Cara a cara

“En el tema de la Corte, hay que pedir el juicio político”

Hoy: Roberto Díaz
domingo, 1 de abril de 2018 00:00
domingo, 1 de abril de 2018 00:00


Tiene más de medio siglo ejerciendo como abogado y piensa seguir “hasta que Dios diga basta”. Es un reconocido profesional del derecho del foro local. Lo encontramos con la experiencia y el sosiego que dan los años. Está casado –también en esto cumplió las bodas de oro- con Martha Emilia Vergara Rizzardo (licenciado en Francés) y es padre de Roberto (ingeniero agrónomo),  Sergio Pablo (abogado) y Diego Manuel (psicólogo y miembro de una orden religiosa católica en Estados Unidos). Forma parte indisoluble  en las últimas décadas de los pasillos de tribunales y los juzgados de Catamarca. Se considera un abogado de vocación y con pasión. Se llama Roberto Díaz y nos entrega su pensamiento en el Cara a cara de este domingo.
  -¿Cuántos años en la profesión?
  -Me recibí como abogado en 1962 y ejerzo la profesión desde ese mismo año, es decir hace 56 años. Ingresé a la facultad en 1956.
  -Profesión compleja la de abogado. Se ganan simpatías y antipatías de manera constante.
  -Es una profesión bastante difícil de llevar. Porque generalmente se trabaja en situaciones donde están en juego los derechos particulares y claro, toda persona se cree con derecho a determinada cosa y muchas veces en la realidad no es así. Hay cuestiones civiles y penales que se suceden entre familiares, lo cual genera una situación de simpatía o antipatía hacia el profesional del Derecho que los está representando. Además resulta hasta complejo seguir desempeñándose en medio de la sociedad con la cual uno convive y donde uno actúa, lo cual se hace más difícil en un medio chico como el nuestro.
  ¿Recuerdo sus comienzos?
  -Fueron en el estudio de un abogado muy importante en esa época (Dr. Núñez), que llevaba adelante un estudio muy reconocido en Catamarca y que era penalista. Luego, en los tiempos de don Armando Luis Navarro gobernador (gobernó entre 1963 y 1966 y fue destituido por los militares el 28 de junio de 1966), me proponen como juez. Antes, el Poder Ejecutivo proponía los jueces al Senado y éste los  acordaba por un término de 4 años; cumplido este plazo tenían que enviar nuevamente los pliegos al Senado para que continúe por un nuevo período, o no. De esa manera me desempeñé como juez del Crimen o juez de Instrucción. Hasta que llega la llamada Revolución y comienza a gobernar el país (Juan Carlos) Onganía y en Catamarca el general (Guillermo Ramón) Brizuela. Fui juez un corto período. Debo señalar que en los inicios hice mucho trabajo como abogado en lo penal, ahora estoy más dedicado a lo laboral.
  -¿Le tocó un caso en la que tuvo que defender a un asesino, por ejemplo?
  -Sí, me tocaron algunos casos. Y en otros, cuando fui juez, me tocó investigar algunos asesinatos. Recuerdo a uno de los hechos más resonantes por aquellos años cuando era juez. Ocurrió en Farallón Negro, donde murió una persona envenenada. A poco de iniciarse la investigación, se descubre que al hombre le habían echado cianuro en la comida. Autora del crimen resultó ser una química extranjera que trabajaba en la empresa minera, de acuerdo a la investigación que llevamos adelante con la policía. 
  -¿La mujer fue condenada?
  -No. Después de la correspondiente tarea investigativa, el caso se elevó a juicio, pero nunca se llegó a una condena. Es más: la mujer se fue del país. Sin dudas, faltaron las pruebas suficientes para su condena. Eran tiempos en que, por ejemplo, en la zona del Este, había muchos casos en que la gente dirimía sus cuestiones a punta de cuchillo. En uno de esos casos, me tocó defender con éxito a un señor de la localidad de Ampolla, departamento Santa Rosa, al demostrar que había actuado en legítima defensa. Los desencuentros se producían por animales o derechos sobre los campos.
  -¿Cuál es el concepto que tiene de la Justicia en los tiempos actuales?
  -Considero que todas las causas, tanto penales, civiles, laborales y hasta de carácter previsional hacen una sumatoria extraordinaria de causas y debemos decir que no es suficiente la cantidad de gente que está en la Justicia para administrar ese valor llamado Justicia con la rapidez necesaria que establecen los códigos. Porque en todos los códigos que son los que regulan el debido proceso, están establecidos los plazos, y éstos no se cumplen en la mayoría de los casos. En estos momentos, la gente que trabaja en el Poder Judicial, sea en calidad de empleados, secretarios, jefes de despacho o alguna otra jerarquía, están muchas veces desbordados por la tarea a llevar a cabo. También se da el hecho, como ocurre en el marco de la Administración Pública, de que hay gente que no se preocupa demasiado y no les interesa el trabajo. Antes también ocurría que cuando un juzgado era desbordado por las causas a tratar, se convocaba a los empleados a trabajar en horas de la tarde, para “poner al día” el despacho y cumplir con los tiempos que establece la ley, algo que hoy no se ve.
