La ordenanza 2588 del año 1993 que legisla los puntos clave sobre la patrimonio histórico de Catamarca -entre ellos los valores arquitéctonicos- por el momento no puede ser visualizada en el Digesto del Concejo Deliberante vía Internet.

Hallarla requiere, hasta que sea cargada, un engorroso trámite personal que en tiempos como los actuales resulta prácticamente imperdonable y demora el fácil acceso a la información pública para la ciudadanía de la Capital de Catamarca. 

La búsqueda -realizada por más de uno mientras lo que quedaba del edificio original de la Sociedad Española era demolido ladrillo a ladrillo- resultó infructuosa aunque a pesar de todo, con rigor periodístico, se pudo encontrar el articulado de la normativa.

El artículo tres reza lo siguiente: “Se considerarán y declararán como bienes “Componentes del Patrimonio Arquitectónico - Urbanístico” a aquellos de naturaleza inmueble que sin ser en ningún caso excepcionales o únicos en el conjunto edilicio urbano testimonien óptimamente, por sus particulares valores históricos, arquitectónicos, ambientales y/o paisajísticos, las diferentes etapas edilicias del desarrollo urbano de la Ciudad de San Fernando de Valle de Catamarca a través del tiempo”. 

Los hechos y la normativa son irrefutables. Pero los términos de ésta última no son siempre aplicables por lo que se ve.

Hace poco tiempo, con una breve parafernalia in situ, se explicó que un edificio como el exBoletín Oficial no podía ser tirado abajo y que el emprendedor inmobiliario -que quizás hubiese preferido una demolición total- debía someterse a la letra de la ley, que hasta ese momento estaba viva.

Pocos meses después, esa misma ordenanza quedó en suspenso por razones que no han sido todavía elucidadas y que definitivamente ameritan una detallada explicación pública con cara y firma. En este caso, el escudo esgrimido es un decreto cuyo fin contradice solapadamente el espíritu de la normativa. 

No faltará quien sea hallado culpable de paranoia o conspiracionismo por sentirse inclinado a relacionar la incipiente heráldica de quienes solicitaron la demolición de la sociedad española y su relación de consanguinidad con quien ostenta el poder para aplicar la ley -porque la ley, parece ser, se aplica bajo esas modadalides- y más de una sospecha sobre los los límites de la ley encontrará fundamentos en esa tirantez. 

Construida a medidas del siglo XX, la Sociedad Española sólo podrá ser vista en fotografías, como tantos otros edificios históricos de la ciudad de Catamarca.