El ahora aparente abismo que separa las aguas del bloque del radicalismo y aliados en la cámara de Diputados quedó expuesto ayer en el marco de las asunciones que se esperaban y que habían sido adelantadas como parte del proceso de sesiones extraordinarias y la reformulación del gabinete de ministros de la gobernadora Lucía Corpacci. 
Si ya la completa derrota a la que se sometieron los legisladores opositores al perder control total de todos los estamentos donde podían ejercer alguna clase de peso político no era suficiente, ahora las nuevas intrigas internas antes que fenecer parecen florecer con fuerzas inusitadas para estos tiempos y ante el clima político reinante. 
El análisis de las intenciones políticas de los armadores de cada sector partidario podría ser objeto de sendas desvaríos más cercanos a las especulaciones que a los hechos mismos. No obstante, todavía queda incólume una circunstancia que la vorágine del día a día parece ocultar a los ojos de los ofuscados miembros de la alianza opositora, ahora desmembrada. 
Esa circunstancia es que al asumir la responsabilidad de representar al pueblo en el marco del pleno funcionamiento del sistema democrático, no sólo se los consagró con el voto para que puedan dar cuenta de su filiación o incluso su ambición partidaria, sino también para que ejerzan un rol que parece olvidado y que reviste una importancia fundamental para el normal funcionamiento del sistema republicano. 
Se los consagró -y no son pocos los electores que colocaron esa esperanza en las urnas del pasado mes de octubre- para que ejerzan un rol institucional que va más allá de los miramientos sectoriales. Se trata de la tarea de oponerse a las posibilidades ilimitadas que el poder puede barajar cuando no tiene obstáculos para avanzar con la confección de leyes a su gusto, y el proceso parlamentario, que así dadas las circunstancias simularía más una tramitación que otra cosa. Quizás no pueda dudarse de las buenas intenciones reformistas del actual gobierno provincial para legar una constitución que aguante otros treinta años más. Pero en caso de que existieran perspectivas de excesos o movimientos amañados, ¿quién se parará en frente para frenar o al menos cuestionar con argumentos y peso? Por el momento y por lo que se ha visto hasta ahora en el recinto de la cámara baja, el camino está allanado y a la oposición poco le importa.