El Secretario
La creación del área de Reconocimiento Médico en la órbita del ministerio de Educación, un pedido de los gremios junto con la ampliación del catálogo de enfermedades reconocidas, habilitó el inicio de una demorada revisión del sistema de otorgamiento de licencias. Es que por la facilidad con la que algunos -muchos- profesionales extienden certificados y la laxitud de los controles oficiales previos, un alto número de trabajadores abusó de ellas hasta límites insólitos. Se conoce el caso de docentes que estuvieron dos años o más sin concurrir al aula, en teoría aquejados por dolencias físicas o cuadros de estrés que, llamativamente, no les impedía realizar el resto de las actividades cotidianas. Los reemplazantes también sacaban licencias y así se dieron frecuentes situaciones de “suplente del suplente del suplente”. A pesar del reconocimiento de la problemática por parte de los funcionarios de turno, fue poco y nada lo que se hizo. Con la nueva dependencia pedida, como se dijo, por los propios sindicatos surgió la posibilidad de ejercer mayor vigilancia. Tal fue el mandato con el que nombraron a Analía Ominetti, en quien el ministro Gutierrez cifró expectativas de empezar a producir cambios en prácticas viciadas y de muy larga data.
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La médica aseguró que de a poco se está logrando reducir la cantidad de licencias y con ello, el enorme gasto en suplentes. Hasta ahora, sin embargo, no mostró números concretos de la merma. En ese contexto surgió una especie que, de confirmarse, será un escándalo sin precedentes: un grupo de docentes de Tinogasta que habría pedido licencia por “largo tratamiento” para irse al Mundial de Rusia. La investigación aún está en los preliminares, pero las fotos publicadas por algunos de ellos en Facebook parecerían confirmar las sospechas. Aunque cauta, Ominetti habló de la gravedad de los cargos que enfrentarían los infractores. Llegado este punto, sería fundamental que la pesquisa se lleve hasta las últimas consecuencias y que, en caso de comprobarse la irregularidad, se aplique una sanción efectiva y ejemplar a modo de advertencia a quienes siguen buscando la manera de que el Estado -es decir, todos nosotros- financie sus pocas ganas de trabajar.