Con: Carlos Arréguez
Cara a Cara: Mirando la vida desde la poesía y el canto
domingo, 18 de diciembre de 2016
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domingo, 18 de diciembre de 2016
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Por Kelo Molas
Cantor y compositor. Es uno de los changos nuestros de cada día. Con la humildad que lo caracteriza y enterado de nuestro interés por tenerlo como protagonista de este espacio, respondió emocionado: "¡Qué bueno terminar el año con una buena caricia, gracias hermano!”.
La vida le ha otorgado el carnet de buen amigo, además de un ser querido y respetado entre sus pares. Habla con enorme gratitud de sus hijos Rodrigo Martín, Rocío Anahí, Exequiel y Mauro Agustín y no disimula su alegría cuando nombra a su nieto Máximo. Simpatizante de River y portador de muchos proyectos por cumplir.
A los 48 años, Carlos Alberto Arréguez nos cuenta su historia de vida en el Cara a cara de este domingo, convencido de que la luz de la esperanza iluminará el camino de sueños por cumplir.
- ¿Algún recuerdo en especial de tus comienzos como cantor?
- Antes, debo decirte que en mi familia no había antecedentes de músicos ni cantores. Cuando tenía 8 o 10 años, más o menos, se mudó frente de mi casa el Gordo "Paco”, Paquito Carrizo, en La Viñita. Recuerdo que él ensayaba en la semana dos o tres veces. Y en los días de ensayo, yo dejaba de jugar la pelota para mirar los ensayos. Lo miraba por la ventana y lo acompañaban el "Loco” Giménez, "Condorito” Díaz (padre de la pianista Noelia Díaz) y (Néstor) "Huesito” Martínez. Me detenía ahí, como mirando una vidriera con juguetes; era como que el folklore me atrapaba, y mucho. Un día, Paquito me hizo pasar a la casa y me preguntó si me gustaba cantar… y yo le respondí que sí, entonces me pasó la letra de "El que toca nunca baila”. Después que aprendí la letra, los changos encontraron el registro de mi voz y digamos que fue el arranque con el canto. El Gordo me llevaba a las peñas, que por esa época había varias, entre ellas "Flor de Tusca” y "El Rancho Grande”. Ese gesto de Paquito fue lo que disparó esta pasión de cantor. Después, con el tiempo, aprendí a tocar el bombo y la batería y formé parte de un grupo en el que estaba Raulito Romero.
- ¿Recuerdas la primera actuación que te tuvo como protagonista?
- ¡Cómo no recordarlo! Fue una de esas noches que uno puede decir que son mágicas. Fue en la Fiesta Graciana de la Tradición, en Piedra Blanca, Fray Mamerto Esquiú, festival que conducía (Luis Oscar) Aísa acompañado de Roberto Ibáñez. Era también la primera vez que cobraba unos pesos, que era lo más lindo. Fue una noche de mucha magia, porque tenía un repertorio que era muy festivalero y la gente aplaudió mucho mi actuación. Me acompañaban Carlos Enrique y Raúl Romero; yo tocaba el bombo. Esa misma noche actuaba Catamarca Tres y te cuento una anécdota: Hugo Nanni me dijo que tenía que buscar un nombre artístico y me sugirió "Chacarera Bombo” y por dos o tres años llevé esa identificación artística (sonríe).
- De esa manera te fuiste incorporando a la familia folklórica de nuestro medio.
- Por ese entonces, yo tenía mis referentes y entre los principales estaban los changos de Los de Catamarca. Te parecerá una tontera, pero te cuento que iba siempre al viejo bar "El Richmond” y me sentaba cerca de una mesa y era como que se me estaba haciendo realidad el sueño del pibe. Había una mesa que siempre compartían Manolo Rodríguez, Carlitos Martínez, (Raúl y Rolando) los dos Zafe, Luis Bazán, (Néstor y Carlos) los hermanos Cano, el Coyita Contreras, el Negro Herrera, Marcelo Amador, gente a la que llegué a querer mucho. Siempre digo que soy un afortunado de la vida, porque al poco tiempo ya me sentí integrado a esa mesa y para mí significaba mucho.
- Nos imaginamos que también comenzaste a soñar con el primer Poncho, estar en el festival más grande de Catamarca.
- (Con gesto de euforia) ¡Sí! Me presentó Paquito Carrizo cuando la Fiesta Nacional del Poncho todavía se hacía en la Manzana de Turismo. No fui como artista contratado, era una invitación de Paquito. Me invitó a cantar un tema y al final terminé cantando tres canciones. Fue algo muy lindo y aquí debo decir que en mi vida artística Paquito fue fundamental, además de un gran amigo. Era, como decían todos, "un niño grande” muy querido.
- ¿Y cuándo nace en vos la necesidad de componer el primer tema?
- Cuando tenía 15 años me gustaba escribir. Escribía poemas a los cuales nunca les había puesto música. Recuerdo que escribí la primera zamba dedicaba al festival de San Sebastián, de Pomán, tema que hoy lo canta y muy bien Fernandita Cruz, después de muchos años de haberlo compuesto. Luego, todo lo que escribía lo hacía pensando que tenía que tener una rima y una métrica que conformen después distintos estilos musicales.
