Con: Padre Pedro José María Chiesa
Cara a Cara: Entre la vida y la muerte
Por “Kelo” Molas
Estuvo el miércoles en Catamarca para dar una disertación sobre el aborto y la fecundación in vitro. Es sacerdote católico, abogado y doctor en Derecho, licenciado y doctor en Filosofía y profesor de Derecho de Familia, y pertenece a la Prelatura del Opus Dei. Escribió, junto a otros profesionales del Derecho y la Medicina el libro “El regreso de la cigüeña. Fecundación in vitro y encarnizamiento terapéutico”. El protagonista del Cara a cara de hoy es el Padre Pedro José María Chiesa.
-¿Podría considerarse una predestinación que su nombre sea José María como Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei al que usted pertenece?
-Pienso que en el plan divino eso debe haber influido un poco. De todos modos, vale la aclaración que en el caso de Escrivá de Balaguer, Josemaría se escribe todo junto. Inicialmente era José María, separado, pero en un momento de la vida quiso juntar los nombres y en las estampitas aparecen juntos. Espero llevar una vida digna, no puedo juntar los nombres porque todavía no me considero reflejo de ese modelo.
-Vino a disertar sobre el aborto y la fecundación in vitro. ¿Qué relación hay entre estos dos temas?
-Hay muchas relaciones. Una, es la soberbia del hombre de decir “yo con la vida hago lo que se me da la gana”, ese es un elemento en común. Otro, es la invisibilidad. Por ejemplo, cuando uno hace referencia al infanticidio es algo que repugna, porque el infanticidio significa que el niño salió del vientre y lo matan ahí mismo, con lo que fuere. A eso, normalmente, todos los códigos penales del mundo lo prohíben tajantemente, y con agravante incluso. El aborto tiene el problema que, en la medida que el niño está dentro del vientre y no se lo ve, la conciencia actúa de modo grave, si se quiere más inconscientemente. Es una conciencia más inconsciente, pero no deja de ser conciencia. En la fecundación in vitro, eso se da en un extremo absoluto, o sea la invisibilidad total del embrión. Es decir: en el aborto, la madre siente a la criatura dentro suyo, en cambio en la fecundación in vitro la mujer le da un óvulo al hombre y el varón le da el esperma y nunca, tal vez, llegaron a ver el desecho de los embriones o la congelación de los mismos. Después, también hay elementos ideológicos, yo diría diabólicos. Aquí en la Argentina no, pero en muchos países desarrollados del mundo, los movimientos en favor del aborto suelen hacer manifestaciones y muchos concurren disfrazados de demonios, de diablos. Es más: diría que quien tiene como meta el derecho al aborto, que una madre pueda matar a un hijo, desde el punto de vista individual lo puedo ver como una debilidad; ahora, que colectivamente una sociedad, sus jueces, sus legisladores, los medios de comunicación, difundan y presionen y hagan lobby para lograr este derecho, sinceramente no le encuentro una explicación humana, tiene que ser una explicación preternatural, escapa a toda lógica humana. Además de los elementos diabólicos, están los económicos: la fecundación in vitro es un negocio económico formidable para cualquier persona que intervenga, desde el médico que la practica hasta, incluso, el ginecólogo que le aconseja a una mujer la realización de una fecundación in vitro, que probablemente reciba un retorno de equis laboratorio por haberle enviado, yo no diría una paciente, más bien diría una cliente. Considero a la fecundación in vitro un tema comercial.
-Su posición es terminante.
-Es que lo señalado está prohibido explícitamente por la Constitución Nacional, que en su artículo 15, cuando prohibió la esclavitud, decía que en la Nación argentina no hay esclavos y añadía después: todo contrato de compra y venta de personas es un crimen del que serán responsables los que lo celebrasen y el escribano o funcionario público que lo autorice.
-¿Por qué cree, entonces, que la fecundación in vitro y el aborto han tenido una aprobación tan abrumadora en el Parlamento argentino?
