Más asperezas
La identificación de las actuales autoridades nacionales con el papa Francisco era pública y notoria cuando el entonces cardenal Jorge Bergoglio asumía una posición crítica hacia la gestión de Néstor y Cristina Kirchner. Una vez que se mudó para asumir como Obispo de Roma y la fuerza que conduce Mauricio Macri pasó de oposición a oficialismo, esa relación se desdibujó. Los mismos que aplaudían el coraje y los cuestionamientos de Bergoglio cuando eran para otros, mostraron recelo y descontento cuando se reconocieron como destinatarios de sus palabras.
El enojo fue cada vez más visible. Y comenzó a cuestionarse todo. Que recibió a Fulano, que le escribió a Mengano, que la audiencia con uno fue más extensa y con otro más breve, que en esta foto se ríe y en la otra está serio, que no quiere venir a la Argentina, etc., etc.
La figura del Pontífice no pudo ser manipulada políticamente y eso enardeció a un sector político, que comenzó a querer dar indicaciones, interpretar y dirigir posturas.
Nadie lo acepta directamente, pero el malestar oficial existe y es en ese contexto que muchos ubican las revelaciones del jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien difundió números de los aportes oficiales a la Iglesia, sirviendo en bandeja razones para generar -por la forma en que se expuso la cuestión- indignación popular.
El obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, recordó ante esta polémica que se trata de asignaciones resueltas por mandato constitucional, pero advirtió que está preparado para lo peor.
“Como Iglesia, contenedora y compañera del pueblo argentino, estamos dispuestos a asumir lo que pase en el presente. Igual seguiremos en la tarea evangelizadora y en la búsqueda del bien común, con el favor o el odio de quien nos conduce. El Espíritu Santo nos seguirá acompañando”, sostuvo, en respuesta a lo que se recibió, sencillamente, como un golpe bajo del poder político.