Juicio a la educación. Parte II

Por Victor Leopoldo Martinez (*)
jueves, 18 de febrero de 2016 00:00
jueves, 18 de febrero de 2016 00:00

Cuando en la entrega anterior señalaba la hipocresía que aparece en algunas “lágrimas de cocodrilo”  es porque la realidad está mostrando que ellos también se están asociando indirectamente a la propuesta educativa mediática. No resulta muy difícil descubrir las razones: la misma -y sus “herramientas”, ese aparataje infernal-  alimentan la “ley del menor esfuerzo” para lo que  no pocos colegas fueron y están siendo formados pero también de manera desastrosa. Esto puede doler pero es hora de parar la pelota, sacarse la careta  y dejar de lado esa hipocresía.

Ser un profesional en Ciencias de la Educación -con título habilitantes incluido y master en universidades extranjeras- de ninguna manera es sinónimo de ser un buen educador; y menos aún un buen formador de argentinos. En ese sentido la “grieta” entre teoría y práctica es más grande que la de Lanata.

Estamos a tiempo para cambiar (si realmente se lo quiere hacer) y tomar la cuestión educativa en serio. Está muy bueno que se construyan muchas “cáscaras” (edificios)  educativas;  pero… 

1) Antes…, ¿No se debería pensar si ese modelo de “cáscara” es el que necesita la educación de hoy?

2) ¿Cuándo nos ocuparemos de la calidad de  contenidos a inculcar y los ejes de formación  que se deben  trabajar  dentro  de esas “cáscaras”,  preguntándonos previamente qué  sociedad aspiramos  tener a futuro como provincia y por ende como Nación?

Sin esas hipocresías mediante, se puede decir que la cuestión educativa hoy por hoy solo se limita a tener hermosa “cascaras”, bien equipadas con “herramientas de punta” y con docentes que poco y nada entienden de  esas nuevas tecnologías. Los docentes  solo están preocupados por su remuneración (algo justo se lo mire por donde se mire, pero también equiparable a la aspiración de cualquier padre de alumno que trabaja en otro oficio o profesión); y so pretexto de considerarla constantemente baja –algo incuestionable- solo limitan su tarea a repetir  contenidos con anacrónicas y tediosas metodología de trabajos donde perimidas –y en algunos casos perversas- visiones de nuestras realidades históricas  torna hartante e insoportable para cualquier  educando ese ritual diario.  No se los ve detenerse a pensar, a preguntarse de manera crítica sobre el trabajo que cada uno diariamente lleva adelante; cuestionar y cuestionarse  ¿qué estamos haciendo en educación con nuestros párvulos? ¿Educar es adiestrar en obsoletos mecanismos dejando de lado el desarrollo del pensamiento crítico? ¿Por qué y para qué los estamos educando?

Es evidente que en algo estamos fallando como sociedad. Los reclamos salariales son total y absolutamente justos pero tambien lo es la responsabilidad con que se debe encarar la tarea. Con una diferencia, en cualquier trabajo los errores son subsanables y/o enmendables; en educación, y por trabajar con un delicado material de por si irremplazable –el humano-, cualquier error puede dejar una marca indeleble en esa persona, en ese ser que es el educando (fundamentalmente en el nivel primario; y lo digo por experiencia personal ya que estuve en los dos lados del mostrador –porque  a mí me ofrecieron  el conocimiento como una mercancía, era vendida en buen “envoltorio de plástico”, algo que siempre me negue adquirir-, como alumno y como docente en los 3 niveles del sistema). Gracias a Freud sabemos  la de traumas y taras con las que podemos cargar a un niño para que las padezca de por vida. Entonces, psicología ¿Es una simple materia de la que se debe zafar con un “4” porque lo que importa es el certificado habilitante de docente? 

No puedo negar el inmenso valor de lo que el gobierno anterior, -gobierno peronista cabe aclararlo- hizo al destinar el 6,7 % del PBI a la educación y que el actual Presidente Macri tiene decdiido reducirlo por considerarlos “gastos superfluos tener tantas Universidades” (su actual Ministro en el área solucionó la carencia de aulas en la C.A.B.A. con Containers). Pero para el caso del gobierno nacional anterior, si siempre dijo ser peronista no le cabía hacer otra cosa. Era su deber, un acto de justicia social para con el pueblo y en particular para con los más desprotegidos, con los más humildes; en ese aspecto –y en gran parte-  lo cumplió. Macri jamás haría otra cosa que considerar a la educación como un “gasto”; se lo dice al Ing. que ve cuando él está parado frente a un espejo.  Como empresario a cargo de la Presidencia de la Nación, nunca traicionaría los principios económicos  “mercadistas” ni a sus socios que permitieron a su familia  -y a él- ser una más de esa elite oligárquico empresarial. El tilingaje de clase media que lo votó creyendo que con eso se acerca en pertenencia a ese sector social es producto de las tantas estupideces que compró en formato de educación mediática y la prueba de que los medios “deforman mentalmente” más y mejor que lo que “forman” los establecimientos educativos. 