- ¿Tenías alguna fuente de inspiración en especial?
- La amistad fue una cuestión que siempre me motivó para escribir. También el amor y el desamor me inspiraron mucho.
- Hoy, ¿de cuántos temas de tu autoría estaríamos hablando?
- (Recurre a la ayuda de su compañera) Sí, son 144, los tengo a todos guardados en una carpeta. Además, tengo un cuaderno lleno de disparadores, de hechos que se me vienen a la cabeza y los voy apuntando. Pienso que esos apuntes, con el tiempo, algún día van a madurar y se harán canciones.
- ¿Alguna inspiración que te haya marcado para siempre?
- Hay algo que me hace emocionar siempre. Sin duda es "Nuestro Poncho”, tema al que le puso letra Leo Eschmuller y es emocionante saber que se ha convertido en el himno del festival mayor que tenemos los catamarqueños, a tal punto que se ha transformado en los últimos años en la canción apertura de todas las noches de la fiesta. Es la zamba que viene interpretando en todas las jornadas del Poncho el grupo "Somos más”, integrado por Norma Halmallán, Leo Eschmuller, Gabriel Más, los chicos de Raza Mía, Fernanda Cruz y yo; pido disculpas si me olvido de alguno. Esa canción tiene una pequeña historia: la preparamos con Leo allá por el año 2002. De Leo debo decir que enriquece toda poesía porque es un capo, un gran músico. Sigo: como lo mío no es nada académico ni nada que se parezca, es de puro corazón todo lo que escribo, recurrí a Leo para que le ponga música a unos versos y por aquellos años decidimos participar de un concurso destinado a buscar un tema que identifique a la Fiesta Nacional del Poncho. No me olvido: la versión original era muy larga, porque la verdad se me fue la mano. Nombraba a los artesanos, a Manolo y Jovita, al Negro Herrera y a muchos personajes que enriquecían la composición; ¡duraba más de cinco minutos! Después hubo que reducirla para ajustarnos a las bases del concurso. Pero ocurrió algo curioso: cuando presentamos la carpeta para tomar parte del certamen, la misma se extravió y por lo tanto no fue tenida en cuenta en esa oportunidad. Años después, descubrimos que un ballet utilizaba nuestro tema para una de sus coreografías en el Poncho. A la gente de Cultura, en el 2012, le gustó la composición y la terminó eligiendo como el himno del festival hasta este año. Otra zamba que pegó mucho fue la que dediqué para "El Infiernillo”, a la que llamé "La del cumpa Castillo”, en homenaje al dueño de casa, Ale Castillo y en la que nombro a Dardo Chanampa, Los de Catamarca, Leo, Lulo Nieto y muchos amigos.
- Carlitos, vamos a entrar en una parte del reportaje, la menos querida por cierto, en la cual vamos a respetar tu decisión de hablar –o no- sobre el tema. ¿Cuándo comienza tu discapacidad visual?
- Mirá… fue a comienzos del año 2009. Yo tengo un problema que es mi diabetes, una enfermedad silenciosa, uno no siente nada, pero dañosa. El problema de la vista comenzó cuando empecé a ver puntos negros, que por ahí se modificaban y de tanto en tanto desaparecían. Cuando fui a consultar a un médico local, me dijo que tenían que hacerme una vitrectomía y me derivan a una clínica de Buenos Aires, donde me atiende el Dr. Reca. Allí me dice que no me haría la vitrectomía y que todo lo iba a solucionar con el sistema láser. Cuando regreso a Catamarca, el profesional que me atendía aquí me dijo: "te quemaron literalmente el ojo derecho”; me explicó como que me habían estrangulado el nervio óptico y de esa manera no hubo forma de salvar el ojo derecho. A todo esto, uno de mis hijos llamaba a Buenos Aires para conectarse con el Dr. Reca, pero ya no lo atendía, sólo nos podíamos comunicar con la secretaria. Pasaron 20 días de aquello y dejé de percibir hasta la luz, era una oscuridad total. Para que te des una idea, en estos momentos apenas tengo el 18% de visión del ojo izquierdo, lo que por supuesto no me sirve para ver.
- Está demostrado que el problema no frenó tus ganas de seguir luchando, escribiendo y cantando.
