Cara a cara

“Estamos viviendo una etapa profundamente regresiva”

Hoy: Luis Reyes.
domingo, 18 de febrero de 2018 00:00
domingo, 18 de febrero de 2018 00:00


Cuando el reloj indicaba que ya habíamos grabado lo suficiente, sinceramente lo lamentamos. Fue una charla atrapante con un hombre de fuertes convicciones. Es licenciado en Filosofía, hizo un postgrado en Sociología en Córdoba, una maestría en Filosofía en México y un doctorado en Córdoba. Doctor en Filosofía, en síntesis. Fue víctima de la inseguridad en el año 2000, lo que le costó perder la visión de su ojo derecho por un disparo. Con una fuerte identificación con el pensamiento indígena y el peronismo, no duda en elogiar al ex presidente radical Raúl Ricardo Alfonsín. Nos quedaron muchas preguntas en el tintero, pretexto válido para otro encuentro. El Cara a Cara de este domingo nos entrega un cúmulo de fuertes y profundas reflexiones de Luis Alberto Reyes.
  El tema de siempre para esta época del año: la discusión salarial entre el gobierno y los gremialistas docentes. La misma película vieja, con el mismo argumento y distintos actores. ¿Por qué?
  -Seguro que lo ideal sería que las clases comiencen normalmente, sin este tipo de inconvenientes. Pero es una historia vieja que muestra la contradicción entre los sectores poderosos y privilegiados de la economía que muchas veces –casi generalmente- están en los gobiernos y que pretenden mantener los salarios obreros, en este caso los docentes, por debajo de la inflación, por debajo de lo que sería equidad en el reparto de los bienes sociales para toda la población. Recuerdo cuando comenzó con más fuerza mi vida política en los tiempos de Onganía, previos al “Cordobazo”, una de las reivindicaciones de la clase obrera por esa época, esa clase obrera combativa, esa que hoy pareciera estar queriendo resurgir con algunos dirigentes de base, era lograr la discusión de paritarias, recuperar la posibilidad de discutir los salarios en pie de igualdad con la patronal. Cosa que ahora también está en el tapete. Cuando se pone un tope a las paritarias es como cegarlas.
  -Esa discusión que se mantiene en el tiempo, ¿de alguna manera posterga el debate sobre la calidad educativa?
  -Creo que no. El trabajador docente es el más interesado en que la educación tenga un lugar privilegiado en las políticas del Estado. De hecho, educación y política son lo mismo. No puede haber una participación democrática de la gente si la gente no está educada, si no tiene plena conciencia de sus derechos, si no conoce la historia nacional, la fuerza, los intereses, los valores. Todo eso es la sustancia de la educación. Por el contrario: los gobiernos que quieren mantener situaciones de privilegios, de control social fuerte, están interesados en reducir –como está pasando actualmente- los proyectos educativos, reducir las asignaciones para la cultura, para la educación, para los sueldos de los maestros, para el mejoramiento de las escuelas. Y el salario es una de las variables que tiene que ver en esta puja por educación sí o educación no.
  -Más allá del justo reclamo por mejores salarios, el problema se genera cuando se para la actividad docente y usted como docente sabe que esos días sin clases no se recuperan jamás.
  -Es cierto, así es. Pero debo decirle que el docente que para lo hace siempre con mucho dolor, extrañando el aula, porque el aula es el medio de nuestra vida; es nuestro compromiso social, político. Educar es hacer política, es hacer patria. Entonces, estar lejos de las aulas, lejos de nuestros alumnos, es un dolor para nosotros, pero a veces no queda otra alternativa que la medida de fuerza.
  -¿Se hace difícil enseñar por el lado de los docentes y aprender por el lado de los estudiantes en un país en crisis, con tanta preocupaciones?
  -Creo sinceramente que las crisis son un estímulo para el pensamiento. Como sentían los franceses cuando estaba ocupada Francia por las tropas alemanas, las tropas nazi. En esos días de la resistencia, los franceses más ilustrados, más combativos como Jean-Paul Sartre, sostenían: “Nunca hemos sido tan libres como cuando estábamos ocupados”. Podría decir también que nunca hemos sido tan educados, tan conscientes del valor del pensamiento y de la educación, como en los días de lucha, en los días de crisis de nuestra Argentina. Yo viví todo ese período de la dictadura de Onganía cuando era estudiante universitario; estaba al lado de Santiago Pampillón cuando lo mataron en setiembre del ´66 en las calles de Córdoba. Recuerdo a Agustín Tosco, René Salamanca y Atilio López, dirigentes emblemáticos de tantas luchas, entre ellas el “Cordobazo”. Quiero decirle con esto que los momentos de crisis no necesariamente son adversos para la educación: pueden ser muy educativos.
  -¿Alguna vez llegó al aula y dudó de cómo llevar la clase o se preguntó de qué les hablo hoy a los estudiantes?
  -No. Porque soy de los docentes que siempre hemos tenido una profunda vocación. He amado al conocimiento y a la transmisión del conocimiento. Soy un buscador de ideas, de verdades. Y digo verdades en el sentido griego, donde se descubre, donde se devela algo. Entonces, siempre me he sentido con esa inclinación a transmitir, a comunicarme con los estudiantes desde cosas que previamente estaban en mi corazón, en mi mente. Será por eso que siempre también he tomado una postura de científico en relación al conocimiento, pero no de cientificista.
  -¿Dónde está la diferencia?
  -Para mí la diferencia está en que el científico valora al conocimiento porque el conocimiento le da voz a los hombres, a los valores, a la patria; en cambio, el cientificista hace del conocimiento en sí mismo un valor. No hay ciencia y mucho menos ciencia transmitida y aplicada a la educación que no esté unida a un compromiso político.
  -¿La resignación forma parte de su agenda personal?
  -¡Ah, no! ¡Claro que no! Estamos acá en la tierra para dos cosas fundamentalmente: una de ellas es para abrazarnos, para disfrutar de un momento en que vamos a estar juntos y la otra es para mejorar esta superficie de la tierra que nos ha sido prestada por un rato. En este caso, nuestra superficie es la más inmediata, la vida cotidiana. Es una actitud que tiene mucho que ver con lo que nos enseña la filosofía, el camino que yo elegí. La filosofía es una búsqueda, una inquietud, un gozo que tiene que ver con el constante descubrir el mundo. Y el descubrir implica el luchar contra los obstáculos, liberar, el develar, el abrir caminos. Creo que los que estamos en el pensamiento desde la filosofía somos todos revolucionarios.

