de la interna ajena.
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A confesión de parte, la dirigencia del Frente Justicialista para la Victoria convenció a Arroyo de que trabajara codo a codo con los candidatos a senador y a concejal. Si pasado mañana domingo vuelve a cambiar el resultado y gana el peronismo, habrá que aceptar que quien no fue candidato, el nombrado Arroyo, era la llave maestra del triunfo. Lo de Contreras fue pura impotencia: el lunes salió diciendo que estaba perdido, cuando sólo tiene que dar vuelta 39 votos para volver a ganar.