Hoy: Omar Barrionuevo

Cara a Cara: El músico que le saca felicidad a cada tecla de su bandoneón

domingo, 13 de agosto de 2017 00:00
domingo, 13 de agosto de 2017 00:00
Por Kelo Molas 
 
Para muchos, es "el bandoneón mayor de Catamarca”. Para todos, de manera unánime: es un gran bandoneonista, talentoso por la tecla que se lo quiera escuchar.
 
Con el Trío Zamba junto a Manolo Rodríguez y Rolando Zafe, actuando en Flor de Tusca.

A los 67 años, cuenta que hace medio siglo se amigó del instrumento que lo convertiría en un hombre muy feliz, que disfruta de la música como pocos. Hijo de Rafael Barrionuevo y Josefa Molina, no duda en agradecer el apoyo de su familia en la construcción de una carrera extraordinaria, y así se expresa cuando menciona a su esposa Ruth Vera, a sus hijos Natalia y Hernán y sus cuatro nietos.
Publicidad de El Rancho Grande, "Donde la noche no termina nunca”. El Trío Zamba compartiendo cartelera con Los Changos del Tabacal, Julito Quiroga, Las 12 Cuerdas y Las Voces Simples.
 
Habitante "de la famosa Punta del Asfalto”, en lares chacareros, se declara simpatizante de Boca Juniors en el fútbol y admirador de Dino Saluzzi en la música. El Cara a cara de este domingo le propone conocer un poco más a uno de los personajes más queridos del ambiente folclórico: Omar Augusto Barrionuevo.
 
Con Los Duendes de la Música, con Rubén Vega, Alico Espilocín y Nito Vera.


  -¿Cuántas noches vos y tu bandoneón subieron al escenario mayor en el Poncho 2017?
 
  -A ver…subí acompañando a Mingo Aguirre, el Dúo Esencia, el Dúo Hansen-Segura y Silvia Pacheco.
 
 
  -En el caso del Dúo Esencia, hay algo especial.
 
  -Sí. Ese dúo está formado por mi hijo Hernán junto a Gerónimo Barrionuevo, acompañados por Fabio Velárdez en percusión, Richard Rinaldi en violín y bueno, yo en bandoneón.
 
 
-Cuatro noches en el Poncho sin tener un grupo propio, tiene su valor: el reconocimiento de tus colegas.
 
-Por supuesto que valoro muchísimo que los colegas me tengan en cuenta.
 
 
-La última formación que te tuvo como principal protagonista fue el Trío Zamba, que nació con ese nombre respondiendo a los apellidos (Guillermo) Zabaleta, (Antonio) Mitaritonna y (Omar) Barrionuevo. ¿Existe la posibilidad de formar otro grupo?
 
   -¿Sabés una cosa? El Trío Zamba no ha muerto, eh. La última formación la integraron Juan Navarro, Quito Villagra y quien te habla. Y cada uno por su lado está en plena actividad y es cuestión de decidirnos y decir: "changos, nos juntemos a ensayar” y eso está ahí, latente. Creo necesario hacer una aclaración: a esta altura de mi vida no quiero andar renegando. Para armar un grupo hay que tener muchas ganas y asumir seriamente un compromiso, por ahí está faltando un poco de eso. Por eso la decisión de acompañar a mi hijo, a darle una mano, a hacerlo conocer cómo es esto de dedicarse a la música. Y te juro que la paso de maravillas con los chicos, además de hacer lo que me gusta, por supuesto.
 
 
  -Has lucido tu arte en dos grupos muy recordados con personajes muy reconocidos en el ambiente artístico, especialmente el folclórico: el Trío Zamba y Los Duendes de la Música.
 
  -Aquella época del Trío Zamba es inolvidable. He vivido los mejores momentos de mi vida con esa formación, con una particularidad: los he vivido fuera de Catamarca.
 
 
-¿Cómo es eso?
 
