Todas las razones

jueves, 23 de marzo de 2017 00:00
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A mediados del siglo XX, Arnold Hauser -sin desearlo aparentemente- ofreció una somera definición del sistema de análisis histórico al que adhería y mediante el cual había intentado forjar su "Historia de la literatura y el arte”. Palabras más, palabras menos, así lo escribe en la página 349 del tomo segundo de esa obra.

El sentido auténtico del materialismo histórico -decía- se encuentra en el descubrimiento de que el desarrollo histórico no tiene su origen en principios formales, no en sustancias que se desarrollan y engendran modificaciones en el curso de una historia esencialmente "ahistórica”, sino que por el contrario el epítome de siglos de evolución humana en el estudio del pasado se encuentra en que ese desarrollo representa un proceso dialéctico en el que todo factor está en estado de movimiento y sujeto a un constante cambio de significación, en el que no hay nada estático, nada que tenga valor intemporal, pero tampoco nada unilateralmente activo, dando como resultado que la totalidad de los factores están ligados en una indisoluble interdependencia. 

En resumidas cuentas: que a la hora de analizar una situación histórica determinada no se pueden atribuir todas las cargas a un solo factor de estudio y análisis. 

Es el caso de los paupérrimos resultados que ahora se dan a conocer sobre la situación del estudiantado argentino y la potencial incapacidad de cada individuo siquiera para hacer regla de tres simples y sacar el 20 por ciento de descuento en un comercio cualquiera. 

La oportunidad con la que se dieron a conocer los resultados es sin dudas analizable, e incluso cuestionable ya que condiciona seriamente la temperatura de la opinión pública sobre un sector que se adhiere a cuanta medida encuentra para hacer valer sus reclamos sindicales. 

Tema de lado, lo cierto es que la agenda general terminó por mirar al docente como el gran responsable de la situación de cuasianalfabetismo de más de una generación de argentinos.
 
Ergo, no debería darles la cara para sentarse en una mesa de negociación paritaria y por el contrario deberían volver a sus hogares, meditar si tienen vocación de servicio y salir a las aulas a remediar más de treinta años de presunta vagancia. 

Un solo docente -ni siquiera en Argentina sino en España- martilló otro clavo en la discusión, aunque aquí quedó tapado: los padres dejaron de estar presentes para hacer que el estudiante -su hijo- se siente a repasar la caterva de contenidos que vio en el horario escolar. 

¿Por qué están ausentes? La inflación y el índice de precios que obliga a tener dos o más trabajos cada uno, dirá el economista. La disolución de la familia como núcleo comunitario, dirá el párroco. La modernización de los esquemas de trabajo para la escuela, dirá el académico universitario. 

Que no hay un solo factor para tener en cuenta, que varias dimensiones confluyen para explicar la realidad, supo decir Hauser.

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