Hoy: Juan Ignacio Molina

Cara a Cara: “Los músicos catamarqueños nos tenemos que unir; no nos queda otra”

domingo, 30 de abril de 2017 00:00
domingo, 30 de abril de 2017 00:00

Por Kelo Molas

De aquel chango que vendía dulce casero en San Antonio (Fray Mamerto Esquiú) a este notable músico de hoy, han pasado algunos años.
 
Licenciado en flauta y licenciado en música popular con orientación en vientos, carreras a las que le puso esfuerzo y vocación, más la ayuda de una beca.
 
A los 30 años, decidió radicarse en La Plata, en búsqueda de nuevos escenarios. Reclama la unidad de los músicos catamarqueños con marcado énfasis. Es hijo de Martha Ahumada y Fernando Molina.
 
Tiene tres hermanos: Juan Pablo, Fernando y Habih. Le sobra talento para apuntalar los sueños de ganarse un nombre propio en la cartelera grande a nivel nacional.
 
Está preparando un espectáculo para presentar el 18 de mayo en un teatro de Almagro, Buenos Aires y otro el 20 de mayo en La Plata, más precisamente en la peña La Salamanca, junto a un grupo de calificados colegas, entre los que se encuentra "Peque” Bonardi y Oscar Alberto Pérez.
 
Se llama Juan Ignacio Molina y hace rato echó a volar su magia musical por los vientos de quenas, sikus y flautas. Por sobrados méritos es el personaje del Cara a Cara de este domingo.
 
 
La elección de los instrumentos de viento en tu carrera artística, ¿tiene alguna motivación especial?

  -Creo que responde a una corazonada que tuve desde muy niño. Fue como un sentimiento, una energía que me atrajo. Fue en la escuela 264, cuando iba a la primaria y allí daba talleres el profesor Mario Toro. Yo tenía siete años por ese entonces. Me acerqué al aula donde el "profe” estaba dando clases y eso significó el punto de partida de mis inicios. Él me enseño desde el minutos cero. Primero fue con el sikus, instrumento con el cual empecé a soplar. Después seguí con la quena, que es un poco más compleja porque tenés que encontrar la posición correcta, la ubicación de los dedos, tapar bien los orificios y por supuesto, el tratamiento de la boquilla.
 
 
  -Aquello te marcó hasta el día de hoy.
 
  -Mirá, te voy a contar algo que se remonta al año 1997. ¿Te acordás de la Casa de Cultura? Funcionaba en San Antonio y el intendente del departamento Fray Mamerto Esquiú era el profesor (Oscar Alfredo) Vera, quien convocó a Simón Jalil para que se haga cargo de la Casa de la Cultura. Jalil, entre otras tantas convocatorias que hizo, llamó al profesor Marcelo Maldonado, un reconocido músico y compositor que tenemos los catamarqueños. Y bueno, allí íbamos a seguir con las clases de sikus, también aprendiendo a bailar, a zapatear. Esa etapa, para mí, fue muy importante, porque desde ese lugar salieron muchos changos que andan tocando y son referentes de la música en la provincia.
 
 
-Digamos que Simón Jalil es un "todo terreno”, dueño de múltiples virtudes.
 
-Era impresionante. Alguien con mucho talento. Una hacedor de mucha gente, que comenzó en La Merced y después se proyectó por diversos puntos de Catamarca. Los mismos que hacían música eran los que  bailaban y zapateaban posteriormente. Era un grupo de 30 personas que hacía de todo: danza, música, malambo y en los recreos hacíamos fútbol, deporte en el cual también Simón fue un destacado. Queda claro entonces que con el profesor Mario Toro, Marcelo Maldonado y Simón Jalil se me metió muy adentro lo que hago hoy. No me olvido que después me acerqué a Pedro Farías, el chileno que todos los años viene para el Poncho; lo mismo pasó con Ricardo Bujaldón, gente que me enseñó mucho y de la cual traté de aprender todos sus recursos.
 
 
-En la actualidad, ¿cuántos instrumentos son de tu conocimiento?
 
