Los casos judiciales cuya resolución ha quedado inconclusa o lejos de avizorarse con una respuesta válida son, lamentablemente, incontables sin tener que especializar una región particular del país.

Ayer por la noche, entre las confirmaciones oficiales, las hipótesis investigativas, las operaciones mediáticas que involucraron a referentes políticos con adhesión local y las especulaciones ciudadanas, finalmente el caso de Santiago Maldonado tuvo un primer avance verdadero.

Su familia aseveró que lo han reconocido, que el cuerpo hallado en el río Chubut -con toda claridad plantado, según tres de cada cuatro forenses consultados por el estado del hallazgo, aunque evidentemente no se sabe por quién- es el cuerpo del artesano y que ahora sigue la ronda de interrogantes de ardua resolución para los equipos de investigación.

El decurso del caso, se espera, podrá arrojar respuestas, pero a esta altura del partido y con la ostentosa cantidad de errores cometidos por las autoridades para manejar la situación, ninguna respuesta será suficiente. 

Salvando las extensas y lúcidas distancias, Catamarca también tiene para contar entre sus casos algunas resoluciones faltantes. Los cuerpos aparecieron, pero esos expedientes nunca pasaron de las etapas iniciales de investigación. 

Hace poco menos de dos semanas se cumplieron cuatro años desde los asesinatos prácticamente concatenados de dos mujeres en la ciudad Capital.

Esos hechos -en el momento límite de una gestión policial y de seguridad con falencias en todas sus aristas- al día de hoy no tienen respuesta y dos familias siguen sin conocer quién y por qué los cometió.

Los cuerpos aparecieron, se establecieron las causas de muerte y las potenciales circunstancias de cada hecho, pero con el paso de los días fueron cayendo paulatinamente en un olvido generalizado que sólo es redimido con cada nuevo femicidio y cada nueva marcha del colectivo femenino local.

La constante es endilgar culpas a los actores con responsabilidad para dilucidar situaciones oscuras, pero nunca a la falta de políticas que les permitan contar con herramientas de calidad para llegar a buen puerto.

Las explicaciones y causales son variopintas y cualquier común de a pie puede esgrimirlas. Pero los hechos son los hechos: María del Valle Condorí y Celeste Moreno fueron asesinadas y más de mil días después no se sabe más que eso. Sus familias no saben más que eso.