Cara a cara

“Es demasiado simplista la visión de que la droga genera delincuencia”

Hoy: Licenciado Matías García Terán
domingo, 19 de marzo de 2017 00:00
domingo, 19 de marzo de 2017 00:00

Con 32 años, es el funcionario de nivel más joven del equipo que conduce el Dr. Ramón Figueroa Castellanos en el Ministerio de Salud. Es nieto, por parte de madre, de un recordado gobernador de Catamarca como fue Armando Casas Nóblega. Licenciado en Psicología, actualmente es el subsecretario de Salud Mental y Adicciones de la Provincia. Casado con Nadia Huppi, es el orgulloso papá de Sofía (9), Octavio (3) y Benjamín (1). La problemática de una sociedad violenta y la lucha contra el flagelo de las adicciones, son los temas centrales que contiene el Cara a cara de este domingo, cuyo protagonista es el Lic. Matías García Terán.

 

  -Hay coincidencia plena que vivimos en el marco de una sociedad violenta. ¿Cuánto influyen la droga u otras adicciones en esa problemática?

  -Resulta lógico que habría que hacer un análisis histórico, antropológico y sociológico de lo que implica la violencia en el ser humano, un análisis que por supuesto excede el tiempo que pueda durar esta charla. Pero partiendo de la hipótesis de que el ser humano tiende a comportarse de manera violenta, indudablemente que cualquier sustancia que incida en su estado de ánimo y fundamentalmente en su capacidad para inhibirse, va a jugar un rol negativo en el comportamiento. En ese marco, hay que diferenciar cómo una persona puede relacionarse con una sustancia o con una conducta, porque entre las adicciones están las químicas y las no químicas.

 

  -Disculpe la interrupción: ¿cuál es la diferencia?

  -La adicción química es cuando hay una sustancia, un objeto, algo para consumir, externo a nosotros, que altera nuestro normal funcionamiento, nuestro cerebro de manera particular. Y una adicción no química tiene que ver donde no hay una sustancia ingerida de diferentes maneras; tiene que ver con la conducta. Las más conocidas son las adicciones al juego, al sexo e incluso algo que se manifiesta muy fuerte ahora, como es internet. Dejando esta cuestión de lado, en el contexto de las adicciones generales podemos hablar de uso, abuso, dependencia o adicción. Veamos: una persona que consume alcohol una vez al mes y se vuelve violento hasta la agresión, tiene problemas al momento de consumir, pero no es un adicto. Ahí se plantea la primera diferenciación, porque el abordaje  sobre esa persona va a ser muy diferente a otra que sí presenta una enfermedad. Hay también otras drogas que juegan ese papel de desinhibición y que incrementan la agresión o la forma fácil de resolver situaciones, porque es más fácil la manera de incurrir en lo agresivo antes de dirimir una cuestión a través de una discusión o el diálogo. En síntesis: efectivamente, el consumo en general de ciertas sustancias juegan un rol preponderante en lo que tiene que ver con actos violentos, que pueden ser físicos o verbales.

 

  -En tiempos de arrebatos, robos, asaltos y violencia de género, hay un común denominador común a la hora de acusar por parte de las víctimas: el agresor estaba bajo los efectos de la droga. ¿Es así?

  -La frase "robó porque estaba drogado”, mueve a pensar inicialmente que cuando alguien se droga se convierte en ladrón. Es una mirada que los expertos y la ciencia indican que no es la correcta. Otra mirada diferente es: una persona que por su situación socioeconómica o personal, decide robar y que para ese acto resuelve  consumir una sustancia que cree lo desinhibe o cree que lo vuelve más poderoso; es otra situación. Aquí cabe también señalar a aquellas personas que tienen una determinada adicción, donde todas las puertas le fueron cerradas y las llevaron a una situación de aislamiento, y quizá la delincuencia es la única alternativa que les queda, no sólo para drogarse, sino asimismo para alimentarse. Por eso me parece demasiado simplista la visión de "la droga genera delincuencia”. Es necesario hacer un análisis más profundo de cada uno de los casos.