LA POLÍTICA COMO UN SERVICIO

-No lo vemos sometido a la rutina cotidiana. En tal sentido: ¿se cansó de despertar a un nuevo día y no encontrarse con cosas nuevas? Esa fue nuestra inquietud y ésta la contestación de nuestro entrevistado:
  (Sonríe) “Mire: yo estoy jubilado desde hace dos años. Y la jubilación es una crisis. Tenía que dejar la docencia en la universidad, aun cuando sigo teniendo una vinculación con el doctorado de la facultad. Respecto de la rutina a la que hacía usted mención, a mis 72 años, voy al carnaval de Humahuaca, participo constantemente en actividades políticas, en danza, coordino o apadrino de algún modo a los jóvenes que están en La Quebrada. Allí, hace más de 20 años que hacemos la Corpachada, donde viven como una comunidad. Esta Corpachada siempre está coordinada por una madrecita, por una mujer y cada año, al finalizar, se elige la nueva que va a coordinar la ceremonia del año siguiente. Con ese sentido que tienen las funciones y los cargos en la tradición indígena de toda nuestra América: que los cargos públicos no son un privilegio, sino un servicio. Esa tradición indígena de la política que ojalá algún día recuperemos aquí en América: la política como un servicio y no como un beneficio personal. En Humahuaca tengo amigos muy queridos, de hecho estuve parando en la casa de un maravilloso folclorista, diría un poco el alma del carnaval humahuaqueño, que es el “Bicho” Díaz. Estuvimos compartiendo con extraordinarios bailarines, gente muy linda. Siento que ese carnaval conserva más que otros la dimensión más ligada a la tierra, más tranquila. Está muy presente el espíritu del carnaval, ese espíritu de libertad, de reconciliación con el otro lado de la existencia, ese lado que durante el año queda un poco apagado, deprimido por el trabajo, la disciplina”.

SOBRE LA “DICHOSA GRIETA”

En un momento de la charla, le preguntamos a Reyes: ¿Le preocupa escuchar a diario “cada vez estamos peor” en vez de un “ahora estamos mejor”? La respuesta fue la siguiente:
  “No me gustan las afirmaciones generalizantes, eso de generalizar `estamos peor´ o ´estamos mejor`. Pero sí creo en las miradas críticas. Creo que estamos viviendo una etapa en nuestro país –y no sólo en nuestro país, sino también en Latinoamérica y en la mayor parte del mundo occidental- profundamente regresiva. Se acrecienta la concentración de riquezas en manos de unos pocos, se acrecienta el despojo a las mayorías; se acrecientan las políticas autoritarias represivas. Entonces me parece saludable que crezca un sentimiento crítico, pero no un sentimiento generalizado de “estamos peor” porque eso nos puede llevar a la depresión, a la resignación o a la lucha meramente destructiva que no tiene claro el para qué de la lucha. Pero insisto: creo imprescindible que en nuestro país se recupere un pensamiento crítico, un pensamiento crítico que hoy está profundamente lesionado, malogrado por la dichosa “grieta” que ha convertido a la política argentina en una cuestión como de camiseta política: o sos de River o sos de Boca; el yo te odio porque tenés otra camiseta y nada más. Un odio visceral a priori, casi sin razones o simplemente por razones estereotipadas”.
 