Desde los 2 primeros gobiernos del Gral. Perón y hasta la llegada de Néstor Kirchner al poder político, nadie antes le había dado tanta importancia a la educación en cuanto a inversión y no a ser considerada un gasto. Pero parece que los responsables del área educativa del kirchnerismo, como “progres” y buenos productos eurocéntricos obviaron aquella experiencia y ni se les cruzó por la cabeza que la cuestión era de fondo y no de forma.  La Sra. Presidenta Cristina Fernandez concretó en sus 8 años de gobierno muchos de los sueños de millones de argentinos sin excluir a nadie. Gobernó para 40 millones de argentinos. Pero claro… dentro de los “incluidos”  están los que de manera incomprensible se auto excluyeron de aquel proyecto que les permitió moverse  socialmente,  por creer que ese ascenso social fue producto de “un esfuerzo personal” y no de las condiciones favorables que el gobierno nacional generó con sus políticas económicas y sociales; y sin argumentos que lo justifiquen votó a Macri. En defensa de su actitud solo repiten las estupideces  que los mismos codiciosos de siempre  esgrimen a través del servilismo periodístico en los medios de comunicación hegemónicos privados. Nada de esto es nuevo. El antecedente quizá más lamentable lo encontremos en 1955 cuando aquellos pequeños empresarios que gracias al IAPI peronista pasaron a ser “empresarios importantes”,  festejaron junto a la “libertadora” la caída del 2do “tirano” (Perón, ese que con sus políticas les posibilito ser lo que hasta el día de hoy son). “Alimenta buitres internos con la esperanza que se vuelvan palomas nacionalmente solidarias y terminarán por  comerte los ojos”; sabiduría popular que le dicen. 

En los últimos 12 años, los intereses oligárquicos fueron obligados a   compartir lo que para ellos son privilegios exclusivos de clase social.  ¡Eso es imperdonable para los de esta casta social! Los “tilingos caceroleros” fueron los ruidosos idiotas útiles que usaron para mostrarle al gobierno una parte de su poder de manejo y fuego.  Los poderes económicos vernáculos históricamente enquistados en las estructuras culturales (“Academias”) digitaron los valores que  la educación debía y debe impartir. Y  lo hicieron y hacen a través de sus  “intelectuales academicistas” que siempre los sirvieron y sirven y quienes jamás cuestionaron que exista una educación diferenciadora, mucho menos  objetaron que la educación privada sea un buen negocio y encima  que el Estado financie  ese privilegio para pocos. De ahí que hasta hoy sigan existiendo una Educación Privada para formar dirigentes políticos y educación pública para “producir” mano de obra barata y sin conciencia histórica de su triste destino.

¿Cómo se entiende  lo anterior? ¡Muy sencillo! La liberal constitución de 1853 y sus “iluminados” redactores (entre ellos el “copiador Alberdí”  dijera Arturo Sampay) así lo establecieron; y así se viene cumpliendo a lo largo de casi 150 años; salvo claro está el interregno peronista de 1943 1955. Sampay  señala que aquella Constitución  –1853,  si se quiere Mitrista- le adjudica al Estado un rol “neutral” en cuanto a lo cultural, lo religioso pero fundamentalmente en lo económico y restringe su intervención solo para asegurar el correcto funcionamiento de la libre competencia. O sea –y para decirlo Sampay recurre a los fisiócratas- el Estado debe “dejar hacer”, “dejar pasar” (Laissez faire, Laissez Passer).  La muestra más acabada de esto fue primer mes de gobierno presidencial de M. Macri donde los operadores de los empresarios ubicados estratégicamente en ministerios claves solo se limitaban a acercarle los DNU con lo resuelto en su beneficio para que él se limitara a firmarlos.  

Si las cuestiones económicas que condicionan las relaciones humanas y sociales no son interpretadas desde una moral social, el lógico virtuosismo que demanda el desarrollo comunitario estaría ausente y con él la posibilidad de generar y respetar aquellos derechos  sociales que hacen posible una comunidad organizada donde la justicia social sea su esencia y fin último. De ahí la importancia de la formación moral –un tanto Aristotélica quizá- que debería reinar en nuestro sistema educativo tal como lo propuso Sampay en la reforma de 1949; me refiero a esa moral generadora de respeto por el bien común, no a esa pacata moralina clerical medieval plagada de hipocresía.      

(Continúa)

 

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