- No, para nada. Y aquí debo destacar algo fundamental: mi familia siempre estuvo a mi lado, de manera especial mis hijos. Nunca me sentí solo y aprendí que estos golpes te dan más fuerza para seguir adelante. Que después de una caída, hay que sacudirse un poco y seguir avanzando. Hay cosas que te suceden por algo, ya está. Te cuento: con el 18% de visión, me fui acostumbrando a seguir andando y, por ejemplo, cuando salía al centro había gente que me chocaba y hasta me recibía un insulto porque seguramente pensaba que yo era un distraído o un torpe. Me sentía mal, pero comprendía que esa gente no sabía que yo tenía problemas de visión. Un día, ya con el carné de discapacitado visual, fui a pagar un impuesto en un Rapipago de un amigo, quien me hizo pasar directamente a la ventanilla de discapacitados, sin necesidad de ninguna espera. De pronto, una mujer me comenzó a insultar, gritándome que un carnet de discapacitado le dan a cualquiera. Cuando le muestro la documentación, me pidió perdón. Allí ocurrió algo curioso: cuando ella me pidió perdón, se me escapó una risa, seguramente por los nervios que tenía y la mujer se enojó a tal punto que me empujó y me hizo caer. Fue algo tragicómico. Salí del local y me fui a tomar un café. Ahí tomé conciencia de que necesitaba un bastón y bueno, tuve que comprarlo. A todo esto, mi familia no aceptaba que yo use un bastón, tal vez por una cuestión de sobreprotección. Me decían: "no te hace falta un bastón, nosotros te vamos a acompañar toda la vida”. Pero debo decir que la independencia no tiene precio y yo me impuse, aprendiendo que el bastón te enseña cosas que uno, en una vida normal, no las valora.
- Invadiendo un poco tu intimidad, debemos señalar que al lugar de esta entrevista llegaste apoyado en otro "bastón”, que tiene vida y seguramente significa mucho para vos.
- (Ríe feliz) Sí, un día llegó ella. Se llama Mirta y es mi compañera. Pero mirá lo que son las cosas de la vida: nosotros nos conocimos en la escuela secundaria, éramos compañeros de curso. El destino quiso que ella formara su familia y yo la mía. Cuando me divorcié, la encontré nuevamente y estamos juntos desde abril. Es mi compañera y tenemos muchos proyectos en común. Muchas veces en soledad pensé: "el tipo que tiene proyectos no se queda nunca, y yo los tengo”. Todos los días me levanto con alguna inquietud nueva.
- Se acercan las fiestas de fin de año. ¿Algún deseo en especial?
- Mi deseo es que todos los catamarqueños seamos felices. (Visiblemente emocionado) Que el Niño Dios nos traiga para todos mucha paz. Y bueno… (tiempo de apagar el grabador).
Junto a Rito Peralta, Carmen Villafañe y "Sapito” Sánchez, en Las Voces del Cerro.
Por este tema, Carlos Arréguez y Leo Eschmuller fueron distinguidos en mayo de este año por el Concejo Deliberante de la municipalidad de la Capital, a iniciativa del concejal Ariel Haroldo Pedemonte. Recibieron el reconocimiento "Mérito San Fernando”
"Venga sumemos las manos / que juntos seremos un poquito más / para que armemos la trama que pronto, muy pronto, nos abrigará / Vengan sumemos las manos, que el Poncho que es nuestro de todos será / El nuevo siglo es muy joven / y a unirnos nos llama haciendo amistad / Latinoamérica toda debe cobijarse en un sueño ancestral / El siglo nuevo es muy joven y a unirnos nos llama haciendo amistad / Luces de colores pintan tu escenario / desde las alturas un cóndor que agranda la visión de mi tierra latinoamericana / Los pueblos americanos se cobijan y un solo grito de gloria se hermana / Jorgito Herrera es el hombre / y este el escenario donde vivirá / Sea perpetuado en el tiempo y junto a su bombo nos acompañará / Jorgito Herrera es el hombre y este el escenario donde vivirá” /.
Gracias y felicidades
El reportaje a Carlitos Arréguez constituye la última entrega del año del ciclo Cara a cara que domingo a domingo propuso El Esquiú.com durante 2016.
Fueron 45 entrevistas a personajes de todos los sectores de la vida provinciana, con un puñado de excepciones a visitas destacadas a nuestra Provincia, que expresaron sus pensamientos, sus frustraciones, sus logros y sus aspiraciones en un marco de absoluta libertad.
En todos los casos, hubo varios denominadores comunes: el deseo de una Catamarca grande y en paz, que sean muchas más las cosas que nos unan que las que nos separan. Que los políticos se despojen de sus intereses personales y trabajen para la gente, en especial para los sectores más carenciados.
Que haya menos pobreza y nada de corrupción. Que tiremos todo para el mismo lado en el intento de abrazarnos la realidad de los sueños postergados. Que, en definitiva, alcancemos a ser lo que podemos ser: dignos de vivir en la tierra amada. Mi profunda gratitud a los directivos del diario por permitirme alimentar mi pasión por el periodismo en la curva descendente de mi vida.
A los responsables y trabajadores del área de Redacción, por haber disimulado y corregido en silencio mis errores.
A los entrevistados, la paciencia, el tiempo y la inteligencia; de todos aprendí un poco. A Roque Eduardo... por todo.
A los reporteros gráficos, que supieron "hablar” con sus imágenes en cada trabajo realizado. A mi familia por aguantarme los berrinches cuando algo salía mal (no pocas veces, por cierto).
A mis amigos que me alentaron siempre. A los lectores por compartir mis inquietudes periodísticas, aún desde la crítica y el rechazo. A mis comprovincianos: un abrazo largo y los augurios de paz y un 2017 pleno de progreso.
A todos, finalmente, gracias y felicidades. Viejo, he cumplido cuando me decías: "chango, en la vida hay que ser agradecido”.
Kelo Molas