-Toco flauta traversa por un lado y por otro lado, toco la familia de los instrumentos aerófonos: zampoñas, sikus y también la familia de las quenas, en sus distintos tamaños, sonoridades y registros. A esto me dedico y día a día trato de perfeccionarme. Además, toco la guitarra y el charango, que son instrumentos que uso de manera complementaria a la hora de componer. Cada instrumento tiene su mundo sonoro y cada uno te transporta a cosas totalmente distintas.
 
 
-¿Cuándo tuviste tu primer instrumento propio?
 
-Fue hace mucho tiempo, era muy chico. Fue cuando aprendí a fabricar los instrumentos. No me considero un luthier, pero me defiendo fabricando; y algo muy importante: sé lo que yo necesito. No fabrico para la venta, pero suelo dar talleres donde enseño las herramientas elementales. Junto al aprendizaje de fabricar los instrumentos, por los 14 años, me fui dando cuenta de la sonoridad que uno busca de cada instrumento. Luego aprendí mucho con el chileno Pedro Farías, un maestro en el mundo de construir quenas. Con el profesor Toro primero y con el chileno después, descubrí que las quenas pertenecían a un mundo mágico, tremendo. Soy un agradecido de esa gente.
 
 
  -¿Qué significa para vos el disco "Solo”, el primero y único que grabaste hasta el momento, donde además de destacarte como músico instrumental, incursionas en el terreno de la composición?
 
  -Es un disco que encierra muchas cosas. Por un lado, contiene todas esas vivencias que tuve desde muy niño: los primeros talleres, la Casa de la Cultura, la convivencia en las peñas y todo eso con sabor a popular. La obra tiene un poco de cada cosa; pretendí darle ese sabor cuando la grabé. Por otro lado, el disco también tiene el gustito académico, por decirlo de alguna manera. Todo lo que estudié en la academia cuando me fui a radicar a Mendoza, donde además experimenté y conocí otros vientos. Intenté en el disco encontrar un equilibrio entre lo académico y lo popular, "ni muy muy, ni tan tan”, como se dice. Quería lograr una sonoridad y una búsqueda que vayan por un mismo camino, y que de alguna manera tengan mi impronta, mi sello propio.
 
 
-¿Para ganarte un nombre propio en el marco de la gran cartelera nacional, te tenés que ir de Catamarca?
 
  -Diría que no necesariamente te tenés que ir de Catamarca. Creo que el camino del músico es muy personal, muy solitario; tiene una soledad extrema. Es muy ambiguo eso de determinar, por ejemplo, quién se merece un lugar en el Poncho, si tenés que irte a otro lado o te tenés que quedar. Considero que todo depende de lo que uno busca como intérprete, sea músico o compositor y cómo va proyectándose en el tiempo. Junto a ello, saber por supuesto qué trascendencia va alcanzando a medida que pasa el tiempo. Hay quienes decidieron quedarse y otros que optaron por irse, tal vez buscando una formación y por supuesto, una proyección. 
 
 
-Vos te fuiste…
 
  -Estoy radicado en La Plata desde hace dos años. Fue una decisión mía en busca de una proyección, por querer estar en otros espacios, intentando darme a conocer en otros lugares, compartir con otra gente, seguir aprendiendo de otros músicos. Aprender  cómo se manejan de forma profesional en otros ámbitos de otras provincias, en otros festivales, en otros eventos. Esta inversión que yo hago, más la cuestión de alejarse de sus afectos, de su tierra natal, quiero que represente todo un enriquecimiento en mi carrera. En cuanto al que elije quedarse, entiendo que también está bien, pero tiene que estar seguro de su decisión. Con lo que no estoy de acuerdo es con quedarse en la profesión elegida; hay que seguir estudiando, uno tiene que seguir proyectándose, creando, generando nuevos espacios.
 
 
-¿Cuál es el balance de estos dos años en La Plata?
 
  -Para mí es muy positivo. Siento que me estoy insertando un poco más en el lugar elegido, conociendo nuevos músicos, a la vez que hago crecer mi proyecto personal. Es cierto que cuesta mucho, porque hay que reconocer que uno no tiene los suficientes contactos, en un lugar donde no tenés muchos amigos y no conocés demasiado. Hay que comenzar de cero y estar dispuesto a dar respuestas a la pregunta "¿quién es y qué hace este chango que vino de Catamarca?”. Te tenés que mostrar, mostrar lo que hacés y siento que, de a poco, voy ganando amigos, conociendo más músicos y a su vez, algo que es importante, ganando más convocatoria con lo que hago.
 
