Apuntes del Secretario

martes, 15 de agosto de 2017 01:20
martes, 15 de agosto de 2017 01:20
Sin grandes sorpresas, con resultados previsibles y algunos interrogantes de cara al futuro, se concretaron las Primarias catamarqueñas, cuyos números finales se terminaron de dibujar en la tranquila noche del domingo. Por cierto, las sonrisas de satisfacción y la tranquilidad del deber cumplido se concentraron en los comandos oficialistas, donde se degustó una victoria a todas luces inapelable. Las preocupaciones y las caras largas, una vez más, abundaron en filas opositoras, donde ayer mismo surgieron voces orientadas a producir una renovación de verdad. Con este panorama de realidades diametralmente opuestas se va a encarar la elección provincial, la que tendrá lugar dentro de 70 días. Si bien es cierto que cualquier contienda electoral puede convertirse en una Caja de Pandora, con fuerza de encuesta indiscutible, las PASO prácticamente han sellado la suerte de unos y otros en el presente año electoral.

La lectura de los comicios, como ocurre siempre, arrojó ganadores y perdedores. Entre los primeros, como se especulaba en los días previos, se anotan Lucía Corpacci y Raúl Jalil, cuyo armado electoral produjo guarismos casi irrevocables. La gobernadora, por su condición de tal, se terminó de consolidar como una figura de primerísima línea entre los gobernadores peronistas, los que posiblemente negocien con la Casa Rosada el futuro escenario. Con su candidato a diputado nacional, Gustavo Saadi, consiguió un 46% de los votos que, junto a Gildo Insfrán (Formosa), Juan Manzur (Tucumán) o Sergio Uñac (San Juan), la colocan como referente obligada a nivel país. El intendente capitalino, por su lado, fue plebiscitado en la Capital provincial y, entre ambos, han conseguido formalizar un binomio que, electoralmente, observa una fuerza casi arrolladora. Naturalmente, nadie puede discutir la performance de Gustavo Saadi, la que personalmente vino construyendo con una eficacia pocas veces vista y, plenamente, justificó su euforia a la hora del triunfo. Para su palmarés, por si fuera poco, quedará el hecho excluyente de haber aplastado en las urnas a un exgobernador y otrora imbatible candidato como Brizuela del Moral.

También para el barrionuevismo, como ocurriera en 2013, hubo satisfacción.  Lanzó al ruedo a una figura joven y promisoria como Maxi Mascheroni que, desde su precandidatura a concejal, logró una gran victoria en la Capital, pero al mismo tiempo consolidó como candidatos a diputado provincial a Marcelo Rivera y Juan Carlos Rojas, en tanto Luis Barrionuevo quedó como hombre de consulta en todo lo que actúe la maquinaria peronista. Volviendo a la categoría concejales de la Capital, un ganador entre los funcionarios de la gobernadora, fue el secretario de la Vivienda, Fidel "Pocho” Sáenz, quien promovió la precandidatura de Mauricio Varela, a la sazón, escolta de Mascheroni. Al que le fue mal y en verdad sorprendió fue a Juan Cruz Miranda, el actual presidente del Concejo Deliberante, que se quedará fuera de la grilla de candidatos para octubre.

Si bien es cierto que el peronismo logró números auspiciosos en toda la provincia, también tuvo sus perdedores. Al nombre de Juan Cruz Miranda, hay que agregarle el de Hugo Corpacci, que  mordió el polvo de la derrota en la interna capayense y dejará en manos de su vencedor, Ricardo Quinteros, la candidatura a senador. Detrás de esta interna, como se sabe, estuvo el intendente de Huillapima, Omar Soria, que impuso condiciones y se ratificó como hombre fuerte del Norte departamental.

Los perdedores ocultos dentro del peronismo también fueron objeto del análisis electoral. Entre ellos, claramente, se ubica a la llamada renovación peronista y al senador Dalmacio Mera, quienes en junio pasado se declararon proscriptos y, al parecer, no lo fueron porque no perjudicaron en nada al Frente Justicialista para la Victoria que, sin ellos, ganó cómodamente en la provincia. Esta situación echa por tierra aquel discurso mediático de que el Frente para la Victoria era una cooperativa de tres socios (Corpacci-Jalil-Mera), fundamentales todos para asegurar el éxito que se logró, por primera vez, el 13 de marzo de 2011. El domingo quedó demostrado que la incidencia del senador nacional fue absolutamente nula y que, en los años anteriores, cobró un pedazo de la torta mucho mayor al que, por méritos, le correspondía. Para completar la tarde negra de Dalmacio, la victoria del gobernador Urtubey –el principal apoyo de su carrera política- en Salta fue con un porcentaje diez veces menor que, por ejemplo, al logrado por Lucía Corpacci.

