Intendente le paga a las esposas para que los hombres no gasten en "joda"

Cerquita de Catamarca, una comuna encontró una solución para los problemas de varias familias trabajadoras.
martes, 21 de febrero de 2017 16:40
martes, 21 de febrero de 2017 16:40
Parece una historia de esas que se ven en las películas. Y con final feliz. No es una leyenda; es real. Ocurrió así. En un pueblito pequeño llamado Rumi Punco (en Tucumán, cerquita del límite con Catamarca), casi olvidado del poder político, que parece colgado del mapa, en el último rincón de la provincia, sus pobladores fueron protagonistas de algo inusual.
Sucede que los empleados de la comuna rural que trabajaban en las obras, cuando se estaba edificando el centro integral comunitario cumplían sus labores de lunes a viernes durante ocho horas como marca la ley. Sin embargo, los viernes de cada semana, como era el día de pago, los obreros comenzaban la jornada de trabajo a las seis; al amanecer. La idea era terminar a las 14, apagar las máquinas, guardar las herramientas y prender el fuego para el asado. Después del asado seguían los brindis, las risas, otro brindis, más bromas, y más brindis. La tarde caía en el pueblo que tiene los cerros tan cerca que se sienten como al alcance de las manos. No había merienda. Los hombres no la necesitaban. Seguían brindando. Con tanto alcohol se olvidaban de todo alrededor. Ellos vivían su propia fiesta con asado, cerveza, vino, sangría y fernet.
Para darle un poco de emoción a la tarde empezaban a timbear, como lo cuentan ellos mismos. Jugaban a las cartas por plata. A veces jugaban al 9; otras al 21, lo que fuera por una apuesta en dinero. "El hombre cuando empieza a timbear no tiene control, no tiene fin, no para nunca”, sostiene el delegado comunal, Jorge Rodríguez. Jugaban y tomaban hasta emborracharse, timbeaban, y así seguían hasta la mañana del siguiente día. "Algunos volvían a sus casas gorditos -dice Rodríguez- porque habían ganado en la timba, pero la mayoría se tiraba todo el sueldo en un asado”.
En medio de la semana comenzaba otro problema, porque quienes habían perdido en el asado del viernes no tenían cómo pagar las deudas en el almacén, en la verdulería, en la librería. Hasta ese momento todos sabían del asado, pero nadie podía dimensionar la gravedad del caso. Los comerciantes le reclamaban al delegado comunal por el retraso en el pago.
"Aquí nos conocemos todos y cuando yo iba al almacén me decían: ‘che Jorge, cuándo vas a pagar los sueldos, porque tengo varios clientes atrasados con las deudas’ -recuerda Rodríguez-, pero yo me sorprendía porque los sueldos estaban al día. Ahí tomé en cuenta que esto iba camino a la perdición”, recuerda.
Entonces decidió cambiar el día de pago. En lugar del viernes, lo pasó para el martes al mediodía. Eligió ese día porque los miércoles llegaba al pueblo una feria ambulante que vende ropa y útiles escolares, entre otras cosas. La idea era que la plata se la gastaran en la feria y no en un asado. Pero lo más trascendental del cambio de costumbres fue que Rodríguez decidió también que, en adelante, iban a cobrar las mujeres (las esposas de los empleados). De ese modo terminó con el asado de los viernes en Rumi Punco. Mientras se construyó el edificio del Centro Integral Comunitario las mujeres llegaban puntualmente los martes para cobrar el sueldo de sus maridos.
La obra está terminada, pero -desde aquella vez- quedó establecida esa forma de pago en la comuna a quienes trabajan por jornal y cobran en forma semanal.
Hoy en día, las mujeres se sienten protagonistas en Rumi Punco. Hay madres solteras; otras quedaron viudas y las mujeres que tienen marido que las ayuden son la minoría. Ellas están reunidas en el salón de la cocina comunitaria. Comieron humita en olla y un guiso de arroz con pollo. En la sobremesa hacían chanzas hacia los hombres, que no estaban en el lugar. "Una de las pocas mujeres que tiene un marido excelente, por ejemplo, es mi señora”, dice Rodríguez en tono de humor y las mujeres responden con carcajadas. 
Hay mujeres que saben preparar hormigón; otras hacen chacinados; algunas trabajaban en la cosecha, unas cuantas en el carbón (llenan las bolsas para la venta). Ellas mismas hicieron con sus propias manos la remodelación completa de la plaza San Martín. Una vez que quitaron los árboles viejos, plantaron los nuevos ejemplares, armaron los canteros con botellas y construyeron los bancos.
Las mujeres son distintas en el manejo del dinero. Son más ahorrativas, siempren miran primero por los hijos. "Si se demora el pago -dice Rodríguez a modo de ejemplo-, las mujeres esperan calladas, pero los varones no aguantan y empiezan a pedir adelantos o préstamos”.
"Tengo más satisfacciones con el trabajo de las mujeres que de los hombres”, admite Rodríguez. Ahora, en la comuna planean habilitar una guardería para que las madres puedan dejar a sus hijos y salir a trabajar tranquilas. 
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