   -Lo más preocupante es cuando nos enteramos que son niños los protagonistas de hechos delictivos bajo los efectos de la droga, algo que nos está indicando que la familia está en peligro. ¿Cabe la interpretación?

  -Me animo a decir que la sociedad en su conjunto –dentro de la cual está obviamente inmersa  la familia- forma parte de una cultura, de ciertas reglas, valores y principios que atraviesan ciertos riesgos. Lógicamente la familia representa el detonante más fácil de ver esos riesgos y también con más posibilidades de intentar los cambios necesarios. Por diferentes razones, desde hace muchos años en la Argentina, tal vez producto de las etapas de represión y violencia que pasamos en el país, parece ser –y esto es una análisis muy personal- que la idea de poner límites  pasa justamente por la idea de lo tirano y/o violencia, y en realidad el límite, de manera compasiva, diría amorosa, es la única manera de demostración de afecto que un adulto puede tener sobre un menor. Porque es la manera de enseñar un camino; nadie se animaría a meterse en lugar donde ni siquiera hay una senda para hacerlo. Por eso la importancia de que alguien marque una dirección a seguir, porque eso quita la sensación de incertidumbre que genera lo que no conocemos. Culturalmente, en el marco familiar, tenemos el límite como algo negativo y si a ello le agregamos que nuestras obligaciones laborales nos quitan calidad –y digo calidad y no cantidad- de tiempo para nuestros hijos, estamos frente a un panorama complicado que puede gestar algo negativo, como es el caso de una adicción.

   -Hay coincidencia de que la droga está en todos lados: en el barrio, en casi todos los boliches, en la escuela o, como se dice, a la vuelta de la esquina. Y todo lo que se hace desde los organismos correspondientes, parece poco o no alcanza. ¿Qué está faltando? ¿Acaso recursos humanos, técnicos o mayor seguridad y control?

  -Diría que un poco de cada una de esas cosas, pero sostengo que nos está faltando fundamentalmente tiempo, porque la solución no es de un día para el otro y pasa también por cambiar la mirada de cómo encaramos nuestras vidas. Un aspecto para encarar el problema del consumo, es trabajar sobre la oferta, es decir la lucha contra el narcotráfico, tratando de que no haya drogas en la calle, algo que nos excede a nuestro trabajo desde el Ministerio de Salud. Nadie duda de que estamos en presencia de una  lucha desigual. Hoy por hoy el narcotráfico es una organización armada de tal manera que resulta difícil romperla; y esto no es un problema únicamente de la Argentina, es un dolor de cabeza mundial. Otra modalidad es trabajar sobre la demanda: que aquella persona que corre riesgo de consumir una droga, elija no consumir. Ahora, ¿de qué manera vencer al narcotráfico? Algunos dicen legalizando todas las drogas  el narcotráfico desaparece, pero queda algo: el narcomercado, que es el gran problema que hoy tenemos. Aquí cohabitan el vendedor y el comprador, e incluye la legalidad de algunos consumos: el alcohol y el cigarrillo son las drogas por excelencia en ese contexto. Hay toda una industria que está preparada para vendernos consumo, partiendo de la base que somos una sociedad consumista. Y no me refiero específicamente al consumo de sustancias, sino también de hacer cosas. Estamos todos de acuerdo que tiene que disminuir la oferta de la droga en la calle, que tienen  que haber campañas fuertes sobre adicciones para que se tome conciencia del daño que encierran las drogas, pero tenemos que tener tiempo y acuerdo entre todos de que este camino de consumo por el solo hecho de consumir, es el camino que nos va a llevar a lo que estamos viviendo hoy.

   -En lo que a ustedes les compete, esto es la subsecretaría de Salud Mental y Adicciones, hay un trabajo clave que es la prevención. ¿Es posible hacerlo? ¿Se cuentan con los recursos necesarios?