A la renovación peronista, encarnada en las figuras de Jorge Moreno y Fernando Jalil, igual le caben "las generales de la ley”. Su ajenidad con la elección no se percibió en ningún lado, ni siquiera en un ínfimo territorio, por lo que su capacidad de negociación se verá ostensiblemente limitada en los tiempos futuros. El que se encargó de recordarles el presente a los "renovadores” del peronismo (convengamos que el apelativo no se corresponde con su tiempo de actuación) y a Dalmacio Mera, fue Luis Barrionuevo, que llegó a Catamarca para apoyar la precandidatura de Maxi, su sobrino. Con la elocuencia que lo caracteriza, señaló "estos tres personajes ya la cobraron y no sé por qué tenían un conflicto interno. Gracias a Barrionuevo se sentaron con la gobernadora y lograron el resultado de Mera senador, Moreno senador y Fernando Jalil diputado, todos por el Frente para la Victoria”. Fue la respuesta a aquella conferencia de prensa en la que meristas y ferjalilistas, a través de Jorge Moreno, le dijeron "a Luis Barrionuevo no lo tenemos en cuenta. Es un ave de paso, al que ya le ganamos una interna, al igual que a Ramón Saadi y ahora íbamos por Lucía”. La referencia a aquella interna es una falsedad que, llegado el caso, nos obligará a explicarla, y lo que dijeron sobre Lucía fue verdaderamente exageración desmesurada. Ahora mismo, el domingo pasado, si tanta confianza tenían, la podían haber enfrentado con sus propios candidatos. Por lo tanto, muchachos, no es cuestión de hablar por hablar. Hay que hacerlo y demostrarlo con hechos palpables. De lo contrario corren peligro que les surja un tahúr profesional –dicho en el sentido de aplicación a la política- como Barrionuevo y los enmudezca.

Aparte del ocaso irremediable de su carrera de cuatro décadas ligado al presupuesto del Estado, lo de Brizuela del Moral ya roza la desvergüenza. El domingo perdió con Gustavo Saadi por una cifra superior a los 45.000 votos y, sin embargo, a las 10 de la noche, salió a decir que el resultado de la elección arrojaba un "empate técnico” y que era "optimista” para el desquite electoral del 22 de octubre. Por empezar hay que decir que se trata de una conducta recurrente. Ya en 2011, cuando perdió la gobernación ante Corpacci, había hablado de "empate técnico” y nunca, hasta el día de hoy, reconoció aquella derrota y mucho menos hizo autocrítica de una gestión que, por algo, fue rechazada por la mayoría de la sociedad. Y lo del optimismo ya es paroxismo puro, a no ser que inconscientemente se haya referido a ese estado de ánimo para celebrar la permanencia suya y de sus familiares en las bancas de la UCR y el Frente Cívico.

La verdad irrefutable de Eduardo Brizuela del Moral la dan sus números. Aparte de los 45.000 votos con que lo aventajó Saadi en la interpartidos, su rival interno, Roberto Gómez, se llevó casi el 40% de los votos y, más allá de convertirse en la nueva figura de la UCR, erosionó la lista de diputados provinciales del oficialismo a la que le tocaba defender a Brizuela. Allí se colaron Francisco Monti, María Alejandra Pons Bazán, Carlos Antonio Marsilli y, posiblemente, Nicolás Ricardo Sosa, lo que seguro va a perjudicar a María Agustina Walther, Norma Rotta o Gilberto Filippin. También la grilla de concejales capitalinos (aquí el que "salvó la ropa” fue Simón Hernández, el precandidato más votado en San Fernando del Valle) se verá invadida por Fernando Navarro, lo cual perjudicará directamente a una figura joven como Tiago Puente, que finalmente se ubicará en un escalón no expectable. Pero volviendo a los números del exgobernador, solamente agregamos un dato: en 2015, peleando por segunda vez consecutiva por el Sillón mayor, logró 87.500 sufragios. Ayer perdió cerca de 47.000 de aquellas adhesiones. Duro castigo a la obstinación de permanecer eternamente en el candelero. Con semejante bajón, la pregunta obligada de estas horas en los círculos radicales es si los 26.000 votos que recibió Roberto Gómez acompañarán a Brizuela en octubre próximo. Es probable que ocurra tal cosa, pero desde ya podemos afirmar que ayer hubo algo de lo que llaman voto bronca. Tanto es cierto que en las últimas caminatas de campaña y en el cierre final se evitó la participación de los candidatos eternos: Rubén Herrera, Marita Colombo y Víctor "El Gato” Luna.

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