 
-¿Tenés alguna ayuda en esta empresa de haberte radicado en La Plata?
 
-Solito mi alma, como dice el dicho. Yo soy un músico independiente, no tengo relación de dependencia con nadie y de esa manera, independiente, lo manifiesto cuando actúo o hago un taller. De eso vivo. Por ejemplo, ahora en La Plata estoy en un programa que comenzó siendo de carácter nacional y ahora es provincial, que se llama "Orquestas y coros para el Bicentenario”. Es un programa que está impuesto en todo el país; cada orquesta tiene un equipo de docentes, especialistas en cada uno de los instrumentos; yo doy clases de flauta.
 
 
-¿Cuánto influye el desarraigo en alguien que debe tomar una decisión en su carrera artística?
 
-Es duro. Así como te da muchas cosas lindas, el desarraigo también te trae muchas cosas tristes; uno siente esa nostalgia de no ver todos los días a su familia, a sus amigos, a su entorno natural. Pero creo asimismo que el músico tiene que viajar, rozarse con otra gente, intercambiar vivencias con otros músicos. Pero pase lo que pase, uno comprueba en otros sitios que las raíces de su lugar de origen calan muy hondo. El extrañar es algo muy fuerte y te hace valorar aún más lo que no tenés al alcance de la mano. Ese sentimiento te hace abrir el corazón y tu sensibilidad se manifiesta a la hora de escribir, de componer algo.
 
 
-¿Por qué nos cuesta tanto a los catamarqueños colocar un número nuestro en las grandes carteleras del país?
 
  -Entiendo que hemos perdido el sentido de pertenencia a muchas cosas. Sinceramente, siento que se ha producido un gran bache en el marco de la música folclórica catamarqueña. Te cuento: hay referentes como Eduardo Falú, Liliana Herrero y Rally Barrionuevo que te hablan maravillas de las zambas de Catamarca. El mismo Rally me dijo que él aprendió a cantar zambas en nuestra provincia. Recuerdo que estaba en Mendoza y escuché decir a Juan Falú: "Catamarca tiene tesoros, desde el punto de vista musical, que no se han tocado”. Le tocaba actuar acompañando a dos chicas y de pronto, haciendo una introducción con la guitarra, tuvo esas palabras de elogios y cantó "La catamarqueña”. Es difícil contar la emoción que sentí cuando escuché lo que decía Falú, cuando hablaba de nuestras zambas representando a un verdadero tesoro. Y, particularmente, siento que nosotros los catamarqueños hemos perdido ese sentido de pertenencia con lo nuestro, como por ejemplo las zambas y las vidalas. Todo lo que a nosotros nos identifica no lo traducimos; es ese bache del que hablaba anteriormente. Por citar un ejemplo: en una época estaban en Buenos Aires Manuel Acosta Villafañe, Polo Giménez y Atuto Mercau Soria, entre otros, toda esa camada que nos representó. Después, en la década del ‘60, cuando se produce el fenómeno de la irrupción de los salteños y los santiagueños, nuestra gente empezó, de a poco, a no estar, a no tener la presencia que tenía antes. Ahí es cuando creo que se produce el bache. Ahí nos faltó aferrarnos a esa generación para tener la continuidad necesaria de la también presencia necesaria; porque aparecieron otras poesías, otros mensajes. Entonces, los músicos de mi generación, y tal vez  los más contemporáneos, no encontramos la puerta para darle continuidad a lo que habían hecho los grandes referentes de Catamarca en Buenos Aires. Insisto: los salteños, desde aquel boom de la década del ‘60, vienen dándose la mano; lo mismo ocurre con los santiagueños, que prolongaron su presencia en los grandes escenarios a través de los años. Se vienen dando la mano de generación en generación; y con Catamarca, lamentablemente, no ha pasado eso. Ahora me preguntan en La Plata cuáles son los músicos catamarqueños, conocen a muy pocos; en cambio, los santiagueños, los salteños o los jujeños van y vienen todo el tiempo, se hacen conocer y trascienden. Pero te digo: es una lucha tremenda esto de ganarse un lugar de importancia en otro lado. Creo que una de las fallas que tenemos, respondiendo a tu pregunta, es ese bache en la historia de la música popular catamarqueña. Ojo, con esto no quiero desvalorizar el trabajo de mucha gente que va, lucha e intenta en otros lugares; todos estamos en el mismo barco, luchando para que se nos abran algunas puertas. Te pongo un ejemplo concreto, analizando a los salteños rápidamente: tienen figuras como solistas, dúos, conjuntos vocales, conjuntos tradicionales y solista instrumental; en todos los rubros, tienen una figura a nivel nacional. Eso se llama inversión y muchas cosas más, por supuesto. De alguna manera, Salta ha crecido con el turismo y mucho tuvo que ver la música folklórica de esa provincia.
 