-Sí, casi unánime. Un solo voto en la cámara de Diputados se opuso, y la persona, aunque se oponía, dijo que estaba a favor de la fecundación in vitro. Diría que para haber llegado a esto hay muchos motivos; uno, es la falta de libertad de muchos legisladores para votar a conciencia, uno lo puede percibir: están las disciplinas de bloque. Después, está el estilo argentino que es sancionar leyes sin debatirlas profundamente, porque en realidad a la ley de fecundación in vitro no la debatió nadie, no hubo un debate serio. Mire: la Academia Nacional de Medicina tiene un dictamen que lo ratifica todos los años, manifiestamente en contra de la fecundación in vitro. La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas se manifestó en contra de este método. También tiene La Jornada Nacional de Derecho Civil, que se reúne cada dos años, históricamente se pronunció en contra de la fecundación in vitro. Entonces, tenemos que cuando las personas estudiosas del tema, los médicos y los abogados de Derecho y Familia se expresan tan abrumadoramente en contra y en Diputados no hay una posición a favor de esas posturas, resulta ciertamente llamativo. Creo que hay elementos a tener en cuenta: uno es la improvisación de los argentinos, el lobby económico y los institutos de fecundación in vitro. Es un estilo bien argentino, el manejo de las instituciones, la seriedad con que se toma el trabajo parlamentario.
-¿Será por eso que, en un tiempo electoral como el que estamos viviendo, estos temas están ausentes en las propuestas políticas de los candidatos, aun cuando muchos son católicos?
-Es cierto, no veo que estos temas se toquen en profundidad. Hay un candidato a presidente que sí los abordó, Daniel Scioli. Creo que lo hizo con convicción, de acuerdo a lo que leí y no sé hasta qué punto conoce la problemática de la fecundación in vitro, pero creo que no se habla mucho de esto porque no se lo conoce bien al tema. Ahora, cuando nosotros tenemos un diputado que no sabe distinguir la fecundación in vitro de la inseminación artificial, estamos entonces en presencia de alguien inepto para debatir en un congreso sobre la cuestión. Por otra parte, es un tema que la gente no lo demanda tan seriamente. Indudablemente hay parejas que quieren tener un hijo y tienen dificultades, y tal vez piense en la financiación para la fecundación in vitro, pero hay otros mecanismos como la adopción, lamentablemente tan tremendamente burocratizados; y esto es una pena, habiendo tantos chicos abandonados, carentes de padres.
-En el libro “El regreso de la cigüeña”, hay en su portada un subtitulado que dice: “Fecundación in vitro y encarnizamiento terapéutico”. ¿Es tanta la crueldad de las técnicas de reproducción artificial?
-Es una expresión que le pertenece al profesor Jerome Le Jeme, que fue el primer catedrático de genética en Europa y el que descubrió el síndrome de Down, fue un gran defensor de la vida humana, desde la concepción, una eminencia mundial. Veamos. La fecundación in vitro es así: a los embriones los congelan a 196 grados bajo cero, pregunto: ¿quién se dejaría congelar a 196 grados bajo cero? La descongelación es también un proceso tremendamente riesgoso. Entre los dos procesos, congelación y descongelación, muere o queda lesionado gravemente por lo menos el 95% de los embriones. La congelación tiene que ver con la híper estimulación de la mujer y lo hacen para que la mujer produzca muchos óvulos. Cuando se forman los embriones, la mujer, hormonalmente, no está en condiciones de asumir un embarazo, entonces tienen que esperar a que metabolice todo lo que tomó para la híper estimulación, de allí es que ven obligados a congelar. Pero como en la congelación y descongelación pueden sufrir graves daños los embriones, hay que hacer un diagnóstico genético para ver cuáles están en buen estado, y se hace al estilo nazi: ver quién es sano, quién está enfermo y quién está deteriorado. ¿Cómo se hace ese diagnóstico genético? De entre cuatro u ocho células, sacan una o dos, a veces salen hasta tres. Esas células, que son el 25 o 30% de la masa corporal, representan una microcirugía; sería como si a uno le sacaran el 25 o 30% de la masa corporal. Después, hacen un casting para ver quiénes son “los mejores”. Pienso, en consecuencia, que la palabra “encarnizamiento” terapéutico es poco; habría que hablar de sobrevivientes de la fecundación in vitro, o sea: el niño es un sobreviviente. Y esto que yo le estoy diciendo se hace en todas las fecundaciones in vitro, no existe ninguna donde no haya híper estimulación ovárica, donde no haya congelación y descongelación, y donde no haya extirpación de una, dos y hasta tres células por cada embrión. Además, esas células que se separan, es una especie de clonación forzada, es un individuo más al que lo miran y lo desechan directamente, es decir: no tiene ninguna chance siquiera de entrar al casting. Está claro: cuando uno mira todo ese proceso, de inmediato piensa que Jerome Le Jeme posiblemente se haya quedado corto en su juicio.