  -Los mejores momentos que vivimos con el Trío Zamba fueron en San Juan. En el año 1984, fuimos junto a Julio Quiroga y Los de Catamarca al Festival del Carrerito y después asistimos en numerosas ediciones consecutivas. ¡Éramos el número central! Lo contábamos aquí y nos reíamos mucho porque…¡era impresionante la manera de firmar autógrafos! Recuerdo que bajábamos del escenario y nos íbamos a las oficinas municipales a guardar los instrumentos y se venía la gente para sacarse fotos con nosotros y encima nos pedían que les firmáramos un autógrafo. Algunos nos invitaban a comer un asado en sus domicilios, y a decir verdad varias veces hemos aceptado la invitación. Te cuento algo: allí en San Juan he conseguido un amigo del alma, con el que, desde el `84 a la fecha, nos visitamos frecuentemente entre las familias. Los hijos de ambos matrimonios nos tratan de tíos. Ese amigazo se llama Ricardo Farías y en aquella época era intendente. Respecto a los personajes a los que vos mencionabas, en el Trío Zamba estaba (Antonio) El Gordo Mitaritonna. No habrá otro como él. Se destacó por ser un gran amigo, su picardía, la velocidad mental para una ocurrencia al toque, tenía un ángel especial para desenvolverse arriba del escenario. Te digo más: en San Juan seguramente no gustábamos especialmente porque teníamos grandes voces, porque el trío tenía un mensaje sencillo, pero tenía una condición muy especial: un mensaje sencillito pero muy festivo; además, nos divertíamos mucho arriba del escenario en cada actuación. Y a ello le sumábamos el humor, porque  El Gordo decía una cosa y nosotros nos prendíamos rápidamente.
 
 
-Después están Los Duendes…
 
-Los Duendes de la Música. (Sonríe abiertamente) Ahí estaba (Rubén) El Perro Vega… ¡qué personaje! También nos divertíamos mucho con ese conjunto y hacíamos muy buena música. Por ese grupo pasaron además Nito Vera, Alico Espilocín, Rolando Zafe, Julio Herrera y tantos otros que estuvieron con esa formación. Trabajábamos mucho y logramos imponer un estilo en muchos festivales.
 
 
-Pertenecés a una generación de folkloristas que en parte de las décadas de los años `70 y `80 crearon muchos festivales importantes en algunas localidades del interior provincial.
 
  -¡Festivales que en la mayoría de los casos aún están vivos! Pero te aseguro que mucha gente no sabe nada de esto. Podríamos mencionar, por ejemplo, El Zapallo en Balcozna, El Queso en Humaya (Ambato), El Pimiento en La Merced, El Membrillo en Las Juntas, que tuvo como impulsor al recordado "Chucho” Salman, De la Amistad en Fray Mamerto Esquiú, Del Vial en Anquincila (Ancasti), cuyo motor fue Luis Oscar Aísa.
 
 
-El nacimiento de aquellos festivales tenía como protagonistas a valores que formaban parte de una especie de "elenco estable”.
 
-Antes, digamos que por aquella época no éramos tantos los que se dedicaban al folklore de manera permanente. Hoy hay una enorme cantidad de expresiones artísticas, en cambio por aquellos momentos éramos menos y, de paso, estábamos en todos los festivales. El único humorista conocido era Julito Quiroga, estaban las 12 Cuerdas, Los Mantas (Rolando Zafe y Jacinto Soria), Los de Catamarca, Carlos Martínez, Trío Zamba, Paquito Carrizo, Carlitos Varela, Hamilton Aparicio, Las Voces Simples y andaban apareciendo Catamarca 3 y Néstor Pacheco, entre otros. Teníamos la locución de (José  Antonio) Pepe Yunes, el sonido del (Fabián) Flaco Arce y (Miguel) Moretta y la danza con el Ballet "El Fortín” que conducían Jovita Fernández y (Luis Manuel) Manolo Rodríguez. Aquí quiero decir algo: no veré nunca más una pareja que baile folclore tan, pero tan hermoso, como "El Chuña” y Jovita. Una zamba bailada por ellos es algo tremendo, único. De los nombrados acompañé además a Paquito Carrizo, Carlitos Martínez, con Los de Catamarca grabé un tema, también toqué con Néstor Pacheco, Silvia Pacheco y muchos otros que ahora no recuerdo.
 
 
 -¿Por qué bandoneonista?
 
