Una de cal

martes, 25 de julio de 2017 00:00
martes, 25 de julio de 2017 00:00
Tras muchos vaivenes en negociaciones, diálogos, acercamientos y distancias, el municipio capitalino logró concretar su objetivo de colocar la gran mayoría de la venta minorista y mayorista de productos agrícolas en un solo espacio: el nuevo Mercado de Abasto, ubicado en jurisdicción chacarera sobre la continuación de la avenida Juan Chelemín. 

El traslado -completado durante el pasado fin de semana- fue completamente pacífico y estuvo exento de los cruces verbales que caracterizaron la etapa previa a su concreción. 

A excepción de comerciantes que no pertenecen al núcleo de los feriantes propiamente dichos, todos los puestos de venta de fruta y verdura fueron reubicados. 

En el medio quedó una trunca inauguración presidencial y la sumatoria de otros puestos de comerciantes mayoristas de varios rubros diferentes a los iniciales del planteo y la planificación. 

Los puesteros cuentan ahora con una seguridad que no se había proyectado en un principio: lo que era un comodato ahora es justa propiedad, se agregaron instalaciones nuevas a pedido, se otorgaron subsidios de distinta clase y color e incluso se implementaron vales para los empleados becados y del programa Capital Social del municipio capitalino para darle movimiento dinámico de consumo al mercado.

Los acumulados esfuerzos de la intendencia para ejecutar el traslado hablan a las claras de un convencimiento genuino en la corrección de la opción tomada con la rezonificación, la inversión millonaria y el apuntalamiento de la misma con obras e incentivos tributarios o subsidiarios.

No obstante, la actual situación de éxito -largamente postergado para eludir choques innecesarios con quienes integran uno de los grupos de beneficiarios de toda la política pública- plantea un interrogante y un desafío similar al que se atisba al mirar todo el cuadro de producción catamarqueño. 

Se trata de la proyección -a corto o largo plazo- para que este nuevo mercado, como así también las empresas locales, exhiban muestras solventes de independencia económica y la posibilidad de un escenario final en el que no sea necesaria, o por lo menos en términos mucho más magros, la plena intervención del Estado para poner a andar el trabajo y el consumo.

El tiempo dirá, junto a las decisiones que se tomen para dejar de sostener una idea y pasar a la siguiente que requiera ese mismo apoyo total.

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