Hoy: JOSÉ “POCHI” NATILLA

Cara a Cara: “Papá: gracias por habernos enseñado a trabajar”

domingo, 17 de junio de 2018 00:00
domingo, 17 de junio de 2018 00:00

Por Kelo Molas

 

En coincidencia con el Día del Padre, queríamos entregar hoy un testimonio que nos hable de ese legado que nos dejaron nuestros mayores, basados en el esfuerzo y el don de buena gente.

Dice William J. Bennet en el Libro de Oro de la Sabiduría: “Los que se pierden la alegría del trabajo, de la labor bien realizada, se pierden algo muy importante en la vida”, mientras que el cantor popular Daniel Altamirano, en su obra “El cantar de los oficios” cuenta: “Cuando se juzgue a un hombre, preguntad cuál es su oficio y sabrás cuál digna es su estatura”.

Fuimos en busca de un referente de un apellido sinónimo de obras distintivas. Es hijo de Vito y Herminia.

Es el esposo de Graciela Agüero, chacarera. Ambos son los felices padres de Gianfranco y Gabriella y no menos felices abuelos de Ignacio. “Es un buen tipo mi viejo”, se inspiró Piero hace varias décadas.

Y pese a que Don Vito ya no está físicamente, su imagen luce presente para testimoniarle tanto agradecimiento por haberles enseñado el camino a seguir en la vida, ese que habla de laburo, laburo y más laburo. Estuvimos en Villa Dolores en una fría tarde de los últimos días. En una empresa emblemática de los acontecimientos sociales como es “La Tanita”.

También podríamos mencionar a “Frigorífico Natilla S.A.-Industrias Cárnicas”. De cualquier manera estaríamos hablando de trabajo y visión empresarial. Con justa razón, hemos escuchado en más de una ocasión: “Lo primero es la familia”.

He aquí un digno referente familiar que, en nombre de sus hermanos, honra la memoria de Don Vito: José Del Valle Natilla. El “Pochi” amigo de cada día.   
 

 

-¿Cómo nace la relación de la familia Natilla con Catamarca?

  -Mi padre, Vito, un inmigrante de la posguerra de Europa, llegó con 19 años, allá por el ´49, a Catamarca. Mi viejo nació en Baris. Llegó por ese tiempo y fue a trabajar directamente en Las Pirquitas. Era mecánico y allí estaba trabajando una empresa italiana. Concluido ese trabajo en Las Pirquitas, trabajó luego en Obras Públicas de la Provincia. Y aquí, en la zona de Las Chacras, conoció a mi madre, Doña Herminia Rodríguez, que era vecina de Villa Dolores.

 

  -Tiempos difíciles aquellos.

  -Claro. Y mi viejo no entendía otra forma de ganar plata que no sea trabajando. Nos enseñó a laburar, a laburar y a laburar. Nos decía que la mejor forma de vivir era trabajando. Fue uno de los tantos que vivían en Europa en años de la posguerra y vinieron para este lado a “hacerse la América”, como se dice popularmente. Como te decía, cuando trabajaba en Obras Públicas compró un camioncito, un Bedford modelo ´62. A los tres años de laburo, ya tenía cuatro camiones, con los que se fue a trabajar en las Termas de Río Hondo, Santiago del Estero, cuando se comenzó a hacer el dique. La casa paterna nuestra se había construido en La Tercena, en el departamento Fray Mamerto Esquiú. Cuando se terminó la obra de las Termas de Río Hondo, mi papá ya tenía nueve camiones. A todo esto, había una característica familiar impuesta por mi viejo: adonde iba a trabajar lo hacía con toda la familia; nos llevaba a todos. De Santiago del Estero nos llevó a Salta porque la misma empresa con la que trabajó en Santiago del Estero fue a trabajar en el dique de Cabra Corral. Y allá fuimos todos: vivíamos en un pueblo llamado Coronel Moldes, distante a 90 kilómetros de la capital salteña. A mitad de la obra en Salta, decidió irse a Tucumán: ya tenía mi viejo 20 camiones. Posteriormente se trasladó a Santiago del Estero. Era la época de (Juan Carlos) Onganía, casi a fines de los ´60. ¡Y se fundió!

 

  -Había que tomar una decisión.

  -Volvimos todos a Catamarca, a la casa paterna de La Tercena. Tuvo que vender la mayoría de los camiones que tenía y solamente se quedó con cinco. En esa época mi padre se enfermó del nervio ciático, por lo que salimos a trabajar y a darle una mano con mi hermano más grande. Tendríamos 17 y 18 años. Eran camiones volcadores, por lo que trabajábamos mucho en los movimientos de tierra, para lo que nos alquilaba Vialidad.