 
-Entendemos que hay muchos esfuerzos individuales, pero notamos que nos está faltando una unión que dé fuerza a todos los intentos. ¿Cuál es tu opinión?
 
-La respuesta está ligada a lo que decía anteriormente. Siento igualmente que nos falta unirnos a los artistas catamarqueños. Se hacen juntadas por allí, pero nos está faltando una gran unión entre los colegas. Cada uno hace lo que puede y quiere, lo que no está mal, por supuesto. Pero creo que estamos careciendo de una mejor organización, una unión que nos permita tirar todos para el mismo lado. No tenemos una asociación o un movimiento que defienda los intereses de los músicos catamarqueños; no hay nada de eso, lamentablemente. Hoy en día, es como que se pide a gritos una reflexión profunda en busca de una organización que nos ayude a difundirnos, a proyectarnos, a generar nuevos espacios. Es muy complicado. Cuando venía para hacer esta nota, pensaba en el contexto de los festivales y en ese sentido sería bueno que alguien haga un trabajo de investigación de todos los festivales que hay en Catamarca durante el año y conocer cuál es el porcentaje de números catamarqueños en relación a los números de otras provincias, los llamados nacionales, que vienen de manera reiterada a las fiestas nuestras. Escuchamos en las radios a figuras de Salta, Santiago del Estero y de otras partes del país; después, lógicamente, cuando a la gente se le metió esa música, lo quiere ver en vivo a esos intérpretes, porque ya se les metieron por los oídos esos cantores foráneos. Lo mismo pasa con la televisión y todos los medios de comunicación. Esto nos indica que algo tenemos que hacer; nos tenemos que unir, no nos queda otra.
 
 
-Claro está que para que ello ocurra hay que dejar de lado las mezquindades personales, por ejemplo.
 
  -Hay que dejar muchas cosas de lado. Si vamos juntos en procura de un objetivo común, no tengo dudas de que empujamos más fuerte que una radio; sin dejar de hacer lo que a uno le gusta ni sus convicciones personales; la cosa es apoyarnos. Si no lo hacemos, si no nos organizamos y nos ayudamos, corremos el riesgo de que pasen cien años y sigamos  en la misma. Es un tema bastante complicado. En todos los órdenes de la vida hay competencias, pero también hay reglas de juego que se deben respetar. Me da mucha tristeza cuando veo que nos faltan fuerzas, ganas, energías para salir adelante; a esto lo puedo ver y aunque resulten odiosas las comparaciones, lo puedo comprobar en mis idas y venidas entre Catamarca y La Plata. Me preocupa que la estemos dejando pasar y esto hace ya mucho tiempo. El desafío nos impone que luchemos por los sueños que tenemos.
 
 
-Tu desafío personal es la música como medio de vida.
 
-Sin lugar a dudas. Desde el punto de vista cultural, casi siempre te llevan a estudiar las carreras convencionales, como ser abogado, contador o médico, las carreras clásicas digamos. Yo elegí la música, una carrera que me hace muy feliz. En más de una oportunidad escuché decir: "¡Qué bueno, hacés lo que a vos te gusta!”. Te juro que me dan ganas de responder: "¿Cómo, vos no hacés lo que te gusta?”. Vivo de esto y me trae mucha felicidad. 


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