Apuntes del Secretario

domingo, 18 de marzo de 2018 00:00
domingo, 18 de marzo de 2018 00:00

Un gran revuelo se originó esta semana por las palabras del obispo Luis Urbanc, quien criticó las condiciones en que se encontraban los puestos ubicados en las proximidades de la Gruta de la Virgen del Valle, un lugar histórico y muy caro a los afectos de todo el pueblo catamarqueño. La máxima autoridad de la Iglesia local realizaba una recorrida, cuando le consultaron sobre el panorama que veía y sus palabras fueron magnificadas, en algunos casos con evidentemente mala intención, para causar malestar en parte de la comunidad. Queda claro que el Obispo cuestionó el aspecto organizativo de los puestos de ventas y hacia ese aspecto reclamó un ordenamiento, lo cual no está mal. Pero las expresiones se desvirtuaron para hacerlas aparecer como un menosprecio a los vendedores y sus familias. La clave en esta cadena de malos entendidos fue la utilización de la palabra “villa”. Urbanc describió la proliferación arbitraria de puestos diciendo que parecía una villa y allí tocó un punto sensible para la comunidad catamarqueña. En realidad, términos como “villa” o “villero” tienen diferentes connotaciones según el punto del país en que se utilicen. En grandes urbes, como Buenos Aires, decir por ejemplo de un sacerdote que es un “cura villero” es todo un halago, un reconocimiento. Significa que se habla de un cura comprometido, que se acerca a los lugares más humildes para acompañar a los vecinos, convivir con ellos, asistirlos y hacerse cargo de muchos de sus problemas. De enormes sacerdotes, como el padre Mujica o el contemporáneo padre Pepe, se dice que son “curas villeros” y es en realidad toda una distinción. En Catamarca es diferente. Cuando a fines del año pasado falleció trágicamente el sacerdote Raúl Contreras, quien llevaba adelante una admirable labor social, El Esquiú.com lo despidió reconociéndolo como un “cura villero” y muchos feligreses y vecinos lo interpretaron también como un mote despectivo, cuando en realidad era todo lo contrario.

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El obispo Urbanc fue castigado y cuestionado luego de sus declaraciones y por ello se deduce que en algunos casos hubo mala fe, ya que no hubo en sus más de diez años de conductor de la Diócesis ningún gesto que respalde su supuesto rechazo a los humildes. Más aún, será difícil encontrar otro obispo que haya recorrido tanto la provincia, acercándose a cada paraje para llevar su mensaje y llevando con él la propia imagen de la Virgen del Valle a cada pueblo. Por lo demás, en todos los grandes santuarios del país y del mundo es normal y lógica la convivencia con puesteros y vendedores. Ocurre en Catamarca con la Virgen del Valle, como ocurre en Luján, como ocurre en Corrientes con la Virgen de Itatí y hasta en Francia con la Virgen de Lourdes. La descomunal convocatoria de la Virgen María bajo esta clase de advocaciones genera lo mismo que cualquier otra multitud y no hay nada de qué espantarse. Hasta en el mismísimo Vaticano hay vendedores. Lo que seguramente pide Urbanc, en coincidencia con las autoridades municipales, es que se organice mejor este sector.

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Por primera vez la Mesa Nacional de la Coalición Cívica-ARI tuvo su cónclave fuera de la ciudad de Buenos Aires y la sede elegida fue Catamarca. Aunque sin su alma máter, Elisa Carrió, altos dirigentes del sector arribaron a Catamarca para ensayar un debate de varias horas sin acceso a la prensa y luego se unieron en un gran acto con sus socios de Cambiemos en la provincia. Este acto tuvo como aspecto sobresaliente la capacidad de convocatoria dirigencial, ya que prácticamente todo el arco opositor asistió a la cita, que se asemejó mucho a un virtual lanzamiento de campaña por parte del médico Rubén Manzi. El actual legislador puso el acento en la necesidad de que Catamarca se sume al cambio, en referencia a la sintonía total con el Gobierno nacional y cuestionó lo que él define como “sensación de estancamiento”. Para el prestigioso neurólogo, “Catamarca está quieta” y debe dar un golpe de timón en 2019. No sorprende este virtual inicio de campaña de Manzi, pero abre incógnitas en torno al acompañamiento que puede lograr dentro de la oposición y en particular en el convulsionado mundillo interno del radicalismo. Si aspira a quedarse con la candidatura de Cambiemos, Manzi tendrá muchos rivales en el camino, incluyendo quizás a varios de los que lo acompañaron en su acto.

