Hoy: Jorge Avellaneda

Cara a Cara: “Si se cometen muchos yerros, la gente no va a creer en la Justicia”

domingo, 10 de diciembre de 2017 00:00
domingo, 10 de diciembre de 2017 00:00

Por Kelo Molas

Dice una máxima popular: “Sé justo en el momento preciso”. En el caso de nuestro entrevistado, podríamos agregar: “Así en la profesión como en la vida”. Reconocido abogado y flamante jubilado como juez en lo Civil y Comercial, honra la vida como a la profesión y tiene el mejor y agradecido concepto de su hermano Carlos Fidel, también abogado. El caminar con la frente en alto por nuestras calles le representa el honor del deber cumplido y el máximo legado para su familia. Es el protagonista del Cara a cara de este domingo y se llama Jorge Eduardo Avellaneda.
 

-Flamante jubilado del ámbito judicial. ¿Después de cuántos años accedió a la jubilación?

  -En el Poder Judicial de Catamarca fueron 22 años, pero en definitiva son 45 de actividad relacionados con la Justicia, porque mientras hice mi carrera universitaria trabajé 6 años en el Poder Judicial de Córdoba como empleado. A punto de rendir mi última materia, presenté mi renuncia al cargo porque no quería quedar atrapado en Córdoba. Me tiraba mi tierra, por supuesto. Y me vine a Catamarca. Esto fue en el año 77.

 

  -¿Cuáles fueron sus comienzos, ya en Catamarca?

  -Comencé trabajando un poco en lo que venía mejor preparado, que era materia penal, porque mis 6 años de trabajo en Córdoba fueron en un juzgado de Instrucción. Pero poco a poco, porque la realidad de Catamarca es así, hay que diversificarse, y entonces me fui metiendo cada vez más en lo civil, además de prepararme en materia administrativa. Y después de 18 años de ejercer la profesión en forma particular, ingresé en la Justicia, en el fuero civil, hasta el presente. Me jubilé hace muy poco.

 

  -Como en todas las funciones que tienen una determinada exposición pública, el funcionario –en este caso judicial- va ganando una imagen en la gente. Nos imaginamos que, ya jubilado, no teme salir a la calle y encontrarse con un dedo acusador por algo, porque ha sabido responder en lo profesional y en lo personal a valores como la ética, eje de su vida.

  -Efectivamente. Considero que no tengo deudas por las que deba rendir cuentas. Jamás actué pensando en hacerle daño a alguien. Jamás me quedé con algo que no me corresponda. Jamás, en mi calidad de juez, tomé una decisión de manera antojadiza, menos malintencionada. Seguramente pude haber cometido errores, sin lugar a dudas, pero nunca con la intención de perjudicar a nadie. Mi conciencia goza de absoluta tranquilidad.

 

  -Bien pudo haber continuado en sus funciones unos años más, pero tomó la decisión de jubilarse. ¿Por qué?

  -En primer lugar, debía ser coherente con la postura que tuve como integrante de la comisión directiva del Colegio de Abogados, allá cuando se conformaba la nueva Corte de Justicia, luego de la intervención federal a Catamarca. Sosteníamos que quienes ingresaban como integrantes de la Corte no podían –y no debían-  hacerlo porque así lo establece una norma constitucional. Porque superaban la edad que prevé la Constitución, que solamente exceptúa el desempeño en el ámbito de la docencia. Esa fue nuestra postura y yo debía ser consecuente con ella. Después, en honor a la verdad, ya estaba cansado, diría muy cansado. Realmente, en los últimos años llegué a un estado total de agotamiento. Fueron 22 años como juez, en la misma función, en primera instancia, a lo que llamo “campo de batalla” o “trinchera”, donde la actividad es muy intensa y sinceramente hay que poner en el lugar de quienes lo ejercen. Digo que se podría trabajar en mejores condiciones, pero para eso hay que hacerlo crecer al Poder Judicial. Luché bastante para esto, logré algunas cosas, pero otras no pude. Puedo decir que tuve que pelear durante casi 6 años por la creación del fuero de familia, porque como seguramente lo advertían mis colegas, se veía venir algo muy complejo como es el tema de la violencia familiar. Eran innumerables causas e imposible que un juez civil las pudiera atender a todas: sucesiones, daños y todo lo que se les ocurra en materia civil, además de la parte de familia. Y todo merece una respuesta merced a un trabajo concienzudo, honesto. Decía que pasaron 6 años de lucha desde que tomé conocimiento de un proyecto de la entonces diputada (Aída) “Luchi” Maldonado para la creación del fuero de Familia. El proyecto estaba cajoneado. Cuando asumo la presidencia de la Asociación de Magistrados, pedí a la comisión directiva que solicitáramos a la Legislatura la copia de todos los proyectos que tenían relación con el funcionamiento del Poder Judicial para ver qué podíamos aportar nosotros. Y uno de los proyectos fue el que mencioné. Pasado un largo tiempo se crearon los dos juzgados de Familia, lo que indicaba que era imprescindible que ello se concretara. Todo se va saturando, sea en la Justicia, en la administración o en cualquier otro ámbito laboral, si no se toman las medidas adecuadas en su debido momento. Propusimos también la creación de un fuero de sucesiones y desalojos, con la idea de descomprimir el accionar de los cinco juzgados existentes. 
 

