Cara a cara

“Primar la vida sobre la economía, si es necesario”

Hoy: Martín Musarra
domingo, 5 de noviembre de 2017 00:00
domingo, 5 de noviembre de 2017 00:00

 Dice el crítico de cine Lucas Rodríguez de “Mi mamá lora”: “Es una combinación estimulante de preciosidad narrativa, pericia en la dirección, excelente ambientación musical e inventiva en la historia”. Uno de los tantos elogios de esta mezcla de folklore y fantasía que significa el filme que todos los domingos de noviembre se exhibirá desde las 18 en el Cine Teatro Catamarca en el marco del Espacio INCAA. Su joven director (38), platense de nacimiento y catamarqueño por elección, es hijo de Juan Domingo, fallecido hace 20 años y Aurora. Es padre de Teo (11) y Antù (7), ambos nacidos en Andalgalà. Un día, hace 15 años, llegó a la “Perla del Oeste” para vacacionar por  unos días. Luego sintió que extrañaba ese rincón del oeste catamarqueño. Y volvió para quedarse, “quién sabe hasta cuándoserá”, como dice la zamba. Se llama Martín Alejandro Musarra, cineasta creador de “Mi mamá lora” y es el protagonista del Cara a cara de este domingo.
  -¿Qué es “Mi mamá lora”, además de una película?
  -Representa un mojón en mi historia personal, aun cuando a cada película la tomé siempre como propia, sea cual fuere el rol que me toque; cada film te modifica. Pero esta película, particularmente, es muy significativa porque es mi debut cinematográfico como director, lo que significa además mi presentación ante el cine nacional y del mundo con una propuesta, si se quiere, rara. Porque tiene un código y una idea bastante particulares: podría decir entonces que además de una película, “Mi mamá lora” es algo así como mi tercer hijo, pero con la diferencia de haberlo parido (sonríe). A los otros dos hijos los parió la madre, pero esta experiencia es la más compleja que he tenido en mi profesión. Es un debut y es una marca. En la línea histórica de mi vida, cuando llegue el momento de hacer una reseña, esta película va a ser una bandera puesta en un momento particular de mi existencia.
  -En síntesis, ¿de qué se trata?
  -La película aborda muchos valores e identidad, y básicamente cuenta la historia de una familia que tiene el don de transformarse en animales; es una especie de fauna. El caso de la madre, la protagonista, tiene el desafío, por primera vez en la vida, de firmar una autorización para dejar ir a su hija a un campamento, algo que ella no quiere y lo está elaborando internamente. Ese acto de desprendimiento hace  que una emoción muy fuerte le despierte su transformación, algo que se da una vez en la vida. Claramente, esa transformación en un animal es una señal de la vida, tiene la misión de enseñarle algo. Le contaba a algunos niños días pasados que podría decirse que, en un principio, el hecho  hubiese representado una maldición, pero esta gente, al transformarlo en una herramienta de descubrimiento personal, de cómo son y qué cosas tienen que trabajar, se convirtió nítidamente en un don. Juana, nuestra protagonista encarnada por Valentina Marcone, una chica de 11 años, de Concordia, tiene que transformar esta madre de lora en mamá y tiene un plazo de tres días, de lo contrario su mamá puede quedar como animal para siempre. En eso tiene que haber de parte de la mamá, dentro de ese animalito, un aprendizaje.
  -El mensaje del argumento va más allá del público infantil. 
  -Creo que el mayor no acompaña al niño solamente en la proyección. El grande también se deja atrapar por la magia de la película, en la que hay personajes adorables como el de Gabriel Páez que hace de “Tío Beto”, que se transforma en caballo y  trata de ayudar a Juana, pero es algo torpe. Creo que la película, como toda fábula, deja algunas moralejas. Siempre les digo a los padres: aprovechen esta oportunidad, de ver la película y después charlar con los hijos; porque los niños quedan muy movilizados en razón de que se tratan algunas cuestiones que tienen que ver con el mismo ser, el animal y algunos valores. Los niños captan el mensaje y lo transmiten; y los mayores aprenden mucho. Cuando uno está invadido por tantas cosas y un mensaje simple llega de manera directa al corazón, encuentra a los niños siendo cómplices de esos mensajes, y a veces son claves para que los niños terminen dando su punto de vista.
  -El hecho de que se haya filmado en el interior del país (Concordia, Entre Ríos), ¿tiene un significado especial o una búsqueda de algo?
  -Sí, por supuesto. Creo que todos los lugares del interior tienen una conexión con la naturaleza, desde el punto de vista espiritual cada lugar tiene un mensaje y los propios paisajes tienen muchas historias. Por eso también el folclor es lo que es, porque es descriptivo, tiene el espíritu de la montaña, del agua, del árbol y siempre aparece una sensibilidad diferente que la tiene, por ejemplo, el folclorista y por ahí el artista urbano se dedica más a cuestiones mentales. Un crítico de cine, hablando de la película, ha remarcado el aspecto folclórico que también se suma a esta vorágine de cosas que incluye la presencia de Silvia Zerbini en la película, que baile y que ahora sea la directora del Ballet Folklórico Nacional. Tenerla a ella bailando espontáneamente reafirma eso de que el interior tiene una identidad. En síntesis: creo que el interior es muy importante no solo como escenario sino también como sostenedor de la idea. Hace como de lienzo de la pintura que se pinta.
