La convocatoria del secretario de Seguridad a una comisión de la cámara de Diputados provincial dejó más dudas que certezas, no tanto para un sector de la comunidad que ya parece haberse encolumnado detrás de las declaraciones del funcionario sobre el derecho a la autodefensa, como para el rol político de la oposición. 

En una mezcolanza de vaivenes que carecieron claramente de un liderazgo directriz, se acumularon amagues de denuncia y un final comunicado repudio desde la izquierda, una denuncia formal desde el sector celeste del radicalismo, y un empate técnico con sabor a victoria para el secretario Denett ante una mayoría de diputados noveles y mayoritariamente representativos de los sectores ahora con claridad disidentes de ese mismo radicalismo. 

Lo que en un principio empezó como una suerte de interpelación que podría haber concluido con la renuncia indeclinable del funcionario de Seguridad, terminó destapando los hondos desacuerdos -en apariencia electorales- que aquejan una vez más a la dirigencia antaño gobernante. 

Las circunstancias son bastante claras. Por un lado, se intentó avanzar con mano dura para poner en jaque la situación de un funcionario que ya ha demostrado una sorprendente resiliencia y habilidad para mutar de fiscal de Estado a vicepresidente de la empresa de energía, y de ahí a secretario de Seguridad.

 

Por otro lado, para marcar la cancha, dos sectores unidos convocaron al funcionario pero sólo uno participó activamente de la comisión que después dio a conocer "la claridad que trajeron las palabras sobre acciones”, recordando aquella airosa interpelación, con foto de brazos en alto incluida, del exministro Gordillo cuando fue llevado ante la Legislatura.

Al margen quedaron los opositores con menor convocatoria de voto, quienes debieron enterarse de todo por los diarios. 

Si el temor de la oposición mayoritaria pasaba por la posibilidad latente de que la ciudadanía los mirara de reojo sospechando de un presunto aprovechamiento político, con esta actuación no hicieron más que confirmarlo de cara a toda la tribuna expectante. 

En el medio quedaron quienes todavía se aferran con esperanza a la idea de ver una provincia en la que no se instaure el ojo por ojo, y un numeroso grupo de vecinos que se dio cita en la plaza principal para pedir más seguridad.

 

Como hace ya tres años atrás, sin más representación que su propia presencia en la explanada de Casa de Gobierno.