Falleció la madre del juez federal Miguel Contreras

domingo, 25 de marzo de 2018 00:00
domingo, 25 de marzo de 2018 00:00

Se recibió ayer con tristeza la noticia del fallecimiento de Dominga Cleofé Peralta de Contreras, madre del juez federal Miguel Ángel Contreras.

A modo de homenaje, recordamos las palabras que el magistrado le dedicó en una reciente entrevista, realizada por Kelo Molas para el espacio “Cara a Cara” de El Esquiú.com.

“Mi madre tiene 90 años. Ella y mi papá (José Rosario Contreras, ya fallecido) son de San Blas de Los Sauces, La Rioja. Te cuento por qué la palabra ‘todo’ (en referencia al significado del abrazo en la foto). Porque cuando egreso de la secundaria, la sucursal del Banco de Catamarca en Tinogasta seleccionaba a los muchachos que tenían el mejor promedio en la escuela y les daba trabajo. ¡Lo que son las cosas: ya se discriminaba en aquellos tiempos! La abanderada y la escolta de aquella promoción eran mujeres y sin embargo el banco elegía varones; me seleccionaron porque yo les seguía en los promedios. Estoy hablando de casi 45 años atrás. Ya tenía decidido estudiar en Córdoba pero me surgían algunas dudas: una de ellas era cómo harían mis padres para bancarme los estudios universitarios si mi mamá era ama de casa y mi papá simplemente un obrero vial. Ellos no entendían cómo yo podía desdeñar una oferta laboral en el banco para irme a Córdoba, sin saber a dónde iría a parar o cómo iba a hacer para mantenerme. Al final aceptaron mi decisión, aunque no estuvieran convencidos. Con la ayuda de algunos amigos que ya estaban instalados en aquella provincia, me fui. Para mí Córdoba era una ciudad hostil,  te imaginás: solamente había viajado a la Capital catamarqueña en un camión cuando me traían a la procesión de la Virgen del Valle o en algún viaje de estudiantes. El hecho es que me volví a Tinogasta y le dije a mamá que no quería volver  a Córdoba. Un día, en el patio de la casa, ella me dijo: ´Vaya, vuelva a Córdoba, inténtelo de nuevo y si no se da… acá lo vamos a estar esperando´. A todo esto, mi padre no opinaba nada. Era todo silencio. Con el tiempo, entendí que con ese silencio no quería que me vaya, por un lado, pero a la vez quería que me vaya. Me gustó mucho ese gesto. No me decía nada pero me estaba diciendo todo. Fue una expresión de amor la que tuvo papá. El primer año no fue tan bueno, porque seguía con mis dudas, pero en el segundo año en Córdoba, ya estudiando abogacía, algo me hizo reflexionar: mi mamá me mandaba plata en un sobre marrón cerrado que decía ´José Rosario Contreras´. Era el sobre con el que le pagaban a mi padre, con el recibo de sueldo, monedas, todo cerradito como lo recibía de Vialidad. ¡Me mandaban el sueldo de papá íntegro! De allí empiezo a tomar nota que ahí había un sacrificio enorme de mis padres y que yo no estaba aprovechando como correspondía ese sacrificio. Eso me movilizó entero y me quedé pensando: ¿y ellos con qué van a vivir si el único sueldo de la casa me lo daban a mí? (...) Había comprendido que no podía fallar a tanto sacrificio y amor de mis padres.”
 

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