  -Por supuesto que es posible  hacerlo. Ya a partir del año pasado comenzamos a trabajar con organismos nacionales, particularmente con la secretaría de Políticas Integrales de Drogas de la Nación (el Sedronar mantiene la sigla aunque haya cambiado su nombre) y con la dirección nacional de Salud Mental y Adicciones, en programas de prevención. Lo hacemos en dos ámbitos: uno, en el educativo, por una razón muy básica: si hay un lugar donde las personas pasan mucho tiempo es en el educativo, donde se está desde los tres años. Desde el 2016 se viene trabajando fuertemente con los colegios primarios y secundarios. Y esto se da no sólo en Capital; también se iniciaron los trabajos en Tinogasta y la idea es que para la primera semana de abril va a volver el equipo de la Sedronar para continuar con este trabajo, sumando al departamento Belén para seguir  en esta línea. Además, queremos agregar al ámbito universitario e incluso iniciar por el jardín de infantes, donde ya se puede comenzar a trabajar en la prevención. Asimismo, se ha desarrollado un programa de prevención en el contexto de encierro, es decir en aquellas personas que están privadas de la libertad, pues entendemos que aquí también se puede. Para este año se van a traer los programas de la Sedronar para aplicarlos en los ámbitos laborales y deportivos. Confiamos que de manera mancomunada e intersectorial, potenciando los conocimientos de todos los sectores, es posible realizar tareas en conjunto que hagan posible que la prevención tenga los mejores resultados. Tenemos en cuenta asimismo a aquellos chicos que, por ejemplo, no van a la escuela o adultos que no tienen la posibilidad de tener un trabajo estable. Aquí vamos a trabajar con tareas de carácter comunitarias, donde contamos con el apoyo de algunos sacerdotes, como el padre Contreras en el sector sur, con quien ya venimos trabajando fuertemente. Como se verá, es necesaria la lógica de la unión en todas estas actividades.

   -Cuesta creer que haya chicos de diez años que ya tienen problemas de adicción a determinadas sustancias. Pero la realidad indica que esto pasa entre nosotros. ¿Es así?

  -Si hay algo que hemos decidido hacer con el ministro Figueroa Castellanos en el área de Salud mental y adicciones, es llevar a cabo políticas basadas en la evidencia, es decir políticas basadas en datos fidedignos para de ahí en más poder tomar las mejores decisiones, y no basarnos solamente en impresiones y/o sensaciones. El dato que hoy tenemos respecto de la edad del inicio en el consumo  es de aproximadamente doce o trece años, dato que se mantiene en los últimos diez años. Aparecen casos extremos de diez, nueve y hasta de 8 años, que se iniciaron en el consumo y en algunos casos con un consumo muy fuerte.

   -A esta edad, ¿qué es lo que se consume?

  -Para todas las edades y la puerta de inicio para todas las drogas, es el alcohol; no es la marihuana como se dijo en algún momento. En los chicos, después del alcohol viene el pegamento o el alcohol mezclado con psicofármacos.

   -¿Tiene que ver en algo la condición social a la hora de las adicciones?

  -La droga no discrimina, pero la condición social es algo que siempre tiene que ver con la situación. He tenido la oportunidad de trabajar  en centros privados de adicciones en Córdoba, donde tratábamos con personas de clase social alta, como también vemos estos casos en el Centro Integral de Salud (ex Humaraya). La perversión notable aquí es que la persona que tiene mayores recursos económicos, al momento de su tratamiento y recuperación tiene mayor posibilidad de éxito que aquella de escasos recursos. La condición social no es algo que vaya a predecir que alguien pueda tener adicciones, pero en algunos casos puede empeorar la situación, especialmente en aquellos en situación de mayor vulnerabilidad.

   -Entendemos que en los ámbitos donde está presente la droga, todos debemos asumir una actitud de compromiso para que la lucha no sea tan desigual. En tal sentido, la indiferencia no es buena consejera.