-Las demoras en el crecimiento del Poder Judicial ha generado, suponemos, muchos problemas.

  -Lógicamente. Esas demoras en hacerlo crecer al Poder Judicial conlleva que se saturen las oficinas de los respectivos juzgados, y obviamente los jueces no dan más. Entonces, volviendo al tema de mi decisión de jubilarme, como dije lo hice porque me llegó la edad y porque, fundamentalmente, no quería arriesgarme a perder el poco  que pueda tener en el contexto de la comunidad ante los inconvenientes que se presentan para trabajar en espacios más adecuados.

 

  -Otros jueces, a diferencia suya, siguen en sus cargos cuando hace un rato largo que podrían haberse jubilado.

  -Creo que hay una norma constitucional que hay que respetar. Además, hay condiciones psicofísicas que hay que contemplar, y también que hay que dejar paso a los que vienen, a los nuevos. Considero que es una cuestión de sentido común. En mis mejores tiempos, dormía apenas cuatro o cinco horas (sonriendo: “como Neustadt”) y me las bancaba porque estaba en condiciones de hacerlo, pero llegó un momento en que mi organismo me hizo un llamado de atención y entonces me tuve que cuidar más y pensar en tener más descanso. Aclaro que no me interesa en lo más mínimo confrontar con nadie. Cada uno es dueño de hacer lo que considere. Pero voy a insistir en algo: hay que hacerlo crecer al Poder Judicial de Catamarca y lo que hacen falta son jueces, gente que tome decisiones. No más computadoras, secretarios o prosecretarios, lo que hace falta son jueces (con tono más enérgico).

 

  -¿Cuánto significa para usted el valor Justicia?

  -Mucho, es fundamental. Siempre se ha dicho que justicia significa darle a cada uno lo suyo, lo que a cada uno le corresponde. Eso: lo que corresponde. Y no solamente de acuerdo a la ley que tengas escrita a mano. Hay que buscarle el camino hasta encontrarlo; hay una ley madre, una Constitución que a veces nos da la luz para tomar una decisión. Por mi parte, en más de una oportunidad declaré inconstitucional hasta leyes nacionales. Hay que jugarse y hacerlo, siempre que el derecho lo permita.

 

  -Hay un reconocido constitucionalista, el Dr. Rodríguez Villafañe, que alguna vez declaró en este mismo espacio que a veces tiene la impresión de que la Justicia “es genuflexa con los poderosos e impiadosa con los pobres”. ¿Cuál es su opinión al respecto?

  -Debo decir que en medio de la causa Morales, en la que asistí a Luis Tula, también arribé en algún momento a esa conclusión. Veía que se estaba produciendo una dicotomía, porque no se estaba actuando de la misma manera con Luis Tula en relación a otro de los imputados. De todas maneras, creo que no es tan definitiva esa apreciación, pero somos humanos y a veces nos equivocamos en algún sentido.
 

-¿Por qué considera que la mayoría de la sociedad no cree en la Justicia?
 

