ACONTECIMIENTO

Bombardeo de la Plaza de Mayo

El 16 de junio de 1955, en Buenos Aires, la Armada y la Aviación Naval Argentina bombardean la Plaza de Mayo en un frustrado intento de golpe de estado contra el presidente Juan Domingo Perón. Se producen cerca de 300 muertos y aproximadamente 800 heridos.
miércoles, 15 de junio de 2011 00:00
miércoles, 15 de junio de 2011 00:00

Desde 1945 se habían producido conspiraciones e intentonas de golpes militares por parte de la reacción oligárquica al gobierno del general Juan Domingo Perón, ya que la misma veía con malos ojos su creciente pérdida de poder político en el país y la disminución de sus perrogativas de clase. En 1951 se había producido un intento fracasado de golpe de estado por parte de ramas conservadoras del Ejército, y tras el incremento de la tensión política en 1953, se iniciaron a partir del año siguiente nuevos movimientos conspirativos en el seno de la Marina de Guerra, con epicentro en la Base Naval de Puerto Belgrano. Sin embargo, los opositores militares a Perón no lograron cristalizar una opción política a su gobierno.

A inicios de 1955 un grupo de oficiales intermedios de la Armada y Fuerza Aérea promovieron otro levantamiento. Requiriendo un líder militar que aceptara tal cometido, lograron hacerse eco del contralmirante de infantería de marina Samuel Toranzo Calderón. Se mantuvieron contactos conspirativos con el general (retirado) Eduardo Lonardi y el general Pedro Eugenio Aramburu, quienes no apoyaron momentáneamente el movimiento por considerarlo prematuro (Lonardi) o por carecer de tropas bajo su mando (Aramburu, por ser de Sanidad). Para el 23 de abril los conspiradores lograron contar con el apoyo del general Bengoa, quien disponía de mando de tropas en Paraná (Entre Ríos). No obstante estos apoyos militares, no fue mucho lo que pudieron cosechar dentro de los partidos políticos, pues si bien con los partidos Nacionalista Católico (de derechas) y el Partido Socialista (de izquierdas) acordaban el derrocamiento de Perón, poco más compartían en común.

Los conspiradores no parecen haber definido ningún acuerdo sobre el programa que seguirían una vez consumado el derrocamiento, fuera de establecer un régimen encabezado por una Junta cívico-militar formada también por los civiles Miguel Angel Zavala Ortiz (de la Unión Cívica Radical), Adolfo Vecchi (Partido Conservador), y Américo Ghioldi (Partido Socialista). También participaron en las instancias conspirativas Mario Amadeo y Pablo Pardo, de la extracción Católica.

Los revolucionarios encontraron propicio para sus fines la campaña anticlerical emprendida por el gobierno, que logró aumentar la tensión entre mismo y la oposición. En el marco de esta campaña se produciría la Procesión del Corpus Christi del jueves 9 de junio. Viendo sus organizadores que podían utilizar la procesión religiosa como una manifestación política contra Perón, decidieron retrasar dos días su realización para poder reunir aún más participantes. El Ministro del Interior, que había autorizado el Corpus Christi del 9 de junio, prohibió esta nueva manifestación, aduciendo que no podría autorizarla como festividad religiosa.

El 11 de junio se produjo la gran movilización opositora que reunió 250.000 manifestantes, desplazándose desde la zona de la Catedral a la zona del Congreso Nacional. Las crónicas de la época reseñan que los activistas dañaron placas conmemorativas a la figura de Eva Perón (fallecida dos años antes) e izaron la bandera del Vaticano en lugar de la bandera Argentina en el mástil del Congreso. También se indicó una presunta quema de bandera argentina, que tuvo gran repercusión mediática. Esto incrementó las tensiones, luego de que grupos que simpatizaban con Perón chocaran con los grupos opositores y clericales. Finalmente, el 13 de junio Perón expulsó del País a los monseñores Tato y Novoa, figuras del movimiento clerical.


 

Mientras ocurrían estos hechos, el contralmirante Toranzo Calderón fue advertido por el Servicio de Inteligencias Navales de que su implicancia personal en el movimiento revolucionario había sido descubierta por el Servicio de Informaciones de la Fuerza Aérea (organismo que simpatizaba con Perón), por lo cual ante el temor de ser arrestado y puesto a disposición del Poder Ejecutivo, decidió apresurar una acción militar contundente.

El plan consistía en aprovechar un vuelo-homenaje de desagravio a la bandera nacional que despegaría a las 8 de la mañana, y bombardear la Casa de Gobierno y el Ministerio de Guerra con el objetivo de eliminar a Perón o provocar un duro golpe psicológico contra su administración.

