Las protestas de los padres de niños con autismo para que la ordenanza que prohíbe la pirotecnia sonora tenga total aplicación en el marco de la ciudad, tiene claros fundamentos y uno de ellos -el más claro- es que hasta ahora se han atestiguado eventos en los que los organizadores literalmente se pasaron por los pies los términos de la ley para armar la clásica jarana que tanto les agrada y por la cual cobran pingües recompensas dinerarias.

En esa misma línea, no está de más decirlo, también se sumó el mismo municipio cuando llegó la fecha del Rally Cross a la ciudad y se hicieron excepciones para que el evento tenga su propia dinámica colorida y de ruido, más allá del andar competitivo de los motores. 

Lo cierto es que ahora se avecinan las fiestas, la etapa clave en materia de control y test porque se pondrá a prueba finalmente si los términos de la normativa efectivamente se pueden aplicar y si el municipio tiene la capacidad operativa para hacerlo.

En un breve comunicado oficial se hizo saber a medios de prensa que el uso de pirotecnia está prohibido y que su utilización o comercialización es pasible de ser sancionado, dato que si bien puede resultar repetitivo no está de más ponerlo sobre la mesa una vez más. 

La arista que dará más dolores de cabeza -por lógica, como suele pasar en la mayoría de las ocasiones- será la viveza con la que más de un intento de astuto tratará de esconderse en algún resquicio o laguna de la normativa, o directamente asumirá un rol de contrabando total, ya sea escondido o declarado.

Son una rama de los emprendedores -los que consideran al emprendedurismo como una oportunidad alternativa de hacer un par de morlacos sin demasiada responsabilidad- los que deberán ser controlados de cerca.

Con respecto a las empresas, a pesar de haberse ofuscado por la prohibición, quizás deberán proporcionar alguna otra clase de divertimento para la ocasión. Lo contrario sería una sanción, o por lo menos eso es lo que se espera.