Los Monos: la historia de ‘Monchi’ Cantero, el líder de la banda

Conocé a Ramón Ezequiel Machuca, uno de los líderes de la banda narcocriminal, que recibió una condena de 37 años de prisión.
martes, 10 de abril de 2018 12:54
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Joe Zasa es uno de los pintorescos personajes que retrata Francis Ford Coppola en El Padrino III. Interpretado por Joe Mantegna, Zasa es parte de un complot durante una cumbre de los capos de la mafia que se congregan en Atlantic City, Nueva Jersey. En la reunión, Vincent Corleone (Andy García) discute con Zasa. Y desde lejos le baja línea al resto de los asistentes. "Ahí está Joey Zasa. Su foto fue tapa de la revista del New York Times. La revista Esquire le dio el premio al mafioso mejor vestido. Es tan famoso que pronto nos va a hacer famosos a todos". La escena está fresca en la cabeza de alguien que conoce "la causa Monos" como pocos. Y es lo primero que se le ocurre decir ante una pregunta simple: ¿Cómo es Monchi?

Monchi no es el único de los capos de la banda de Los Monos que creyó burlar el sistema una y mil veces. Pero sí el que más tiempo se mantuvo como fugitivo: tres años. Desde la clandestinidad, en el tiempo que estuvo prófugo, consiguió notas periodísticas a las que asistió disfrazado y en las que ofreció datos y pistas sobre la corrupción política y judicial que, según interpretó, lo cercaba. También se ocupó de dejar sentencias ingeniosas y efectistas: "Voy a dar la batalla de mi vida, la batalla de un prófugo contra los corruptos". O bien: "El más buscado ('el Mabu') no se rinde por nada". De ahí surgió el apodo de "Mabu", que incluso estampó en la leyenda de una gorra que usó al presentarse en televisión camuflado con barba y anteojos negros, cuando las fuerzas de seguridad aseguraban que lo rastreaban por cielo y tierra.

Además de innovar frente a las cámaras, sus declaraciones parecen haberle servido solo para sumar años de prisión. Su voz fue cotejada y peritada con las escuchas que acumulaba la Justicia y le valieron, en el juicio en el que este lunes se leyó la sentencia, la condena a 37 años de prisión.

Monchi tiene 35 años. Se llama Ramón Ezequiel Machuca, pero en barrio La Granada lo conocen como Monchi Cantero. A esas calles polvorientas del sur cercanas al ingreso por la autopista desde Buenos Aires, que se asfaltaron tras el desembarco de esa especie de nave espacial que es el casino, Monchi llegó en plena crisis. Había dejado a sus padres y a su hermana en barrio Ludueña –en el norte de la ciudad– para emprender un camino propio.

 

Justo cuando el cambio de milenio traía el hambre y la recesión que estallarían en diciembre de 2001. Era un adolescente y pronto encontró cobijo en la casa del Ariel y la Cele, contó él mismo. Ariel Cantero padre y su esposa lo criaron como al hijo varón del medio: menor que el Pájaro, mayor que Guille. Así y todo, nunca perdió contacto con su familia biológica. Aún cuando empezó a ganar plata y comenzó a darse los gustos que la taba le había esquilmado.

Fanático de Newell's, futbolero al palo, Monchi ubica metáforas redondas a cada frase. Cuando apenas había sido detenido y la Justicia no preveía incluirlo en el debate oral que ahora acaba de finalizar, soltó el reclamo desde la cárcel de Coronda: "Yo tendría que estar en el juicio. Es como a Diego en el 94, le cortaron las piernas".

Su apodo figuró en un par de listas que planteaban el derecho de (no) admisión tipeadas por la Justicia, la Policía y el club cuando la violencia terminó de apoderarse de la popular leprosa. Fue al menos llamativo que el nombre que está estampado en su DNI nunca apareciera escrachado en esas nóminas, que solo lo mencionaban como "Monchi Canteros", con una ese añadida al apellido que adoptó como propio.