Tropas del Batallón de Infantería de Marina 4 al mando del vicealmirante Benjamín Gargiulo (quien pocas horas había sido enterado y se había plegado a la sedición) avanzaría desde la Dársena Norte del Puerto de Buenos Aires para tomar la Casa de Gobierno, con el apoyo armado de grupos civiles apostados en la Plaza. Se había previsto la toma de la emisora de Radio Mitre y de la central de Teléfonos del Estado para difundir una proclama revolucionaria redactada por Zabala Ortiz. Se había previsto movilizar las unidades navales de la Marina de Guerra. Los revolucionarios contaban también con recibir apoyo —una vez iniciados los hechos— por parte de otros sectores del Ejército y de la oposición que no habían sido consultados.

Los participantes en el bombardeo (como el entonces teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly afirmaron posteriormente que objetivo no era matar al Presidente de la Nación, sino «quebrarlo en su fortaleza de mando».

En horas de la mañana del 16 de junio el vicealmirante Gargiulo arengó a sus hombres del Batallón de Infantería de Marina 4 (quienes no estaban al corriente de la acción que se les pediría emprender) para que actuaran por la Patria y por su comandante, enviando luego a la tropa para que tomara la Casa Rosada. A los pocos minutos se les ordenó regresar: el despegue de los rebeldes de Punta Indio (estipulado para las 8 de la mañana) se había retrasado hasta las 10.45 por la niebla matinal, y el plan requería la coordinación con el ataque aéreo. La Flota de Mar tampoco pudo salir de Puerto Belgrano por falta de coordinación y por supuestos problemas técnicos en las calderas de sus buques.

Para el mediodía Perón fue notificado de estos extraños movimientos por el Ministro de Guerra, general Franklin Lucero, en el Ministerio de Guerra. Mientras se desarrollaba esta junta se produjo el ataque aéreo.

A las 12.40, la escuadra de treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra argentina (22 North American AT-6, 5 Beechcraft AT-11, 3 Consolidated PBY Catalina) anfibios, iniciaron sus bombardeos y ametrallamientos al área de la Plaza de Mayo.

La sorpresa del ataque hizo que el mismo cayera sobre la población, que realizaba sus actividades normales. Entre los primeras víctimas cayeron los ocupantes de los vehículos de pasajeros. Un tranvía ocupado por niños estudiantes de la provincia de Salta, que visitaban la ciudad capital, recibió una bomba de lleno, muriendo todos los ocupantes.

Fue el bautismo de fuego de la Aviación Naval Argentina (hubo un segundo, falso «bautismo» el 1.º de mayo de 1982, en la guerra de las Malvinas). Se arrojaron 9500 kg de bombas, causando la muerte a 364 personas (en su gran mayoría civiles) y heridas a más de 800. Como los rebeldes no consiguieron bombas de alto explosivo, emplearon contra la Ciudad Abierta bombas de fragmentación de 50 kg, provocándo rápidamente cientos de víctimas y daños materiales.

Fue el cuarto bombardeo de Buenos Aires; la primera en ocasión de las ocupaciones inglesas de 1806 y 1807, la segunda en ocasión del Combate de los Pozos (1811) y la tercera cuando se produjo la Revolución del Parque (1890).

Las evacuaciones médicas se iniciaron de inmediato, algunas incluso entre los bombardeos aéreos y por los habitantes que se encontraban en las inmediaciones. Esto provocó que algunos más cayeran.

Desde el interior de la Casa de Gobierno y desde el Ministerio de Guerra comenzó a organizarse la resistencia armada. Las tropas rebeldes del Batallón 4 fueron transportadas apresuradamente en camiones a primeras horas de la tarde y desplegadas en la Plaza de Mayo frente a la Casa Rosada, pero fueron repelidos desde el interior, y por tropas del Ejército que marchaban desde el sector del Ministerio de Hacienda bajo el mando del general Lucero. Las tropas leales estaban acompañadas por simpatizantes peronistas que empuñaron las armas. Si bien Perón no deseaba que en la lucha se incluyeran civiles, estos fueron convocados por el Secretario General de la CGT Hugo Di Pietro, y por los dirigentes de la Alianza Libertadora Nacionalista. Los hombres se concentraron pronto en el sector noroeste de la plaza, y desde el Ministerio de Guerra también se hacía fuego contra los rebeldes.

La gran mayoría de los soldados conscriptos del Batallón 4 no acató la orden de disparar impartida por la oficialidad, por lo que la tropa se replegó en desorden hasta el Ministerio de Marina (a poca distancia de la Casa de Gobierno), quedando los rebeldes allí cercados junto con su líder Toranzo Calderón y el ministro de marina Aníbal Olivieri (plegado al golpe por un acto de «identificación moral» con los rebeldes). Los comandos civiles rebeldes entraron en acción bajo el mando de Zavala Ortiz, hostigando a los leales y enfrentándose con la policía. Durante la tarde desde el sector del Correo Central tropas adicionales del Batallón 4 de infantería de Marina intentearon perforar el cerco establecido por los leales sobre el Ministerio de Marina.

