Institucional

Desde la vereda de enfrente

lunes, 27 de julio de 2015 00:00
lunes, 27 de julio de 2015 00:00

Para culminar -eso espero- con la enumeración de responsabilidades relacionadas con evitar incidentes lamentables en las competencias “liguistas”, el prisma gira 90 grados para ubicarse en quienes representan a las afiliadas, en primer lugar, en lo que refiere al desinterés de sus presidentes, cuya mayoría no conoce derechos y obligaciones desde el momento de “estampar” la aprobación para que sus equipos participen de la actividad “veterana”. En las asambleas es rara su presencia, mucho más en las sesiones semanales, a las que concurren -en su mayoría también- delegados que pertenecen a una categoría en especial y por consecuencia, generalmente la información difícilmente llega a las otras divisiones.

En este punto me permito sugerir que en el boletín oficial de la Liga se puedan reflejar las resoluciones tomadas por las autoridades en relación a las obligaciones primordialmente de sus afiliadas en cuanto a la preservación del orden y la conducta.

Volviendo a la responsabilidad de las entidades que conforman la Liga, deberían saber que los participantes en las competencias deben ser mayores de 34 años y los colaboradores de 18 en adelante, pero aún así quienes se encargan de “poner” a chicos en carácter de DT o de planilleros son los que no ignoran esas disposiciones reglamentarias. Y ya que llegamos a ese plano, sería bueno recordar que el art. 20, entre otras cosas, reza: “Los clubes deben presentar canchas en buenas condiciones y perfectamente marcadas a ras del piso, para cuidar la integridad física de los jugadores y el terreno protegido con un alambrado o delimitado con cintas plásticas para seguridad”; por su parte, el art. 23 manifiesta: “En el sector de bancos, será marcada un área técnica para cuerpo técnico y suplentes”.


Otro botón de muestra para que se termine la intolerancia.

Otros artículos ya destinados a jugadores: 64) “Los capitanes de equipos (…) tienen el deber de velar que sus compañeros cumplan con sus obligaciones y de colaborar con los árbitros”; 65 b) “Está prohibido (…) protestar con palabras y/o ademanes irrespetuosos, acto ofensivo o agresión contra las decisiones de los árbitros, antes, durante o después del partido”; 65 d) “Cualquier acto de insubordinación, ofensa o agresión a alguna autoridad de la Liga”; 65 e) “Actos de incultura, promover desórdenes o incidentes, en el campo de juego, anexos o adyacencias”; 68) “Los jugadores suplentes e integrantes del cuerpo técnico estarán debidamente identificados y se ubicarán en el área técnica determinada, sentados en el banco, lugar que deberán mantener durante la duración del partido, sin compañía de alguien que no cumpla con funciones inherentes”.

Esto es como para apuntar algunas de las restricciones que de ser fiscalizadas, corregidas o sancionadas podrían limitar en cierta medida los constantes y preocupantes incidentes que en esta temporada no han tenido algún sábado de respiro.

Pero -y creo que en esto varios vamos a coincidir- los que vamos a la cancha cada sábado, donde deberíamos esperar el control de desbordes emocionales o de otro tipo por parte de los jugadores, vemos que estas acciones no llegan, ya que esto depende de los conductores de cada equipo, porque a veces de ellos (o de sus ayudantes, a quienes impulsan) parten las protestas, provocaciones, insultos o amenazas, con la excusa de creer saber todo y allí está la mecha que enciende los temperamentos de cada participante que explota en violencia generalmente justificada en la descalificadora expresión “para eso te pagamos”.

A hacerse cargo, muchachos, de lo que nos toca a cada uno y disfrutemos de la fiesta de los veteranos. Nos abracemos.

Alberto Arri

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