Farándula

domingo, 26 de marzo de 2017 00:00
domingo, 26 de marzo de 2017 00:00
En la noche de ayer, naciones de todo el globo se plegaron a la modalidad de reclamos consistente en realizar una acción al año para tratar de poner atención en una serie de modalidades y formas de vida que llevan arraigadas por más de un siglo.
 Entre las 8.30 y las 9 de la noche se apagaron las luces de los principales monumentos, espacios turísticos y centros de atracción de las principales ciudades para que se retome la discusión urgente -al menos en la agenda mediática- del cambio climático y sus ya cercanas consecuencias.
 La intención -no cabe la menor duda- es interesante y suele contar con una gran concurrencia de adherentes y convencidos de que la medida realmente tendrá un impacto positivo, que hará mella en el espíritu de los no adheridos y de los no convencidos.
 Media hora después de las 9, todos los espacios que nuclearon protestas volvieron a prender sus brillantes faros de cara al mundo. Lo que no enseña la dinámica de los medios que sólo se concentran en la medida por ese escaso lapso de tiempo -30 minutos- es que durante el resto del año esos mismos lugares y otros tantos no tan concurridos para protestar pero sí bien nutridos para poblar, permanecen plenamente encendidos.
 El cambio climático, como se ha sostenido desde este medio en reiteradas oportunidades, es uno de los grandes desafíos de esta generación de ciudadanos. No obstante, las medidas faranduleras como la que se puso en escena durante la noche de ayer son, irremediablemente, insulsas y carentes de un sentido que vaya más allá del evento en sí mismo.
 La civilización tal como la conocemos lentamente va cayendo en la cuenta de que el planeta se encuentra en un grave riesgo que llegará más temprano que tarde para acosar a hijos e hijos de hijos. Lamentablemente, como suele suceder con el entendimiento consensuado de masas, la epifanía es tardía. El mundo, tal como lo han declarado las más prestigiosas publicaciones científicas, ya ha pasado de largo el punto de no retorno.
 Sólo una disciplina internalizada por cada habitante -que no será adquirida en el corto plazo, obviamente- podrá realizar el objetivo de atemperar los efectos de la vida con ciertas comodidades que ha alcanzado una minoría de naciones a través del mundo.
 No usar el automóvil, apagar el celular, no usar el aire acondicionado, gastar al menos dos tercios menos de agua todos los días, reciclar los propios residuos. ¿Quiénes están dispuestos a renunciar a esas comodidades prácticamente irrenunciables que la modernidad otorgó a algunos selectos sin el aviso previo de que ese modo de vida tenía un límite claro y definido?
 Pocos. Especialmente los que llegaron en coches para sacar una foto con el celular al monumento apagado y luego regresaron a casa para tomar una ducha de media hora, mientras el televisor, la pc el aire acondicionado quedaban prendidos.
0%
Satisfacción
100%
Esperanza
0%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
0%
Indiferencia

Comentarios

Otras Noticias