-La verdad, yo tendría que haber sido guitarrero, porque me gustaba mucho la guitarra; el bandoneón no pasaba por mis gustos musicales. Recuerdo que allá por el año 1955, mis padres se fueron a Andalgalá y compraron este bandoneón (toca al instrumento ubicado en la mesa, al lado suyo), con lo que estoy diciendo que el "bicho” tiene tranquilamente más de 100 años. Pero al bandoneón lo habían comprado para mi hermano (Rafael Rolando), a quien le gustaba el tango y cantaba muy bien. Lamentablemente murió en el `63, cuando tenía 20 años, en un accidente de tránsito. Entonces, ahí quedó el bandoneón y yo era un changuito jovencito. Si bien mi viejo era guitarrero, la que movía el avispero de la música en mi casa era mamá. Yo tenía otro hermano mayor, al que mi vieja le pidió que aprendiera a tocar el bandoneón y le hizo caso. Y fue a aprender con el señor Medina (en la casa de Vicario Segura y Zurita), pero no duró mucho, largó al poco tiempo. Y otra vez quedó abandonado el bandoneón; yo no le daba bolilla. Pasó el tiempo y un día llegó un hombre a mi casa con la intención de comprar el instrumento y dijo que volvería más adelante con el dinero. Cuando el hombre volvió para comprarlo, la llamé aparte a mamá y le pedí que no lo vendiera, prometiéndole que yo aprendería a tocar. Y así fue. Fui al mismo profesor que le enseñó a mi hermano Rolo, un señor de apellido Zalazar que vivía por la calle Rojas. Fui un par de meses y el hombre se fue a vivir al interior. Me enseñaba con una técnica muy particular: por ejemplo el gato "El Pintao”, me indicaba las notas y yo tenía que  memorizarlas en el teclado sin hacerlas sonar, pero como tenía el bandoneón en casa cuando volvía hacía sonar las teclas, practicaba y…¡ya me entró a gustar también! Y de esa  manera me largué solo. Tendría por ese entonces unos 16 años. Recuerdo que estaba de moda el Cuarteto Imperial y yo sacaba todas las cumbias en el bandoneón. Con alguien que salía a tocar en bailes públicos en los años jóvenes era Eduardo Reyes Reyna, que además es mi compadre. He tocado con gente mayor en "La Blancaflor”, "El Descanso”, "El Turista” y otros locales bailables de aquella época, donde por ahí se armaba alguna peleíta. Los changos me decían que yo tenía "más noches que la luna”. Por la música, debo reconocer que viví la vida de una manera intensa, pero por el camino correcto, como debe ser.
 
 
-¿Has llegado a ganar algún dinero importante con la música?
 
-Seguramente no imaginás la plata que yo hice con el Trío Zamba. He comprado muchas cosas para la casa, tanto en la época del trío como con "Los Duendes…”. El bandoneón me ha dado muchas satisfacciones. Tuve la suerte de trabajar siempre como músico, así que imaginate cuánto le debo al bandoneón. En un tiempo, entre el Poncho y las peñas, terminaba de cama a los diez días, porque no paraba de tocar todas las noches. Un claro ejemplo era la peña "Rancho Grande”, que estaba por Mota Botello entre avenida Virgen del Valle y Caseros. La misma donde se hizo conocido Cacho Buenaventura gracias a un gran gesto de Julito Quiroga. ¡Allí actuábamos todos los días, con dos o tres salidas por noche!
 
 
-Hay una inspiración nacida del talento de los duendes de amanecidas.
 
-Ah, la chacarera "Pa` los changos”, nombre que le puso (Carlos) Carletti Barrionuevo, y que nació en la casa de la familia Barros, por avenida Ocampo. Fue en una guitarreada y la hicimos con Rolando Zafe. Me acuerdo que (Víctor Manuel) Consalvo (desaparecido periodista del diario La Unión) tocaba el bombo y me vienen a la memoria tantos changos que ya no están: El Negro Herrera, Piriqui Pérez, Carlitos Martínez, Lulo Nieto, Paquito Carrizo, Pipo Ávila, El Flaco Ibáñez, Julito Quiroga, Condorito Díaz, Pito Tapia y tantos otros. A todos, los recuerdo con un gran cariño y los llevo en el corazón. Seguramente ahora me olvido de algunos, de muchos, pero espero sepan disculparme sus seres queridos.
 
