El resultado electoral 2017, que se materializó con las asunciones de diciembre, produjo cambios y controversias. Aparte de la variante en la cámara de Diputados, que llevó a la presidencia a Fernando Jalil y provocó un cisma dentro de la UCR y la alianza Cambiemos, hubo movidas importantes en el interior de la provincia. Por caso, en Recreo, Santa María, Paclín y Belén cambió la relación de mayorías y minorías, lo que generó roces y hasta hoy, las eternas discusiones por las designaciones de último momento que llevan a cabo quienes resignan posiciones o las altas que alientan sus reemplazantes. Un caso paradigmático es el de Paclín, donde hubo despidos resueltos por el clan Savio –Orlando es el intendente y su hijo, Hugo Omar, el titular del Concejo- con evidentes connotaciones políticas.
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Independiente de las bajas en Paclín, donde el gran perdedor fue el exsenador Marcelo Cordero, quedó expuesto –una vez más- que la división de poderes en la mayoría de las jurisdicciones es “cuento chino”. Savio intendente dice que el municipio no está en condiciones de afrontar la permanencia de algunos empleados del Concejo Deliberante. Algo parecido a lo que expresaron los también radicales Gustavo Jalile (Valle Viejo) y Daniel Ríos (Belén) por los movimientos de personal en los respectivos cuerpos deliberativos. ¿Por qué estas cosas las terminan resolviendo los intendentes si cada organismo debería tener su propio presupuesto, lo que evitaría discusiones e injerencias? La anómala situación, por lo que sabemos, se repite en casi todos los municipios. Todo es un mismo enredo. De divisiones, ni hablar.
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Claro que la mayor debacle institucional asienta sus reales en la tierra que gobierna Elpidio Guaraz (FJPV), donde la falta de mecanismos institucionales llega al extremo de que el intendente, como ya ocurriere, puede darse el lujo de clausurar el Concejo Deliberante, tarea por demás sencilla porque la llave de la institución que debe controlarlo la tiene el propio Guaraz. ¡Increíble, pero cierto!
El Esquiú.com