  -¿Hace falta tener más juzgados?
  -Sí, indudablemente. Pero también habría que establecer, tanto para la entrada de empleados y funcionarios a los juzgados, los concursos públicos de oposición, donde todos puedan asistir a los exámenes y ver la capacidad y la competencia, sobre todo después que tenemos acá una facultad de Derecho.
  -¿Por qué cree que la Justicia no tiene buena imagen en el marco de la opinión pública?
  -Por muchas cuestiones, sin lugar a dudas. Una de ellas es que la Justicia no ha podido escapar de caer en el tema mediático. Hoy, tanto a nivel nacional como provincial, uno se entera primero de la resolución de un despacho que salió a última hora y el o los abogados que actúan en la causa recién se enteran al otro día. Esa filtración de una información tan importante cae primero en las redes mediáticas y entonces los periodistas –algunos con alguna experiencia sobre el tema- opinan a su modo y parecer y la gente se va formando una idea del tema de acuerdo a esa opinión.
  -De acuerdo a los hechos más resonantes de corrupción a nivel nacional, que son de dominio público, la Justicia está muy cuestionada y en todos los debates periodísticos está sentada en el banquillo de los acusados.
  -Sí, es así. Considero que el cuestionamiento, en algunos casos, es cierto, es verdadero; en otros no tanto. Pero nadie puede dudar de que estamos en presencia de una Justicia muy cuestionada a nivel país.
  -¿Cuál es su opinión sobre la cuestionada situación de dos miembros de la Corte de Justicia de Catamarca, José Cáceres y Amelia Sesto de Leiva, por la que un abogado del foro local ha planteado la incompatibilidad funcional en su calidad de jubilados que les impediría integrar el Poder Judicial?
   -Es que así lo establece claramente la Constitución de la provincia. Creo que lo que se tendría que haber hecho es pedir el juicio  a la cámara que corresponda en el ámbito de la Legislatura para destituirlos, para sacarlos. Simplemente porque no se está respetando la Constitución. Entiendo que se hicieron las denuncias por vías que no corresponden. Hay que ir con el procedimiento correspondiente, insisto: pidiendo el juicio político.
  -¿Cuánto cuesta separar al profesional abogado del ser humano, según determinados casos?
  -Cuesta, pero hay que hacerlo cuando hay casos donde lo humano es superior a todo lo que lo rodea. Recuerdo uno: cuando era juez, los hechos delictivos tenían a protagonistas, como ahora, de todas las edades, pero de manera especial había mucha gente joven delinquiendo. Había un muchacho joven –por supuesto me voy a reservar su nombre y apellido porque hoy ya es un hombre grande- que siempre caía preso porque robaba, hurtaba, peleaba, tenía un cúmulo de causas. Cuando me lo traen, ya venía en calidad de culpable. Como era mi estilo, me gustaba indagar a las personas para tener un conocimiento personal del individuo, algo que ahora se ha desnaturalizado un poco y queda siempre en manos del empleado de jerarquía que tiene el expediente. Le dije cuando lo tuve frente a frente le dije: “Mirá, ya tenés más de 18 años y tendrías que ir preso, tendrías que ir a parar a la cárcel por tus antecedentes. Pero te voy a dar una oportunidad: te voy a poner unas restricciones –consistentes en no tomar alcohol y no cometer nuevos delitos, por ejemplo- y la policía te va a vigilar para que te portes bien”. Años después, yo ya no era juez, lo encuentro en la calle con una criatura en brazos y a su lado una mujer que sería su pareja. Me reconoció y me dijo: “Quiero agradecerle porque me hicieron muy bien los consejos que me dio en aquella ocasión. Jamás volví a delinquir y ahora trabajo como corresponde. Nunca me olvidaré de la oportunidad que me dio”. En realidad, a la oportunidad que el hombre supo aprovecharla para bien, se la daba también la ley. Es lo que hoy, a mi parecer, está faltando: el apoyo desde lo humano con algunas personas que merecen tener una nueva oportunidad en la vida. Claro que esto debe hacerse con la apoyatura de un psicólogo, un asistente social y buenos policías, por supuesto. Digo esto porque, según lo cuenta el periodismo local muy seguido, en la cárcel de Miraflores dicen que hay tráfico de drogas, que la droga entra y sale cuando quiere y que los que cometieron un delito salen peor de lo que entraron… Bueno, estamos mal, muy mal, diría, si lo que dicen es verdad. 