-Será porque se cometieron muchos yerros. Si vemos los casos de personas que han sido condenadas por una violación, por ejemplo, y al poco tiempo están libres y cometiendo el mismo hecho, lógicamente la gente no va a creer en la Justicia. Considero, en el marco del fuero penal, que se debe ser cada día más riguroso en poner a buen resguardo a las personas que, definitivamente, se manifiestan violentas o que tienen su conducta destruida por la droga y caen en la delincuencia. Hay que buscarle la vuelta, indudablemente, pero no puede ser  que en pocos días una misma persona cometa el mismo delito. Estaríamos todos en situación de peligro. Esta es una de las principales causas que llevan al descreimiento de la Justicia.

 

  -Cuando aludió a la conciencia tranquila, ¿lo hizo sostenido en haber actuado siempre conforme a derecho?

  -Efectivamente. E insisto: me puedo haber equivocado. Seguramente pude haber cometido algún error desde el punto de vista de interpretación de la ley o de no haber encontrado el camino justo, pero tengo la absoluta tranquilidad de no haber hecho nada con la intencionalidad de dañar a alguien. De eso estoy seguro.

 

  -¿Algún fallo en particular que recuerde?

  -Sin duda que son muchos, pero me viene a la memoria uno cuando declaré inconstitucional una norma nacional que impedía que personal de la administración pública que llegara a un estado delicado de salud, diría irreversible, pudiera reunirse de inmediato con el seguro previsto para ello; procuraba atender la salud y que tengan una mejor calidad de vida. Se trataba de una acción autosatisfactiva. Declaré la inconstitucionalidad de esa norma porque era inconcebible que se obligara a esa persona a volver al trabajo cuando estaba casi en una situación terminal. De hecho: si ese agente no podía volver, la norma no tenía sentido y había que pagarle el seguro. Esto sentó un precedente, porque inmediatamente comenzaron a llover presentaciones, a las que hay que tratar con mucho cuidado para evitar los abusos.

 

  -También se suele escuchar con frecuencia, en relación con la Justicia y a algunos fallos en especial, aquello de que “es una puerta giratoria”. ¿Qué hay de cierto?

  -Bueno, está íntimamente relacionado con lo que expresaba hace algunos minutos: considero que se debe aplicar la ley con la rigurosidad que corresponde, de modo de evitar la rápida salida de personas que han cometido hechos graves y son reincidentes; y si éstas están influenciadas por la droga, buscarles un lugar para que sean atendidas en procura de su sanación. No se puede someter a la sociedad al peligro constante de que esa misma persona vuelva a cometer inmediatamente el mismo hecho, como ha sucedido en reiteradas oportunidades.

 

  -También está el convencimiento ciudadano de que cuando la Justicia tarda en llegar, no es Justicia.

  -Y, sí. Es así. Tiene que ver con mi apreciación anterior: hay que hacer crecer al Poder Judicial para tener una Justicia más rápida y efectiva. De eso se trata.

 

  -Además de jueces, ¿también le falta al Poder Judicial una nueva infraestructura física? Se habló mucho de una Ciudad Judicial.

  -Hace un tiempito le propuse al actual gobierno provincial, a través del ministro (Rubén) Dusso, destinar el predio del exservicio penitenciario (sito en la intersección de avenidas Güemes y Virgen del Valle), que eran 4 manzanas que estaban disponibles, para el funcionamiento del Poder Judicial. Lógicamente la obra no se puede hacer con recursos provinciales, pero habrá que recurrir a créditos internacionales, como lo hicieron otras provincias, tal el caso de Salta, que hizo un edificio de 200 metros de frente por 80 de fondo. Nosotros acá tenemos un espacio de 4 manzanas para levantar un edificio con miras a cubrir las necesidades no solamente judiciales, sino también administrativas y demás, incluida una playa de estacionamiento en el centro del predio. También (Eduardo) Brizuela del Moral cuando era gobernador tenía la idea de llevar el Poder Judicial a las inmediaciones del Predio Ferial, pero tampoco se concretó. Aclaro que no me interesa la política partidaria y puedo alabar o criticar a cualquier gobierno. Lo que pienso y digo lo hago desde el punto de vista del interés general.

 

  -¿Fue tentado alguna vez para incursionar en política?

