En otro camino

jueves, 23 de febrero de 2017 00:00
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Para el historiador Tulio Halperín Donghi, el gran debate por el mérito del nacimiento de la República posterior a la Constitución de 1853 no se concentró en las dos posturas antagónicas de Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento.
Les reconoce, como es debido, una superior clarividencia que les mostraba lo que sería el decurso de la nueva nación -calmadas las aguas de una primera guerra civil- y una autoría de los presupuestos que vinieron a intentar enderezarla posteriormente, aunque no de las tensiones que la regirían de hecho durante dos lustros más.
Ambos renegaban de Rosas en el poder, pero lo encomiaban cuando ese poder lo había abandonado. Ambos renegaban del colonialismo extranjero, pero incitaban la llegada de las inversiones y el conocimiento europeo para el progreso.
Ambos marcaron las huellas a seguir, pero ya se sabe que al destino comúnmente se lo encuentra en los caminos que tomamos para evitarlo.
Para Halperín Donghi, la mayor lucidez expuesta en el período posrevolucionario argentino provenía de los escritos de Florencio Varela, nacido un 23 de febrero hace ya 210 años.
Para el escritor, periodista y jurista, la cuerda que se habría de aflojar y tirar de manera constante en aquél decurso político era, en realidad, la marcada discrepancia entre las suculentas posibilidades de crecimiento de las provincias del bajo litoral y las exiguas con las que contaban las provincias de tierra adentro sin salida al mar.
Pero no por las razones comúnmente expuestas. Argumentaba -y Halperín acompaña este pensamiento- que si las provincias perjudicadas no hubiesen conocido alguna vez las mieles del progreso real, quizás no hubiesen sentido la distancia posterior con la "metrópoli”.
El gran descubrimiento radicaba en el hecho ahora palpable -aunque de escaso interés para los historiadores de la anécdota- de que el interior hasta poco antes del siglo XIX había gozado del beneficio de una economía apuntada hacia el Alto Perú y no hacia el Atlántico.
Un siglo y medio después, la lectura de Florencio Varela se hace obligatoria: el destino está en otro camino, la cuerda y la discusión sobre el federalismo no ha cambiado y de repente -por el golpe de Trump al mundo- se hace necesario mirar hacia el Pacífico otra vez.

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