Idea y ejecución

viernes, 22 de septiembre de 2017 00:00
viernes, 22 de septiembre de 2017 00:00

Las propuestas que tienen como principal objetivo unificar criterios de trabajo a gran escala para territorios con una vastísima extensión no son muchas ya que, por una razón hasta ahora no dilucidada, la gestiones gubernamentales tienen la tendencia a puntualizar los servicios que como representantes de Estado deben proporcionar, creando amplias divergencias y brechas entre punto y punto. 


Los argumentos para esa regionalización -o municipalización, para acuñar un término- integran extenso abanico que incluye la defensa de las particularidades de cada lugar hasta las razones de recursos que más de un referente seguramente habrá puesto sobre la mesa alguna vez para defender sus victorias como así también sus derrotas. 


Por el contrario, quienes defienden la unidad más abarcativa aseguran que esa misma forma será la que permite eliminar desigualdades, ya que todos los integrantes de un mismo territorio tendrán las mismas oportunidades. 


Lo más tangible de las situaciones puntuales que detonan esta clase de debates es que la igualdad, desde el punto de vista político, presupone el conocimiento y la aceptación de las diferencias entre localidades y comunidades para poder entender de qué manera se pueden equilibrar las cargas para brindar una mejor calidad de vida y oportunidades similares y aprovechables para todos. 


El entendimiento de esta peculiar circunstancia es lo que permite tomar decisiones jurídicas que no caigan en el desuso o que, por su falta de asociación con la realidad que buscan acomodar, avalen a los legislados tomar la grave opción de pasar por alto una normativa que se considera vigente y viva por la fuerza misma del sistema democrático. 


Este camino implica -en las relaciones entre un gobierno provincial y los gobiernos municipales- que ninguno pueda tener la opción de fagocitar y homogeneizar características puntuales de cada uno para implantarlas en redil ajeno. 


Como así también no colocar sobre la mesa los debates -en justa deuda por cierto-, sino además los elementos puntuales, el hilado fino, la apreciación correcta de los recursos y “los números”, todo para evitar recaer en abstracciones que, una vez legalizadas por el empuje natural de las buenas iniciativas, no vengan a armar una confusa mescolanza de letras legales y jurisdicciones difuminadas. 


Las ideas que representan un avance en una comunidad deben ser, con toda seguridad, ideas que se expliquen a sí mismas en el detalle de la ejecución a futuro para abrirse paso hacia otro destino que no sea el de letra muerta.
 

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