-Resulta duro hablar de “casting” cuando hablamos de la vida humana.
-Y sí… pero bueno, eso es la eugenesia (aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana). En las últimas jornadas nacionales de Derecho Civil, López de Zavalía, un jurista tucumano, presentó una ponencia muy aplaudida, en la cual, entre otras cosas, dijo que si uno analiza bien el hecho de la fecundación in vitro y tuviera que escribir un artículo y ponerle un título, éste sería “Mengele estaría feliz”, de poder hacer lo que hacen los especialistas en fecundación in vitro. Porque (Josef, médico, antropólogo y oficial de las SS en el campo de concentración de Auschwitz, de reputación infame por sus experimentos inhumanos con prisioneros), Mengele experimentaba con los niños en la época del nazismo e hizo cosas terribles; soy de los que tratan de amar al errado pero no amar el error. En efecto, a uno no le queda más remedio que hablar de un casting.
-Se alude en el libro “El regreso de la cigüeña” al juramento hipocrático y a la dignidad de la medicina. ¿Son valores ausentes en el método de fecundación in vitro?
-En la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe, en la facultad de Medicina, han modificado el juramento hipocrático y me parece bien. Porque aunque las palabras se parecen, Hipócrates e hipocresía, hacer el juramento hipocrático en una sociedad que promueve los abortos no punibles e impulsa la fecundación in vitro me parece una auténtica hipocresía. Entonces, me parece sabio que las personas digan: “El juramento hipocrático nos queda demasiado grande”, aunque en realidad no lo digan. Bien lo dice el juramento hipocrático: jamás haré a nadie un abortivo, jamás le sugeriré, le ayudaré o le aceleraré la muerte de modo premeditado, aunque así me lo pidieren. Le cuento al respecto: una vez me tocó intervenir en un panel en la Universidad de Mendoza, donde escuché decir de una persona que “en realidad, en la fecundación in vitro no hay aborto, porque todo se produce fuera del útero”, a lo que respondí: “Entonces, si no hay aborto hay que aplicar la figura del homicidio, que dice que se aplicará reclusión o prisión de 8 a 25 años al que matare a otro. Si han matado fuera del signo materno, hay que llamarlo infanticidio o aborto. Así lo señala la Convención de los Derechos del Niño, ratificada por la Argentina, que además hizo una reserva interpretativa en el sentido de que la vida empieza desde la misma concepción. Volviendo al juramento hipocrático, hay un fenómeno digno de ser considerado, es que en muchas universidades, una jura que viene desde el siglo IV a.C. pacíficamente sostenido con orgullo por los médicos, ahora, por cuestiones del aborto y la eutanasia, tratan de modificarla; porque resulta molesto prestar el juramento haciéndose cargo de lo que dicen. Hacer lo contrario, crea una incompatibilidad.
-¿Cuánto afecta en la reproducción artificial la falta de estimulación afectiva en los primeros días de la vida de un niño?
-El Dr. Abel Albino, un modelo de retórica, que hizo el prólogo del libro “El regreso de la cigüeña”, se dedica a la desnutrición infantil y dice: “Mi cerebro pesa 1 kilo y 200 gramos, 900 gramos en los primeros 11 meses y en los 13 meses siguientes, a los dos años, mi cerebro logró 200 gramos más, y hasta los 6 o 7 años, otros 100 gramos.” Quiere decir que si usted no estimula bien el cerebro en los dos primeros años, va a tener débiles mentales de distintos grados, algunos visibles como el marasmo –se parecen a chicos de Biafra- y muchos con debilidad mental invisible y un ejemplo de esto es cuando en las escuelas el 70% de los chicos no entienden lo que leen. El Dr. Albino cuenta de un experimento: ponían dos ratas gemelas de laboratorio en una habitación, con la misma estimulación visual, los mismos aromas, la misma alimentación, la misma música y la misma temperatura; la única diferencia es que a una de ellas le acariciaban el lomo durante 5 minutos por día. Esa rata mimada, acariciada, tres meses después era físicamente más grande que la otra, incluso más juguetona; la otra, en cambio, era más lánguida, opa en su conducta y más arisca para el juego. El experimento habla de la nutrición afectiva y llega a la conclusión de que el niño desnutrido es inmune depresivo por falta de afecto. Es muy llamativo ver en las villas de emergencias los rostros serios de los niños, la escasez de sonrisas, muy distinto a los chicos que nacen en un ambiente más afectivo. Es fundamental la estimulación del contacto físico, lo contrario es violencia infantil.