  -Es además, esto de filmar en el interior, ¿un desafío para demostrar que se puede hacer buen cine másallá de Buenos Aires?
  -Sí, claramente. Hay asimismo una gran diversidad, cuando uno plantea las cosas desde distintos puntos. A veces, muchos de los problemas que tenemos no los podemos resolver porque siempre los miramos desde un mismo punto. Entonces, uno se encuentra con un amigo que tiene otra experiencia de vida y te lo hace mucho más fácil. Creo que el cine nacional, de un tiempo a esta parte, ha empezado a hacer algunas producciones desde el interior y considero que proponen un aire distinto. Otra de las críticas en positivo fue encontrar a niños hablando en entrerriano, por eso creo que es un mensaje no sólo a Buenos Aires sino al mundo, porque las películas que vienen para los niños tienen un mensaje con un lenguaje neutro, un mensaje universal para que en todos los países de Latinoamérica se hable de la misma manera. Esta película al primer festival que ingresa es en Chicago, Estados Unidos, y fue el único largometraje de toda Latinoamérica en ese festival. O sea: con voluntad y clara determinación nos dimos cuenta que estábamos representando a Latinoamérica con niños que hablan en entrerriano. Porque pienso que los valore son comunes: la patria grande, el continente latinoamericano, comparte los mismos dolores, las mismas alegrías, tal como lo expresan sus ritmos musicales.
  -Hablemos un poco de “tu” Andalgalà, territorio catamarqueño que ya forma parte de tu mundo. ¿Cómo fue?
  -Cuando uno pasa tanto tiempo en un lugar que lo elige de manera espiritual, comienza a dejarse tentar por ese lugar. Imagínate: 15 años tomando el agua del cerro, 15 años comiendo las frutas de los productores del lugar; las nueces, las aceitunas, las naranjas del árbol que vio crecer, una frutilla que es la mejor del mundo da cuenta de la generosidad del suelo. Entonces, todos estos años mi cuerpo se construyó de todo eso y yo me construí como padre. Los valores que estoy aprendiendo junto con mis niños en una sociedad que tiene sus problemas, pero que por lo menos tiene un modo de recibir a un niño y que hace que uno  como padre no esté tan pendiente de la inseguridad, por ejemplo, aunque pendiente de otras cuestiones: eso importa mucho y hace a que uno sea como es. Llegué por primera vez hace 15 años, de vacaciones, por intermedio de amigos que conocían Andalgalà desde el aspecto antropológico y arqueológico. En Andalgalà hice el casting para la película “Galleros”, que es la primera película que hizo la productora con la que, al final, termino dirigiendo. Yo filmo por mi papá, porque papá amaba el cine y siempre lo hizo como un hobby. A los 8 años filmé por primera vez con una cámara suya. El hacer las cosas como si fuera lo último que hacès en la vida es fundamental. Volviendo a mi presencia en Andalgalà, todo lo que te conté te va transformando. Además, ser padre de un catamarqueño te genera una ligazón especial. Ahí comencé a entender lo que es extrañar un lugar, lo sentí cuando me empecé a ir de Andalgalà, para que te des una idea hasta donde llega la conexión con el lugar. Por muchas cosas: por los hijos, por los amigos, por la sombra de tu árbol, por la fruta, por los animales a los que tenès que darles de comer. Una comunidad que me recibió muy bien desde el primer viaje de vacaciones que hice: con gestos de puertas abiertas o el “probà esto que hice”. A mí me enseñó mucho la generosidad del catamarqueño, será porque no tienen la carga emocional de la vorágine de las grandes ciudades. Siempre les digo: no miren los noticieros de Buenos Aires, porque allá tienen miedo de abrirle la puerta a la gente. La cuestión es que no se dejen invadir por situaciones que lo pueden modificar culturalmente. Una de las cosas que más amo de Catamarca es ese espacio que comparte el catamarqueño, como tomar  mates en la puerta de la casa y que habla de un ser sociable, que no está encerrado. Ahora lo valoro mucho a todo esto porque estuve hasta los 24 años sin conocerlo.
  -¿Alguna posibilidad de hacer una película en Catamarca con actores locales?
  -Sueño con esa posibilidad. Pero debo decir que a veces el sentido de pertenencia no tiene nada que ver con el mensaje. Quiero señalar que no me siento todavía pleno, como puede hacerlo algún catamarqueño, de contar algún tipo de historia, más allá de que uno se apasione con  determinados personajes o  episodios que pasaron en la historia de Catamarca. Pero sueño con filmar en Catamarca, con construir una historia desde estos valores, lo que no quiere decir que me pueda llegar a comprometer con un mensaje netamente catamarqueño; es como que siento que en este aspecto me falta autoridad. A medida que te ponès a leer a determinados autores de la literatura catamarqueña, seguís aprendiendo. Por ejemplo: lo lees a (Luis) Franco y pensàs que, si bien me siento catamarqueño, todavía hay un aprendizaje por pasar. Hoy por hoy, para el INCAA  soy un director de cine, lo que me abre otras posibilidades de concretar algunos sueños, como hacer películas desde aquí.