 

Militante y preso político

Roberto Díaz también es conocido por su militancia política, sobre la que recuerda: “Milité en política desde el año 1955. Empecé cuando se fundó el partido Demócrata Cristiano y en Catamarca era integrante de la junta partidaria. Mis inicios en la militancia coincidieron con el liderazgo partidario de Horacio Sueldo, ´Panchín´ Cerro, el cordobés José Antonio Allende y otros destacados dirigentes políticos”. Consultado sobre haber sido preso político y otra víctima de la intolerancia militar, se apresura en responder: “Sí, pero más que de la intolerancia militar, fui víctima de la intolerancia de la época de María Isabel Martínez de Perón (Isabelita), previo al golpe militar de 1976, cuando te ponían preso a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Fue después  de lo que se conoce como la masacre de Capilla del Rosario (agosto de 1974). Cuando ocurrió este hecho me desempeñaba como secretario del Colegio de Abogados, cuyo presidente por aquel entonces era Carlos María Correa, ya fallecido. Correa me encargó la tarea de recibir a la gente que venía a buscar los cuerpos  de la masacre y también a los que venían a visitar a los presos. Y aquí, en este lugar de mi casa donde estamos charlando ahora, recibía a la gente, entre los que venían reconocidos abogados. Yo los acompañaba a realizar los trámites en la policía provincial, policía federal, a la morgue, al hospital y, en fin, a todos los lugares. De aquellos que vinieron, casi todos fueron muertos; uno de los pocos que se salvó fui yo. Después de aquello me ponen preso, lo mismo que a mis hermanos Rolando y Nery, a los hermanos Colombo. Estuve un año preso, hasta agosto de 1975. Hasta mi señora fue detenida por ese famoso pretexto de ´averiguación de antecedentes´. Recuerdo que antes de caer preso, me pusieron una bomba acá, en mi casa. Esa misma noche le pusieron una bomba a Julio Marcolli, que estuvo preso conmigo y ahora está en Venezuela. Julio, junto al Dr. Marca, eran abogados defensores de los muchachos guerrilleros. En síntesis: hice derecho penal, fui juez y fui preso. Un detalle: por gente que trabajaba en la Policía Federal, me enteré en aquella época de la cantidad de ´informantes´ que había en nuestro medio, que recibían dinero del Estado para ´entregarlos´ a la policía. Entre ellos había profesionales, políticos y gremialistas”. Tras el relato nos muestra el diploma  hecho cuadro que le fue entregado por la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Catamarca el 23 de marzo de 2010, en vísperas de celebrarse un nuevo aniversario del Día por la Memoria, Verdad y Justicia. La distinción le fue entregada a Roberto Díaz por su “aporte a la construcción de la memoria colectiva y su compromiso por la defensa de los derechos humanos”, destacando asimismo “su hombría de bien”. 

 

El Rodeo, la tragedia y el dolor

A mediados del mes pasado, se conoció que la fiscalía de Instrucción N° 9 solicitó al juez de control de Garantías el sobreseimiento total y definitivo de 10 de los 13 imputados en lo que se conoce como la tragedia de El Rodeo, ocurrida el 23 de enero de 2014. En ella, uno de los hijos del abogado Roberto Díaz, Sergio –también abogado-, perdió a su esposa y a su pequeña hija. Con evidentes muestras de dolor, Roberto Díaz dijo sobre el particular: “El Rodeo siempre ha significado algo especial para la familia, y ahora lo es mucho más por lo que pasó. Era nuestro lugar de vida, el lugar donde nos criamos. Sergio ha perdido  a su señora, Marisul, y a su hija, y yo la única nieta, Candelaria. Respecto al pedido de la Fiscalía, creo que el fiscal se equivocó porque todos le atribuyen al puente la tragedia, cuando en realidad la tragedia comienza en el balneario viejo, que es donde fallece la familia de Ahumada y se salva mucha gente que alcanzó a escapar de la crecida, incluso el propio Sergio. Hay algo que no se hizo, y creo que esto está en la causa, es que debieron repararse las defensas que estaban desde el balneario río arriba. Las defensas, por ejemplo, a la altura de la finca del señor Basso, estaban rotas y tengo entendido que estaban el proyecto y el dinero para reparar esa defensa y abrir el río. Como conocedor de la zona, ahí por donde está el parque de los niños, en la parte baja de la hostería de El Rodeo, si se ven los títulos de propiedad de la estancia San José de Ambato, dice clarito ´límite Norte-Río Ambato´, lo cual indica inequívocamente que el río venía por ese lugar, después se cambia por donde ahora lo conocemos. Antes, los viejos pobladores de El Rodeo, entre ellos mi padre, por donde va el cauce ahora, le llamaban ´río del medio´. Ahora, han dejado construir el parque de los niños, una hostería nueva y casas, lo que suena a inaudito, porque en realidad eso representa a un escape del río. Respecto a la tragedia, falta que se haga justicia, por lo que resulta prematuro el pedido del fiscal”. 

Por Kelo Molas

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