-El libro en cuestión señala que la medicina debe actuar según su ciencia y conciencia. ¿Acaso se ha dejado de lado la conciencia?
-La expresión apunta a la fecundación in vitro, pero sobre todo apunta al aborto. Cuando llega el tema de los abortos no punibles, muchos médicos dicen que tendrían que hacer una objeción de conciencia, “me opongo moralmente a hacer un aborto, no quiero que me persigan en un hospital público y que me cercenen la carrera”. Pero algunos médicos sostienen que no hay que hacer objeción de conciencia contra el aborto, “hay que hacer objeción de ciencia: el aborto es contrario al arte de curar, no es solamente contrario a la moral”. El aborto, entonces, es contrario a la medicina y al juramento hipocrático. El aborto mata, daña. La Academia Nacional de Medicina tiene un dictamen en el cual expresa que el aborto, incluso hecho por médicos diplomados, es una conducta de riesgo contraria al arte de curar. No caben dudas: con el aborto se perdió la conciencia, pero también se perdió la ciencia, se perdió el respeto a la medicina como tal. En la fecundación in vitro también se perdió la ciencia, porque va contra la ciencia médica. El médico debería oponerse a estos métodos como científico, sin necesidad de recurrir a lo moral. Están también las obras sociales, obligadas a financiar procesos de fecundación in vitro, que deberían negarse al financiamiento de una estimulación ovárica, una conducta de riesgo, algo que va a terminar en deshechos de embriones, lo que está explícitamente indicado como negativo por la Academia Nacional de Medicina.
-¿Cómo es eso de que la fecundación in vitro no da un hijo, sino un niño?
-La fecundación in vitro le da un niño, no le da un hijo, porque en realidad el que lo trae es un científico. Está bien, a veces los padres dicen “el material biológico era el nuestro”, pero eso no se da siempre porque en determinadas ocasiones usan el semen de otra persona. ¿No era que el material biológico es el que determinaba la paternidad? Hay algo en común entre la violación y la fecundación in vitro y le digo lo siguiente, aunque le parezca horrible a la persona que pueda leer esto: la violación no causa tantos destrozos humanos como la fecundación in vitro; la violación, por trágica que sea, históricamente no mata a la mujer violada, no mata al niño de esa violación; existe la posibilidad de la recuperación sicológica por lo que las mujeres que fueron violadas después fueron perfectas madres de familia, más allá de la injusticia. No tiene sentido castigar al niño en vez de castigar al agresor. En la fecundación in vitro se han dado casos de violación, cuando conocemos el caso del famoso médico que utilizó su semen en vez de utilizar el del marido para engendrar niños de 40 mujeres. Basta leer los diarios del mundo y todos los meses hay historias de esa naturaleza. A lo mejor, desde el punto de vista emocional, no se percibe más la violencia en la fecundación in vitro, porque es una agresión invisible, pero tremenda. El Papa Juan Pablo II decía que en el aborto el niño no tiene la posibilidad ni siquiera de defenderse con los llantos y gemidos. En la fecundación in vitro la mujer no toma contacto con los embriones descartados y a veces ni siquiera sabe cuántos son.
-¿Qué marca la diferencia entre padre y progenitor?
-Le contestaría con esta pregunta: ¿un violador es padre o progenitor? Yo, a un violador, lo consideraría un progenitor. Cuando una persona hace fecundación in vitro, hace una selección eugenésica y se elige el mejor embrión para implantar, entonces se produce un descarte del peor. Es decir: se quiere al mejor, no se lo eligió por un amor incondicional. Por esa elección, no se puede llamar padre, sino progenitor.