  -En mi época de estudiante universitario, formé parte durante muy poco tiempo de una organización juvenil peronista. No me convencieron ciertas cosas, lo veía como a un movimiento muy personalista; era cuando estaba (Juan Domingo) Perón en el gobierno. Notaba muchas contradicciones y la lectura que hice fue que Perón, mientras estuvo exiliado en España, se granjeó el acompañamiento de ciertos sectores para su regreso al país y después, sabemos, los echó de Plaza de Mayo. Luego vino todo lo que vino. Creo que en política se debe hablar y actuar de manera totalmente clara, no hay para qué andar con maquiavelismo alguno. Recuerdo que en alguna oportunidad, un dirigente barrial, de apellido Vega, que vivía a la vuelta de donde tengo mi estudio jurídico, me fue a tentar para actuar en política. Quería que yo fuese el referente del sector, pero por esas cosas de la vida, no acepté y no se concretó nada. No cuestiono al peronismo por lo que significa en sí mismo. Por ahí no estoy de acuerdo con algunas contradicciones. Ha dejado muchas cosas positivas, pero bueno, hay que renovarse. Y con esta idea, un día convoqué en mi domicilio particular a un grupo de amigos y les propuse iniciarnos como un movimiento de ideas, lejos de toda apetencia inmediata de pretender cargos ni nada por el estilo. Pero aparecieron algunos personajes cuya única mira es lograr un cargo público y se desvirtuó la idea original, todo quedó en el camino.

 

  -Ya jubilado, ¿va a seguir como trabajando en la profesión de abogado?

  -Sí. Estoy volviendo de a poco al estudio particular. Tengo un hijo que comenzó a trabajar en la profesión y tengo que acompañarlo.

 

  -¿Hay alguna herencia en especial que piensa dejarle a sus hijos, a su familia?

  - (Emocionado) Lo fundamental: la tranquilidad de que se sientan orgullosos de un padre honesto que ha dado lo que pudo, tanto en la función pública como en la actividad privada. Y, si es posible, dejarles la base de un buen pasar. 

 

La música y la familia

Tan cierto es aquello de que nada es casual, todo tiene su razón de ser. Jorge Avellaneda, además de su profesión de abogado, es un amante de la música. Y lo explica: “Siempre estuvo presente en mi familia. Mi madre (Raquel Alejandría Renauld) era profesora de música, hasta que fue dejando de a poco del piano y se dedicó más a su actividad como modista. Presumo que le gustaba mucho la costura y además le proporcionaba algún dinero que ayudaba a la escasa jubilación de mi padre, como maquinista ferroviario. A propósito de mi padre (Fidel Antonio), era un buen cantor, con un registro muy alto en su voz, parecido al de la época de esplendor de don Antonio Tormo”.

Si bien rechaza de plano la palabra compositor, es el autor, por ejemplo, de una linda y melodiosa zamba dedicada a los esperados encuentros con los compañeros de la promoción 69 de la Normal de Maestros “Fray Mamerto Esquiú”, llamada “Regocijo”.

Es más: hay una grabación en la que el Dr. Avellaneda canta el tema a dúo con el lapaceño triunfador Carlos Bazán, a quien este periodista denominó “El indiscutido señor del canto”.

Cabe señalar que el recreíno Carlos Bazán es hermano de la esposa de nuestro entrevistado, Elva Bazán. Y, se sabe, hermano de Luis, integrante de Los Cabales y Los de Catamarca. Es de imaginar cuando se juntan, guitarras en mano, Carlos, Luis, Jorge y su hijo Ale, una de las voces jóvenes que se abre camino en el oficio de cantar. Como para decirle al oído que se vaya preparando para recibir gratas melodías.

“Fue un honor grabar una zamba con mi cuñado Carlos, y encima que le haya gustado la canción”, dice el abogado-cantor. Platea no le falta a la junta familiar a la hora de guitarrear. Están las manitos de los nietos de Jorge para aplaudir y ensayar los primeros “bis”: Catalina, Gerónimo y Lorenzo, más los otros dos hijos: Mili (nutricionista) y Arnaldo (abogado). Está claro: la pasión por la música en la familia Avellaneda-Bazán tiene su razón de ser. 

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