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Es bien conocido el estrecho vínculo que existe entre fútbol y política en nuestro país, en principio por la inmejorable plataforma que representa para el lanzamiento de cualquier figura y sobre todo por aquello que hace algún tiempo comenzó a denominarse como “humor social”. A propósito de este fenómeno, los últimos días estuvieron marcados por el enfrentamiento entre Boca Juniors y River Plate, equipos que definieron un título de segundo orden, la Supercopa Argentina, pero cuya relevancia se potenció al infinito por tratarse de un mano a mano por un trofeo, hecho que sólo había ocurrido antes una vez, hace más de 40 años, en más de un siglo de historia del superclásico. Lo singular de esta situación es que la victoria final de River Plate, se asegura, le generó una gran sonrisa de alivio al más conocido hincha de Boca Juniors: Mauricio Macri. Se comenta en Casa Rosada que el mandatario, plenamente identificado con el “Xeneize” (club que presidió exitosamente como trampolín para su incursión en política), recibió como una bendición el éxito riverplatense. Ocurre que la triunfal marcha de Boca en el certamen local, mientras River se frustra por debajo del vigésimo puesto en las posiciones, había instalado un descontento mayúsculo en el país futbolero, donde desde las tribunas surgieron los famosos insultos al Presidente, encendidos en la indignación por las supuestas ayudas que recibe el club de La Ribera desde el poder político. Como se sabe, desde el presidente de la Nación hasta el presidente de la AFA, todos se identifican con Boca y la marcha sin sobresaltos del equipo en la competencia doméstica terminó por generar una ola de rechazo a Macri incontrolable para el Gobierno. Es así que la consagración de River vino justo para aplacar los rencores, emparejar los estados de ánimo y quitarle sustento a la idea de que Casa Rosada digita el fútbol para favorecer a Boca.

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Por descabellado que parezca, esta clase de asociaciones entre lo que sucede en los campos de juego y los círculos de poder son casi inevitables. No hace falta ir tan lejos: ocurrió lo mismo en Catamarca, cuando hace unos días se consumó el descenso de Unión Aconquija de Andalgalá, que perdió su plaza en el Torneo Federal A. Fue para muchos automático trazar una parábola del nacimiento, apogeo y caída del equipo estanciero con la figura del fallecido vicegobernador Octavio Gutiérrez, impulsor y mecenas de las hazañas del equipo, que desde su deceso cayó por una pendiente sin fin. Por este tipo de reacciones populares, a nadie escapa el análisis del impacto que puede tener el Mundial de fútbol que comenzará en apenas tres meses y cuánto podría usufructuar Cambiemos un eventual retorno al país del gran Lionel Messi con la deseada Copa.

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Con gran satisfacción el Gobierno provincial inauguró la Escuela Primaria de Valle Chico, el flamante sector capitalino que nació en medio de una lluvia de críticas y cuestionamientos y se encamina a convertirse en una obra emblemática del paso de Lucía Corpacci por la Gobernación. Tan importante resulta cada logro y avance en este sector, que la misma inauguración de este edificio escolar se postergó para que Lucía estuviera presente en el acto. La idea original era hacer coincidir la ceremonia de apertura con el comienzo del ciclo lectivo, pero como la jefa de Estado se encontraba en la feria minera de Canadá, la inauguración se pospuso hasta su regreso. No es para menos: hace apenas un lustro la zona era sólo monte y ahora es el hogar de miles de familias, que tienen todos los servicios, calles asfaltadas en su mayoría, puente y escuela propia. Y se avanza en la construcción de un jardín de infantes, centro de salud, playones deportivos, etc., para hacer en conjunto una obra imponente, el mayor complejo urbano jamás construido en Catamarca, que además genera trabajo y moviliza la cadena productiva en una etapa difícil para la economía. Las críticas desaparecieron, y está en su derecho el Gobierno de disfrutar los efectos de este gran acierto.

RECUERDOS NO LEJANOS. Como lo hacemos cada domingo, los hechos del pasado son incluidos en el último bloque. A fines de febrero de 1993, cuando ya el gobierno provincial estaba en manos del Frente Cívico y el peronismo se debatía en una interna sin fin, la orgánica del PJ continuaba intervenida y se mantenía en el cargo al menemista Alberto Conca, un personaje que después de su paso por Catamarca nunca más iba a tener figuración pública o trascendencia política. ¿Por qué el Consejo Nacional Justicialista avalaba aquella continuidad en lugar de proceder a la normalización como había prometido? Simple y sencillamente porque todavía estaba pendiente la elección del senador nacional, que había sido suspendida en diciembre y postergada para el 12 de marzo. Tampoco pudo realizarse en esta fecha por lo que el doctor Hernández –entonces vicegobernador- la pasó para el 2 de abril de 1993. El tema de fondo, sostenido por el gobierno menemista y el de Catamarca, en manos de don Arnoldo Castillo, era impedir que el exgobernador Ramón Saadi llegara a la banca que había dejado libre Julio Amoedo. Aunque parezca increíble, se le negaba esta posibilidad aunque el hombre ya integraba el Congreso en su calidad de diputado nacional, cargo que había conseguido en las elecciones del 1 de diciembre de 1991, cuando fue con la doble candidatura de legislador nacional y gobernador. Esta última la perdió, pero la otra la ganó en representación de la minoría.

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