Opinión

El recuerdo de Ber Gelbard

viernes, 19 de mayo de 2017 00:00
viernes, 19 de mayo de 2017 00:00
Sr. Director:

Tengo el agrado de dirigirme a Ud., y por su digno intermedio a la opinión pública, a fin de realizar un homenaje a un destacado catamarqueño adoptivo, don José Ber Gelbard, al haberse cumplido el pasado 14 de abril una centuria de su natalicio.

Resulta difícil tan solo esbozar una definición que resuma el concurso de cualidades que revistieron la figura de Gelbard, originándose esta complejidad conceptual en los diversos escenarios en que incursionó, brillando como comerciante, empresario, político, lobbista, ministro nacional e informal enviado diplomático; no obstante, intentaré emprender tamaña empresa al sintetizar su intensa vida de entrega al servicio público y a las causas populares.

Este egregio catamarqueño nació en realidad en la provincia de Radonsko, República de Polonia, el día 14 de abril de 1917, arribando a Argentina el 1º de marzo de 1930 tras escapar junto a sus padres y hermanos de los "pogroms”, persecuciones antisemitas que azotaban a la comunidad judía eslava, las cuales fueron el preludio de la inmensa tragedia del Holocausto.

Una vez en territorio nacional, Gelbard y su familia se instalaron en la provincia de Tucumán, donde desde muy pequeño se dedicó a la venta ambulante de corbatas y otras prendas afines.
En 1940, a los 23 años, don José contrajo matrimonio con Dina Askel, con quien decidió radicarse en nuestra ciudad, mudándose a una propiedad emplazada en el casco céntrico.

Aquí sería donde se sentarían las bases de su vasto imperio, fundando junto a Miguel Behar el comercio de indumentaria "Casa Nueva York”, el cual ya se ubicaba en calle Rivadavia entre República y San Martín, constituyendo este negocio junto al Hotel Ancasti, dos emprendimientos emblemáticos en la construcción de poder que Gelbard iniciaba en los albores de los años ‘50.

Con el acompañamiento incondicional de su digna esposa y sus dos hijos, Fernando y Silvia, Gelbard comenzó a planificar una idea que hasta ese momento parecía no tener viabilidad: aglutinar a los pequeños y medianos comerciantes del Norte argentino para poder canalizar con mayor fuerza sus reclamos corporativos.

Con tesón y paciencia oriental, Gelbard comenzó a contactarse con cada uno de los miembros del sector comercial, hasta que un día esa quimera pasó al plano de la realidad, cuando el 25 de mayo de 1950, en la casa del contador Ramón Garriga (en inmediaciones del Hotel de Turismo), se firmó un instrumento que recibió el epónimo de "Acta de Catamarca”, en el que los referentes del ambiente mercantil provincial y regional plasmaron una declaración de defensa de sus derechos y estrategia de actuación conjunta mediante la cual se creaba la Confederación Argentina de la Producción, Industria y Comercio, organización que poco tiempo después se rebautizaría como Confederación General Económica, central empresaria que encarnaba la antítesis de la Unión Industrial Argentina, esta última más cercana a los sectores concentrados que no veían con agrado un concepto que comenzaba a afianzarse: justicia social.

De esta manera, con la carta de presentación de ser el articulador de una extensa red de pequeños y medianos empresarios que buscaban armonizar dos fuerzas hasta ese momento opuestas, capital y trabajo, en una ecuación con profundo sentido social, Gelbard partió a Buenos Aires para entrevistarse con el presidente Juan Domingo Perón, gestándose en ese encuentro una relación que marcaría la vida de ambos (y de nuestro país) por las siguientes dos décadas.

Desde ese momento, Gelbard pasaría a ocupar una silla en cada reunión de gabinete presidida por el general Perón, asumiendo el rol de "consiglieri”, todo ello en atención a que el líder justicialista afirmaba que prefería asesorarse con empresarios para conducir las finanzas públicas y no por "economistas de pizarrón” que nunca habían dirigido una fábrica o industria.

Pero el golpe de Estado de 1955 alejaría a Gelbard del escenario político, razón por la que resolvió aceptar la oferta de su amigo Manuel Madanes de incorporarse como ejecutivo a su empresa de neumáticos, Fábrica de Telas Engomadas (Fate), contando en esa etapa con la colaboración de otro célebre catamarqueño residente en Buenos Aires, el ex senador nacional Duilio Brunello.

Durante el período 1955/1973, Gelbard aceitó sus contactos en el mundo empresarial y político, pero ya a nivel internacional, muchos de los cuales eran antagónicos entre sí, ya que como cuadro dirigencial en las sombras del Partido Comunista entabló contactos con Fidel Castro, Leonid Brezhnev (premier soviético) y Vittorio Codovilla (emisario del PCUS en Argentina), pero manteniendo a la vez línea directa con políticos de la talla de William Rogers y Henry Kissinger (ambos cancilleres durante las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford), Edward Kennedy (senador nacional, precandidato presidencial e integrante del emblemático clan demócrata) y David Rockefeller, banquero recientemente fallecido.