LA DICTADURA, EL EXILIO Y EL RECONOCIMIENTO A ALFONSÍN
 

En determinado momento se nos ocurrió preguntarle si el peor momento de su vida había sido durante la época de Juan Carlos Onganía. Se apresuró en responder: “No, no. La peor época fue sin duda la de la dictadura que comenzó en el ´76. Haciendo un poco de historia me tengo que remontar a un poco antes: regresa (Juan Domingo) Perón, en Córdoba teníamos el gobierno en el que estaba Atilio López, quien fue uno de los integrantes de ese triunvirato de la CGT combativa que hizo el “Cordobazo” en el ´69. Una figura emblemática de la lucha, de un peronismo de izquierda, combativo, junto con René Salamanca, que era marxista; Salamanca fue el primero en desaparecer y nunca más apareció cuando vino la dictadura. Junto a ellos, Agustín Tosco, todos con las ideas del peronismo nacionalista y de izquierda. Yo formaba parte de esa tradición de jóvenes que en esa época éramos muy lectores de Marx y de los autores cristianos como Arturo Paoli. Nosotros planteábamos que el verdadero adversario en América Latina era el neocolonialismo: por eso la consigna era “Patria sí, colonia no”. Bueno, llegó Perón, año 1973 y en Córdoba Atilio López era vicegobernador de Obregón Cano, pero inmediatamente comienzan las dificultades. Ese último gobierno de Perón, para muchos de nosotros, tuvo algunos aspectos negativos: vino con (José) López Rega, una especie de cáncer interno, muy horrible. Fue una especie de prefiguración de la dictadura que vino después. Obregón Cano fue destituido de la gobernación; además Perón tuvo una actitud pasiva y deja que la ultraderecha se imponga en Córdoba. Por esos momentos, me expulsan de la universidad; yo estaba trabajando en dos facultades que eran emblemáticas en Córdoba: la escuela en Ciencias de la Información y la escuela de Servicio Social. Aquí, un compañero, Kuky Curuchet, fue el primero al que asesinó la triple A. Entonces me fui muy al Norte, a Orán, a dar clases en un secundario para poder mandarle algunos pesitos a mi familia. Estando allí me contacta el secretario académico de la naciente Universidad Nacional de Catamarca, en la que estaba de rector un peronista del peronismo histórico, el Dr. Chiara, de la línea del Dr. Smith, de Córdoba. Que no era la izquierda, la tendencia revolucionaria del peronismo, pero tampoco era la derecha peronista; era más bien el peronismo tradicional, clásico. Aquí comienzo a dar unos cursos para lograr que los profesores del Instituto del Profesorado adquirieran la licenciatura y pudieran dar clase en la flamante universidad. Cuando vino el golpe de Estado del ´76, asume en la universidad un médico de apellido Contreras. Hubo una fuerte persecución ideológica en la universidad local y me expulsaron; podrían haberme matado en esos tiempos. Siempre tuve una mitad de mi corazón en el cristianismo. Cristianismo de los pobres, el que de algún modo hoy encarna el Papa Francisco. Yo estaba detenido en el cuartel y entonces me dijo (Carlos Alberto) Lucena que el obispo se había interesado por mí; el obispo era (Alfonso) Torres Farías. Pero me tenía que ir de Catamarca y me fui al exilio; fui a parar a México. Después, recuperada la democracia, el parlamento, por iniciativa del Poder Ejecutivo de (Raúl) Alfonsín, ese magnífico presidente que tuvimos los argentinos, establece por ley que todos los que habíamos sido expulsados de los organismos estatales por la dictadura podíamos pedir la reincorporación. Regreso en el ´86 acogiéndome a esa ley y me reincorporo a la universidad. Le digo: virtud que más admiro en los políticos es la valentía; la política argentina está llena de cobardes. Alfonsín fue un tipo valiente, un defensor de presos políticos cuando ello ponía en riesgo su vida, como la arriesgaron Ortega Peña, Curuchet y otros abogados. Alfonsín fue el que inició los juicios a la Junta militar; fue el que se atrevió por su valentía a enfrentarse a los sectores del campo, a esa oligarquía alevosa que tenemos en la Argentina. Alfonsín fue un gran presidente, en la línea de los mejores presidentes de la Argentina”.

Por Kelo Molas

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