Hay fotos que lo muestran con Matías Messi, el díscolo hermano del astro del Barsa. "Somos amigos desde hace años", repite Monchi. Puede ser frío y calculador, pero también ocurrente y hasta carismático. Sorprendió a un fotógrafo que lo ametrallaba a corta distancia este verano en el recinto de audiencias: "Uh, tenés una 'metra'. Como la mía".

 

A Los Monos se les atribuyó ser dueños de pases de futbolistas, lo que sólo se acreditará si la Cámara Penal da vuelta el fallo de primera instancia. La hipótesis fue que un ex convicto llamado Francisco Lapiana, alias Gringo o Franki, con prontuario de falsificador de moneda a gran escala y personaje conocido en toda la zona sur, era testaferro de Los Monos como dueño de la mayor parte del pase de una estrella: Ángel Correa, el chico que pasó de barrio La Granada a la primera de San Lorenzo y luego a la selección argentina y el Atlético Madrid. Claro que, en la sentencia que le dio este lunes a Monchi una estadía a la sombra similar a la perpetua, Lapiana terminó absuelto.

Cuando hace una década el casino City Center llegó para ocupar varias manzanas del barrio La Granada hubo un acuerdo: la construcción correría por cuenta del clan Cantero. Monchi levantó paredes y puso techos y, en la faena, sufrió dos accidentes laborales. Le aportaron indemnizaciones que le sirvieron para comprarse un VW Bora y para poner una tienda con su hermana de sangre en el barrio Empalme Graneros, también en el norte de la ciudad. "Decían que habíamos hecho un túnel que terminaba en la bóveda del casino", se ríe el mismo Monchi.

La historia de las indemnizaciones la dejó asentada su esposa, Silvana Gorosito, al declarar ante la Justicia ocho años atrás, en otro proceso. La mujer terminó condenada como integrante de asociación ilícita este lunes a tres años de ejecución condicional. La Justicia incautó siete inmuebles, 55 vehículos y cinco chapas de taxi en la investigación contra Los Monos.

Tres de esas viviendas y dos licencias de autos de alquiler están a nombre de Silvana. "Solo la dejaron pegada para sacarle los bienes", interpretó una allegada al clan Cantero.

 

En septiembre de 2012 un crimen mafioso sobresaltó la ciudad y la cambió para siempre. Dos motociclistas acribillaron a un joven apenas veinteañero que iba en una coupé BMW, valuada en 70 mil dólares, que había retirado un par de días antes de una concesionaria. Era el Fantasma Paz. Su hermana llevaba entonces tres años en pareja con el Pájaro Cantero. Luis Paz, el padre del Fantasma, un ex mánager de box con un patrimonio millonario, sospechó enseguida que Los Monos, que tenían negocios con su hijo, estaban detrás del homicidio.

En mayo siguiente, el Pájaro fue ejecutado frente a un boliche mientras estaba borracho e inerme. El clan Cantero apuntó enseguida contra Luis Paz y según escuchas telefónicas lo buscó, en vano, para ajusticiarlo. El empresario, hoy investigado por lavado de dinero y con un hijastro que acaba de ser detenido como jefe de una banda dedicada al narcotráfico, se sentó ante un juez y dijo que Los Monos estaban tras el crimen de su hijo.

Este homicidio sigue impune, pero fue el inicio de la investigación que comenzó a desbaratar la banda bajo la figura de asociación ilícita. Pero después Paz se arrepintió. Sentado en el banquillo, pero de los testigos, y de espaldas a sus archirrivales que estaban enjuiciados, dijo que Los Monos no estaban vinculados con el homicidio de su hijo.