Aún con su alineamiento incondicional a la figura de Perón, Gelbard se convirtió en interlocutor de los empresarios ante el presidente de facto Alejandro Lanusse, con quien proyectó la creación de un emprendimiento que potenciaría la capacidad de producción de aluminio, consolidando en consecuencia la soberanía económica de la Nación, alumbrando esta comunidad de ideas la colosal planta de Puerto Madryn que hoy gira bajo el nombre de Aluminio Argentino (Aluar).

Vale destacar que en el período que estuvo en el llano, Gelbard amplió su teatro de operaciones empresariales, asociándose en diversos proyectos que incluyeron bancos, periódicos, mineras, gaseosas (consiguiendo la representación de la Coca-Cola), entre otros rubros, vinculándose con encumbrados personajes de la época: Julio Bronner (dueño de la empresa de embragues Wobron), Jacobo Timerman (fundador del diario La Opinión y padre del ex diplomático Héctor Timerman), Abraham "Abrasha” Rottenberg (testaferro de Timerman y padre de la actriz Cecilia Roth) y David Graiver (próspero banquero que residía en un penthouse en la quinta avenida neoyorkina).

Cuenta el legendario dirigente justicialista Antonio Cafiero en el documental "Gelbard, Historia Secreta del Último Burgués Nacional”, que Perón en su exilio ibérico imponía como condición para su regreso al país que Gelbard aceptara el puesto de ministro de Economía, señalando Cafiero que con esa insólita exigencia se generaba un alto grado de conmoción (y envidia) en el círculo áulico que rodeaba al exmandatario.

Ya en 1973, con el advenimiento del peronismo, llegó para Gelbard el momento del estrellato y el fin de las sombras, al aceptar las insistentes propuestas de Perón, asumiendo así la conducción del Palacio de Hacienda en el equipo del flamante presidente electo Héctor Cámpora.

En ejercicio del cargo, Gelbard impulsó una batería de medidas tendientes a reactivar la actividad económica, desplegando una admirable audacia en medio de la tensión de la Guerra Fría, al otorgar un espaldarazo a la reconstrucción de un canal diplomático con Cuba y el Kremlin, gestión que comandó en persona al encabezar una gira por Cuba y la Unión Soviética, donde fue recibido con honores por Leonid Brezhnev y Fidel Castro.

Pero en medio de estas tratativas de alta política, Gelbard nunca olvidó sus raíces catamarqueñas, dando muestras de su orgullo provinciano al apoyar enérgicamente al ex gobernador Hugo Alberto Mott en las negociaciones que culminaron con la suscripción del Acta de Reparación Histórica, documento que constituyó una herramienta que fomentó el desarrollo de las provincias más postergadas, entre ellas la nuestra, firmándose este trascendental pacto el día 25 de agosto de 1973.

El 24 de marzo de 1976, al producirse el golpe cívico militar, los integrantes de la cúpula castrense y del empresariado colaboracionista que respaldaban el Proceso de Reorganización Nacional veían en Gelbard un enemigo que encarnaba todo aquello que se intentaba combatir, escenario que le empujó a abandonar el país para exiliarse en los Estados Unidos, provocando la ira de sus perseguidores, quienes veían con frustración cómo se rechazaba cada pedido de extradición. Canalizando los gobernantes de facto su inquina en el mayor acto de ignominia que se pudo haber causado a un auténtico patriota, lo privaron de su ciudadanía, la cual se le había concedido por el Juzgado Federal de Catamarca, quitándole de esta manera también su condición de catamarqueño.

Con la angustia de verse perseguido, apátrida y exiliado, Gelbard murió el 4 de octubre de 1977, en la ciudad de Beverly Hills, Estados Unidos, donde actualmente descansan sus restos.
Seguramente más de un coterráneo se sorprendería de pensar que desde un pequeño comercio del casco céntrico se construyó una carrera política que llevó a un catamarqueño adoptivo a codearse con mandatarios y magnates extranjeros, circunstancia que tendría que configurar motivo de orgullo y reconocimiento, por lo que creo humildemente que Catamarca le debe un homenaje a un hijo de su tierra, considerando un acto de justicia que se designe con el nombre de José Ber Gelbard al área fabril "El Pantanillo”, que actualmente sólo lleva una pequeña calle interna, o a la peatonal céntrica, máxime cuando el Congreso Legislativo Federal instituyó mediante Ley 27.108 el 16 de agosto como "Día del Empresario Nacional”, en conmemoración de la primera reunión de la Confederación General Económica, evento que obviamente tuvo como figura exclusiva y excluyente a don José Ber Gelbard.

Jonathan D. Felsztyna

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Comentarios

19/5/2017 | 09:34
#149006
quiero felicitar por este medio al autor de la nota , una gran verdad y un merecido homenaje, si no hubiera sido por el el acta de reparacion no hubiera sido posible. Hacian falta dos hombres de la magnitud de PERON Y GELBARD

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