Mientras se acentuaban los tiroteos en el centro porteño, el mando leal ordenó a la Base Aérea Militar de de la Fuerza Aérea en Morón el despegue de interceptores a reacción. Los pilotos se encontraban entonces en acaloradas discusiones sobre si debían adherirse o no al movimiento revolucionario. Rápidamente, se hace al aire una escuadrilla de cuatro Gloster Meteor que son leales al gobierno. Si bien no pudieron llegar a tiempo para impedir el bombardeo, lograron interceptar una escuadrilla naval rebelde que se retiraba de la zona. La escuadrilla de interceptores Meteor Leales estaba al mando del 1er. Tte. Juan García (volando el Meteor I-039), 1er. Tte. Mario Olezza (I-077), 1er. Tte. Osvaldo Rosito (I-090) y el Tte. Ernesto Adradas (I-063), frente a las máquinas Rebeldes AT-6 Texan, pilotadas por el Tte. de Corbeta Máximo Rivero Kelly (en el Texan 0342/3-A-29) y el guardamarina Armando Román (0352/3-A-23). El combate se produce a baja altura sobre el "Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery" y el río de la Plata, cayendo el Texan del Rebelde Román bajo los cañones de Adradas. Román pudo saltar en paracaídas cayendo al río y Adradas logró el primer derribo de la FAA y el primer derribo de un reactor en el continente americano. Fue el verdadero bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina, que volvería a combatir en Tucumán, en 1975 y en el Atlántico Sur, en 1982.

Los Meteor rebeldes se dirigieron a Uruguay tras del fracaso del intento revolucionario, hasta el éxito de la llamada Revolución Libertadora ese mismo año. Los aviones siguieron prestando servicio duante años, hasta que fueros retirados.

La Base Aérea de Morón caería entonces por poco tiempo en manos rebeldes, con los que estos pudieron hacerse con 4 Meteors. Los hicieron despegar para continuar ametrallando la zona de Plaza de Mayo y en apoyo a los rebeldes en la zona del Ministerio de Marina, extendiendo sus acciones hasta las 17.20. Al no contar con bombas, uno de estos aviadores empleó su tanque de combustible como si fuese una bomba de napalm, que cayó sobre los automóviles que se encontraban en el estacionamiento de la Casa de Gobierno.

Ante el fracaso del combate en tierra y tras sufrir dos derribos por las baterías antiaéreas montadas en la zona, los aviadores rebeldes reciben la orden de huir al territorio uruguayo, pidiendo asilo. Zavala Ortíz logró huir en avión al Uruguay junto con otros 50 conspiradores. Algunos aparatos no llegaron a aterrizar en el Uruguay por el excesivo consumo de combustible invertido en los ametrallamientos; sus pilotos debieron descender forzosamente al Río de la Plata o en campos de la zona de Carmelo (Uruguay).

Tras el duro combate terrestre (que incluyó un incidente de falsa rendición por parte de los rebeldes), éstos decidieron entregar el Ministerio de Marina a las unidades del Ejército (por temor al linchamiento). Gargiulo se suicidó en horas de la noche.

La noche del 16 de junio, como represalia al bombardeo, simpatizantes peronistas incendiaron la Curia Metropolitana, las catedrales de Santo Domingo y San Francisco, junto con ocho iglesias de las zonas más acaudaladas de la ciudad.

Si bien se decretó estado de sitio, Perón intentó una política de reconciliación con los sectores opositores, abandonando su política de confrontación e intentando calmar mediante llamamientos por radio a la clase trabajadora.

El bombardeo es el antecedente directo del levantamiento cívico-militar que se produciría tres meses después, logrando deponer el 16 de septiembre al Presidente Perón durante la autodenominada Revolución Libertadora.

Si bien los cabecillas de la intentona temieron recibir la pena de muerte por «traición a la Patria», la pena más dura fue impuesta contra Toranzo Calderón (condenado sólo a cadena perpetua). Los militares que se asilaron en Uruguay fueron dados de baja por el cargo de rebelión. Pero tras la Revolución «Libertadora» siendo reintegrados por los nuevos mandos.

El Batallón de Infantería de Marina 4 fue disuelto, y la Marina de Guerra fue despojada de su poder de fuego (se les quitaron las municiones para sus cañones navales de grueso calibre). Muchos militares involucrados o simpatizantes solicitaron la baja al gobierno.

El resto de los culpables no fueron juzgados, iniciando una larga etapa de impunidad por actos de crímenes de lesa humanidad que se repetiría tras los fusilamientos de José León Suárez (1956) y el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983).

Claras huellas de los impactos de bala se aprecian aún en el revestimiento de granito, en la fachada del Ministerio de Economía de la Nación (en el lado sur de la Plaza de Mayo).
 

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