La sentencia que este lunes condenó a 19 de los 25 imputados, muchos de ellos policías, cerró el capítulo inicial del caso. "El primer round fue satisfactorio", dijo el procurador de la Corte y, aunque no venía a cuento, recordó un antecedente que sobrevuela los pasillos de Tribunales: en otra causa de gran repercusión, el juicio por el Triple Crimen de Villa Moreno, un acusado recibió 28 años de cárcel que se transformaron en absolución cuando el expediente, ya fuera de la agenda mediática, llegó a la Cámara.

Apenas mataron al Pájaro, el clan Cantero desató una cacería de venganza que incluyó cuatro víctimas fatales en menos de 30 horas, según acaba de dar por probado el tribunal: liquidaron al dueño de la disco frente a la cual habían asesinado al Pájaro y atacaron una camioneta en la que iban familiares de quien creían había sido uno de los sicarios, Milton César: otros tres muertos. Guille Cantero cargó con la muerte del bolichero –según los jueces fue quien apretó el gatillo y le dieron en total 22 años– y Monchi con otras más, pero como instigador: el triple crimen de la familia César y el de Lourdes Canteros. Esta víctima tenía 14 años y vivía en una precaria casa del barrio de la Carne, también en la zona sur.

Según las escuchas del caso, Monchi habló con un policía que colaboraba con la banda por un problema: un competidor le había abierto una boca de expendio de drogas muy cerca de donde él tenía una de las suyas. Después de preguntarle si el búnker estaba habilitado, es decir si alguna autoridad policial cobraba para que nadie lo tocara, autorizó a un subordinado que atacara a tiros la vivienda. Lourdes fue asesinada de un tiro en el pecho. Su hermano, que vivía en el fondo, se acercó. Al verla agonizante –contó en el juicio otra hermana–, la miró, dio media vuelta y se fue a dormir. La orden de Monchi resonó en la jornada del juicio en la que se emitieron 300 audios acumulados en la causa: "Dale a mansalva, nomás".

—Llamó Mikey. ¿Querés que le devuelva el llamado?

Paulie odiaba los teléfonos. No tenía uno en su casa. Recibía los recados de segunda mano. Entonces había que llamar a la gente… desde un teléfono público.

—Sí. Haz la llamada.

En Buenos muchachos, Martin Scorsese pinta el accionar mafioso de un grupo neoyorquino hace casi medio siglo. Con esa escena se refleja una precaución del capo: que fuese difícil para los detectives interceptar sus llamadas. Incluso en una época en la que aún no existían los teléfonos celulares.

La estructura de la investigación contra Los Monos, torpedeada a raíz de la amistad entre Luis Paz y el juez que llevó adelante la investigación, Juan Carlos Vienna, y también por las trapisondas de los policías que investigaron el caso, se refleja en las escuchas sobre el teléfono de Monchi.

Monchi dio órdenes, recabó datos. Monchi habló con el resto de los integrantes del clan Cantero, negoció con policías. Cuarenta días de escuchas fueron suficientes, según la interpretación del tribunal de primera instancia, para condenar hasta el momento a un total de 36 integrantes de la banda, entre civiles y uniformados –11 habían firmado juicios abreviados en 2015–.La locuacidad de Monchi, a falta de testigos que sostuvieran en el debate oral lo que habían firmado ante el magistrado, parece haber sido el elemento principal para los magistrados de sentencia –los fundamentos estarán recién el próximo 2 de mayo–.

Monchi se mantuvo como un forajido tres años hasta que cayó en el barrio porteño de Flores en 2016. Ahora, si la Cámara Penal confirma la sentencia, estará preso al menos 17 años antes de poder pedir salidas transitorias.

"En los años de prófugo fui dos o tres veces a Rosario para hechos puntuales. Trataba de no pisar la provincia de Santa Fe", recuerda Monchi, quien sin embargo dice haber sentido alivio cuando fue detenido, cansado de tanto correr. "Cuando estás prófugo dormís como un soldado, con la ropa puesta. Es más duro que estar preso".

Fuente: Infobae.

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