 
-¿Algún referente musical?
 
-¡Dino Saluzzi! Me siento frente a la computadora, bajo los temas de Dino y le digo a mi esposa: ¡No puede tocar así este hombre! En estos momentos hay muy buenos bandoneonistas, pero El Negro Saluzzi es único. Y te digo más: a mí Los Chalchaleros me empezaron a gustar cuando grabaron con Dino Saluzzi. Algo impresionante. Es mi guía como músico.
 
 
-Has pasado en tu vida por distintas etapas artísticas. Pero hay algo innegable: disfrutas mucho de la música.
 
-Totalmente. Puedo dejar de tocar algún día solamente porque físicamente no pueda. Porque a las ganas no las voy a perder jamás. Esto es mi vida. Puedo afirmar que la música  me ayudó mucho a llegar a los 67 que tengo y, por supuesto, el apoyo incondicional de la familia. No tenés idea cómo disfruto de la música.
 
 
-Y bueno, la música te permitió acompañar a tu hijo en el escenario del Poncho 2017.
 
  -Un momento especial en mi vida, una alegría inmensa. Y el chango disfruta mucho arriba del escenario. El Mocho aprendió a tocar la guitarra solito. (Visiblemente emocionado). A veces me hace lagrimear cuando en el escenario presenta al grupo y me nombra con algunos halagos. Y son cosas que te da la música, que es algo mágico. Te cuento: a veces la música me divierte y a veces me hace llorar. Una noche, en el Ateneo Mariano Moreno, hace muchos años, nos juntamos con Juancito Navarro en una guitarreada de esas que no se empardan. De pronto, estábamos tan metidos en lo que estábamos haciendo, me di cuenta que me corrían las lágrimas; lo propio ocurre algunas veces frente a la computadora cuando escucho determinados temas. El estado musical de quien ama la música, es difícil de explicarlo con palabras.
 
 
-Sin duda alguna, sos uno de los tipos más queridos en el ambiente folclórico. ¿Qué significa para vos?
 
-Creo que será porque siempre me mantuve, desde Las Chacras, al margen de todas las polémicas. Tengo buena relación con todo el mundo y está claro que con algunos tengo una mayor afinidad, como por ejemplo los hermanos Rolando y Raúl Zafe, Pepito Santillán, El Chuña Rodríguez, Popy Arréguez y Mingo Aguirre, por nombrarte algunos pero son muchos, y debo decir que jamás tuve problemas con alguien del ambiente del folclore. Y esto me hace sentir muy bien.
 
 
  -Para concluir: ¿sos un hombre feliz?
 
-Soy feliz. Le doy gracias a la vida, a Dios y la Virgen del Valle y  puedo decir que lo tengo todo: mi mujer, mis  hijos, mis nietos; extraño a mis viejos, pero los he disfrutado cuando vivían. Disfruto un montón de mi felicidad.
 
 
Dos sueños 
 
Allá en la `el Asfalto
Cuando se duerme la tarde
Diez duendes andan buscando
Historia para contarme.
Como caricia del viento
Un fuelle sopla y suspira
Y suelta todo el misterio
Que guarda en sus melodías.
El alma henchida de zamba
Se va elevando en un vuelo
Para perderse en la noche
Por esos rumbos del cielo.
Omar, hermano del canto
Tu fuelle y vos son dos sueños
Muy oscuritos por fuera
Muy luminosos por dentro.
Caminos tiene la vida
Que llevan quién sabe adónde
Cuántas historias perdidas
Entre tus dedos se esconden.
Tus duendes andan rondando
Las noches de Valle Viejo
Allá me esperan cantando
Para volarnos muy lejos.
Una nostalgia hecha zamba
Y un vino de chacareras
Siento que vibran en tu alma
En una tarde cualquiera.
Omar, hermano del alma
Tu fuelle y vos son dos sueños
Que van poblando de zambas
El cielo catamarqueño.

(Chacarera de autoría de Julio Herrera, dedicada al protagonista de este reportaje)



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