 

  -A todo esto, ¿qué se sabía de Italia, de la familia de su padre?

  -Mi padre hacía casi 30 años que había venido de Italia, nunca más había vuelto a su país y no tenía ninguna noticia de su familia. Mi viejo era el mayor de 10 hermanos y tenía una hermana a la cual no conocía, la que obviamente nació después que él se vino para Catamarca. Es decir: se habían perdido el rastro. En Italia no sabían nada de papá y aquí no sabíamos nada de la familia en Italia. Con los años se fue perdiendo la comunicación hasta que logramos saber algo a raíz de un hecho casual, diríamos. Fui a retirar la nueva guía telefónica de la entonces empresa Entel y ofrecían un servicio para ubicar números en el exterior. Mi padre buscó a través de esa vía a dos hermanas hasta que logró comunicarse con una de ellas.

 

  -Nos imaginamos la alegría de su padre y del resto de la familia.

  -Por supuesto que vivimos una gran emoción, porque en Italia todavía vivían los padres y los hermanos de papá. Una de las hermanas no estaba en Italia, vivía en Houston (Estados Unidos) y era modelo publicitaria.
 

-Cumplida la “aventura italiana” (ver aparte), de regreso en Catamarca, surge el nuevo desafío: ¿qué hacemos?

  -Traje una carpeta con una serie de proyectos. En realidad, me pasé doce años pensando qué hacer cuando vuelva a Catamarca. Y estaba la idea de instalar un frigorífico. ¿Por qué? Porque cuando vine a pasear a Catamarca, allá por el año ´82,  comprobé que la fruta era de mala calidad: nos habíamos acostumbrado a la manzana de Italia. Cuando pregunté por qué la fruta tenía mala calidad, me respondieron: “Es que aquí no tenemos frío para las frutas”, se estaba refiriendo a cámaras de estacionamiento de frío. Yo ya venía conociendo algo del tema y noté también que la carne se comercializaba “caliente” en esa época. Se faenaba en el viejo matadero cercano al barrio 9 de Julio. Comencé haciendo las cámaras frigoríficas, que ahora es la fábrica de hielo “Freskito” ubicada en avenida Acosta Villafañe, que hoy está a cargo de mi hermano más chico.

 

  -Cuando se pronuncia el apellido Natilla: ¿sinónimo de qué estamos hablando?

  -Lo asocio más a la industria frigorífica, la industria  de la carne, algo  de todos los hermanos. Esto (refiriéndose a “La Tanita”) es más bien un emprendimiento personal que sirve además de contención familiar. Antes, papá nos agrupaba a toda la familia en la casa de La Tercena; él hacía el asadito para todos los familiares. Después, aquello quedó chico y nació esta obra para contener a la familia y a los amigos. Somos muy “amigueros”. Y todos los festejos de la familia se hacen aquí. Te cuento: tengo un proyecto entre manos de alrededor de 15 millones de pesos, para construir en este espacio un salón que sirva como centro de convenciones y eventos especiales. Que sirva además para eventos turísticos en la provincia, al margen del aspecto social.

 

  -“La Tanita” pasó a ser, en el marco de los acontecimientos sociales, como el lugar elegido. ¿Qué le genera esa elección?

  -Sí…y es algo que me llena de orgullo, por cierto. Y es por ello  que me siento animado para la construcción de ese centro de convenciones a nivel internacional que mencioné anteriormente.

 

  -Si tuviera la oportunidad de tener frente suyo a su padre, ¿qué le diría?

  -A ver…primero quiero hacer una reflexión: cuando uno es chico reniega de manera permanente porque los padres son muy exigentes. Bueno, mi padre era uno de esos tipos exigentes. Nosotros éramos casi niños y, medio jugando y medio en serio nos hacía trabajar. Ya sea con el mantenimiento de los camiones o cualquier otra ayuda que le podíamos dar. Nos estaba enseñando el camino. Si conocimos el espíritu de sacrificio, es porque nos enseñó nuestro viejo. Por supuesto que a esto lo entendimos después, porque antes papá nos parecía un tipo duro. Cuando fuimos a Italia y conocimos las historias de la familia de mi padre, es como para decirle ahora: gracias por habernos enseñado a trabajar, por motivarnos a cultivar el espíritu de sacrificio. Papá era un laburador.

 

  -Al margen de todo lo relacionado al trabajo, resulta innegable que también les dejó la herencia de la unidad familiar. ¿Es así?