  -¿Algún personaje en particular de la historia universal que interese para una película?
  -(Piensa unos segundos) La verdad, hay muchísimos y aquí mismo hay muchos también. La historia de Luis Franco me parece apasionante, casi como que no lo puedo creer. Si lo sitúas en espacio-tiempo no podès creer que Franco haya sido lo que fue. Puedo pensar en cualquier personaje del mundo, en un Buda o en un Cristo, pero el grado de crítica, de despojo de compromiso con las grandes hegemonías que tuvo Franco lo hacen un personaje ejemplar. Hay que aprender mucho para poder interpretar qué le nació a Franco con ese diccionario de la desobediencia, de la rebeldía. Él lo tenía todo muy claro.
  -¿Ya es definitivamente Andalgalà tu lugar en el mundo?
  -No lo sé. Calculo que sí…pero una persona que ya se mudó una vez, puede llegar a mudarse miles de veces. Es como que uno empieza a sentir que cualquier lugar puede ser su lugar en el mundo, másallá de todo lo que se extraña. Me gusta mucho establecer en lo inmediato esa sentido de apropiación del lugar  donde está; me gusta establecer el vínculo desde el vamos. Desde este punto de vista uno va siendo cada vez más expansivo, admitiendo que  Andalgalà te tira mucho. Pero también hay determinadas cuestiones que te cansan un poco, como que te tilden de una determinada cosa, como por ejemplo de “ambientalista”, como me tildaron en su momento. Cuando uno tiene hijos chicos y sabe que esos niños necesitan el agua para crecer sanos y para que sean lo que quieran ser, uno tiene que garantizar como padre el agua que necesitan. Mi lucha en Andalgalà comienza cuando me comprometo con mis hijos. En Andalgalà hay un compromiso muy grande, que parte desde la misma decisión de uno de vivir ahí y que nace desde la soledad. Cuando lo decidí yo no estaba en pareja, no tenía hijos. Tampoco elegí  Andalgalà por una conveniencia económica. Elijo el lugar desde lo interno y asumo el compromiso con todo eso que me estaba enseñando ese lugar. Y esa enseñanza viene a través de los hijos también y es ahí donde uno comienza a leer esas pequeñas señales de la vida y se compromete con esos problemas que, de alguna manera, como sociedad tenemos que resolver: que prime la vida por sobre la economía si es necesario.
  -Esto de ser cineasta, ¿es un homenaje a la memoria de tu padre?
  -Sí, totalmente. Tuve muchos momentos en los que me podía haber bajado cuando se piensa ¿qué hago acá? A pesar de algunas contradicciones que se fueron dando, entiendo que es la pasión la que me llevó por este camino. Porque no es lo mismo estar tomando un mate bajo una mora en Huaco que dirigir una película,y, claramente, cada vez que me pasaban por la mente estas situaciones, pensaba en mi padre y creo que el impulso inicial de mi viejo viaja a través de mí. Adquirí esa pasión, aun cuando no me la haya inculcado. En mi caso, me gustó mucho la herramienta de hacer cine. Te cuento: un día me robaron una cámara y yo entendí como que era un mensaje de que no tenía que filmar más, pero no lo soporté mucho tiempo. Me gusta escribir, sacar fotos, la música, el arte en general. Pero entiendo que mi misión en este lugar es transmitir cosas a través de estas herramientas. En esta película, además de mi viejo, los niños han sido un gran elemento motorizador. En los momentos en que la película está desarmada pensé en la mirada de esos niños espectadores, en el compromiso de qué les voy a contar; cuidar sus mentes, sus corazones. Es decir: el mismo compromiso de cuidado que tengo con mis hijos, quiero tenerlo con cada uno de los espectadores; eso ha sido diría la zanahoria de toda esta aventura, porque tenemos que cuidar el cine nacional y además, fundamentalmente, cuidar a nuestros niños. Esta película, en definitiva, es una combinación de todo eso.
  -Hay una buena noticia relacionada con la película.
  -Es así. Hay gente que se quedó sin ver la película y me informaron que está disponible el espacio de todos los domingos de noviembre, a las 18 en el Cine Teatro Catamarca, para que se proyecte “Mi mamá lora”. Aprovecho la oportunidad para decir que ese cine (Teatro Catamarca) es un gran templo. Me contaron que estaba parada la parte que tiene que ver con el cine, pero por suerte hoy está todo bien y es muy importante que se haya recuperado ese espacio. Porque es el lugar donde puede haber una continuidad de ver películas nacionales que no tienen tanta llegada en los circuitos comerciales. Nos pasó con “Mi mamálora”, que no encontró lugar para el cine comercial. Es un tema muy complejo. Por eso el Espacio INCAA es una muy buena alternativa para que sólo esté el cine nacional y que además es totalmente accesible para toda la familia. Y  también para que no se pierda ese ritual tan importante que la familia vea junta una determinada historia.

Por Kelo Molas

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