  -Por supuesto. Si partimos de la base de que las drogas y los consumos de manera problemática no discriminan, ya no es tan sólo un problema del otro. Potencialmente, el problema puede presentarse  en cualquiera de  los hogares o sectores de la comunidad. Todos estamos en situación de riesgo, pero si todos asumimos a conciencia de que no es algo que solamente le puede pasar al otro, ahí podemos establecer el contagio positivo. La idea es comenzar a copiar aquello que es efectivo, como son algunas normas de conductas saludables.

   -Queda claro que un solo sector no puede librar con éxito la batalla contra la droga. ¿Se trabaja articuladamente con otros sectores de la vida provinciana?

  -Con seguridad. Hay acciones concretas: para abril ya tenemos fecha y planificación para llevar adelante tareas de capacitación con la Policía, desde cómo aborda un efectivo policial una situación de un chico que puede estar bajo los efectos de una droga, donde no debe haber signos de violencia; para eso es efectiva la capacitación. En el ámbito de Educación, el ministerio nos abrió las puertas de par en par de todos sus colegios. Lo más grave no es que la droga esté metida en las escuelas, lo grave sería la negación del hecho. También trabajamos con el ministerio de Desarrollo Social y tenemos pensado aunar criterios de acción con la Justicia.

   -Ahí está la importancia de dar debates permanentes sobre la problemática. Lo peor sería esconder el flagelo bajo la alfombra y no tratarlo a nivel multisectorial.

  -Si eso pasara, estaríamos fomentando una lógica adicta. Lo primero en lo que cae una persona adicta es la negación, que incluye hasta su propio entorno. Y nosotros no podemos caer en el mismo error.

   -Cuando hablamos de un contexto de una sociedad violenta, todo parece indicar que la televisión juega a favor de la violencia. ¿Cuál es su opinión?

  -A ver, creo que hay un desafío muy grande para los medios de comunicación al momento de manejar la información. Pero también digamos que hay algunos mitos sobre el tratamiento de los hechos violentos en los medios. ¿Mi hijo va a ser violento por ver cosas violentas en la televisión? No necesariamente. En cambio probablemente ocurra si mi hijo ve violencia en mi casa. Es más fácil echarle la culpa a un objeto como la televisión que al funcionamiento de las buenas conductas en el propio hogar. No obstante, pasar muchas horas frente al televisor es un problema, porque fomenta el sedentarismo y esto no es gratificante para el ser humano. Otro inconveniente con la televisión, y con los medios en general, incluido internet, es la fuerte campaña de ventas para inducir al consumo, lo que decía anteriormente sobre el narcomercado. Hay ejemplos puntuales: una campaña decía "si te peleaste con tu novia, un porrón por 30 pesos y si te engañó, dos porrones por 50”. ¿Cómo se hace desde el Estado para competir con ese mensaje que parece gracioso y es impregnante? ¿Cómo se hace para luchar con mensajes cuando se alude a una cerveza como "el sabor del encuentro”? Ahí se plantea una lucha desigual.

   -¿Qué le gustaría escuchar de su persona después del paso por la función pública?

  -Lo que digan de mi persona, sinceramente no es algo que me preocupa; me gustaría poder escuchar cosas que hablen de mi compromiso y honestidad, pero insisto: no es lo que más me interesa. Me gustaría, en cambio, dejar las huellas de un trabajo serio en mi función; de cómo comenzó nuestra gestión y cómo termina, con resultados a la vista, como ser bajar la tasa de consumo de adicciones y suicidios, que se vea que algo funcionó bien. Me gustaría dejar un trabajo coherente, con un norte, con objetivos claros, con tonos mensurables y claros de hacia dónde va el proceso. De poder escuchar que hicimos un buen trabajo en la tarea comunitaria en favor de la salud de la población. Si podemos lograr eso, ya está; me conformo.

Por Kelo Molas

52%
Satisfacción
36%
Esperanza
0%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
10%
Indiferencia

Comentarios

Otras Noticias