  -Sí, efectivamente. Por ejemplo: la relación que tienen nuestros hijos con los primos, es algo muy fraternal. Hay un amor de hermandad que se pone de manifiesto todos los domingos cuando nos reunimos aquí. Siempre tenemos la buena excusa de festejar todos los “días de…”, además de los cumpleaños.

 

  -¿Qué le representa Catamarca?

  -Vale contarte algo: un hermano de papá, me dijo un día: “Giuseppe (así le llaman allá a todos los que tienen por nombre  José); ¿qué es Catamarca que te querés volver”? Le respondí sin dudar: la Patria. Eso significa Catamarca para mí y para nuestra familia: nuestra Patria chica. Somos catamarqueños de puro amor; es algo que nos nace desde las mismas entrañas. No se me ocurriría hacer nada que no sea en Catamarca.

 

Eso que llaman “gestión familiar”

  Había llegado el momento del reencuentro y de conocerse con el resto de la familia. “Pochi” se pone nostalgioso y nos cuenta:

  “Exactamente. Comenzó la insistencia de que fuéramos a Italia y fuimos. Estamos hablando de 1978, casi 30 años después de la llegada de mi padre a Catamarca. Tanto insistieron desde Italia que convencieron a mi papá y decidió volver a Italia. ¡Y nos llevó a todos! Es de imaginarse la situación: nosotros ya estábamos de novios aquí en Catamarca y había algo trascendente: todos nosotros íbamos a conocer a la familia de mi padre. Recuerdo que yo ya había salido de la ´colimba´ (servicio militar)”. Le preguntamos a nuestro entrevistado cuál era la idea de Don Vito: ir, visitar la familia y volver; o ir, ver y quedarse. Nos relata: “La idea era ir a visitar a la familia y conocer a la hermana que no conocía, pero desde allá estaba la insistencia de que fuera con toda la familia y se quedara. Por esos años, recordemos, la Argentina vivía momentos muy duros, en plena dictadura militar. Ahí mi padre comenzó como un ´operativo seducción´ hacia nosotros para que conociéramos Europa y en especial la tierra de los ´nonos´. Un día, tal vez el menos pensado, armamos las valijas todos y nos fuimos a Italia. Allá, con la ayuda de toda la familia, compramos un bar y nos dedicamos a la gastronomía. (Con una amplia sonrisa) ¡Éramos muy corajudos…pero eso sí: sabíamos y queríamos trabajar! De esa manera comenzamos a dar los primeros pasos en el rubro gastronómico. A Dios gracias nos fue muy bien con el negocio y mucha gente de Catamarca conoció el local. ¡Atendíamos a casi 4 mil personas por día! Está claro que trabajaba toda la familia. Ahí nació el concepto de ´empresa familiar´, algo que teníamos incorporado cuando comenzamos a trabajar aquí en Catamarca. Papá siempre nos inculcó que tuviéramos independencia laboral y nos mentalizó desde chicos en esto de trabajar en familia, algo que por otra parte es muy común en Italia. Por eso no extraña que muchas empresas tienen el sello ´Gestión familiar´. Comer en un restaurante o en una tractoría de gestión familiar no es lo mismo que hacerlo en algo más industrial. Suena mejor ´atendido por sus propios dueños´, como algo distintivo. En mi caso, me fui estando de novio aquí en Catamarca. Al poco tiempo se fue mi novia para Italia y allá nos casamos y tuvimos hijos italianos. Es decir que somos catamarqueños hijos de papá italiano y padres de hijos italianos. Obviamente, toda mi familia está ahora en Catamarca. Aquella aventura a Italia duró 12 años. Pese a que trabajábamos muy bien allá en Italia, era como que nunca nos hicimos a la idea de quedarnos para siempre. Recuerdo que cuando cerrábamos el negocio, con mis hermanos nos pasábamos planeando qué íbamos a hacer cuando regresemos a Catamarca. Estaba claro que pensábamos en volver, que nunca nos fuimos con la idea de quedarnos a vivir en Italia. Es más, mis tíos nos decían: ´pensar en volver a Catamarca es darle una cachetada a la fortuna; acá están todos muy bien y además está la familia italiana´. Yo, al menos, de algo estaba seguro: si regresaba a la Argentina, era para vivir en Catamarca. Hice la punta para el regreso y luego se vinieron todos. Volver a Catamarca significaba comenzar todo de cero; lo único que nos había quedado aquí era la casa paterna en La Tercena. Por supuesto, traíamos todos nuestros ahorros. La única que se quedó en Italia fue mi hermana Ana María, porque ella estaba casada con un italiano, pero siempre viene a visitarnos”.
 

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Comentarios

17/6/2018 | 20:03
#149005
excelente famila, siempre emprendiendo!!!

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