Las picardías no cotizan
El dirigente radical Alfredo Marchioli realizó declaraciones públicas en referencia a la diputada provincial Adriana Díaz, ocasión en la cual la trató de “vedette parlamentaria” y la comparó con Natacha Jaitt y Zulma Lobato, personajes mediáticos vinculados a diferentes escándalos farandulescos.
La utilización de ese recurso fue muy mal recibida y ubicó en un discreto segundo plano la crítica que Marchioli quería realizar, porque en todos los ámbitos sobresalió el método que eligió para expresarse.
Marchioli ofreció disculpas y aclaró luego que no era su intención ofender ni agredir.
Semanas atrás ocurrió algo similar con el juez José Cáceres, que despectivamente sugirió a una comisión de legisladores que convocaran a Piñón Fijo o al Chavo del 8, al aludir a las voces convocadas para evaluar la irregularidad de su permanencia en el cargo.
Son incidentes menores, pero incidentes al fin, de los cuales deberían tomar nota quienes ejercen roles significativos en la comunidad.
Los tiempos han cambiado y aquello que en otras épocas podría resultar simpático o gracioso ya no lo es.
Las picardías no cotizan bien en ninguna parte, porque la sociedad reclama respeto y ya no tolera señales de discriminación o intolerancia, ni siquiera en forma de broma.
Tampoco se otorgará a una frase desafortunada la entidad de una catástrofe, ni se trata de magnificar un episodio de breve trascendencia.
Pero ya sería hora de que las figuras públicas entiendan que la gente está cansada de agresiones gratuitas y exige propuestas, ideas o discusiones con un poco más de nivel.
Apuntar a la chabacanería para buscar mayor repercusión se está tornando a todas luces contraproducente.