Cuando las automotrices se equivocan al bautizar sus autos

"Moco", "Pajero", "Marica" y "Laputa" son nombres de modelos que generaron polémica.
domingo, 26 de marzo de 2017 12:42
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Renault bautizó Twingo a un modelo que recorrió el mundo con reconocido éxito. Cuando nombró al vehículo entendió que debió tolerar la disparidad de naciones. Unió tres bailes en una sola palabra en procura de asimilar la fonética de cada lengua y cuidar la corrección política de su nombre: Twingo es resultado de la fusión del twist, el swing y el tango. Podrá ser un caso paradigmático en la industria, un criterio de selección que ejemplifique el cuidado, la meticulosidad y carga semántica que demanda denominar a un automóvil.
La industria automotriz patentó más de 800 mil etiquetas. Empatía, seducción, impacto, sensibilidad, sofisticación, compromiso histórico, los nombres de los autos deben reunir un sinnúmero de características acordes a su épica, su utilidad, su segmento, su mercado. Y las compañías están obligadas a cranear seudónimos que huyan de los dobles sentidos, esquiven la multilateralidad de su definición y sean inmunes a la cultura lingüística de los países en los que se comercialicen. La historia de los autos esconde simpáticas anécdotas de modelos que ganaron su fama por su malinterpretación. Una saga de enredos, reseñas de los casos más emblemáticos. El vínculo inoportuno, el recuerdo no buscado de los nombres de los autos más inconvenientes y desafortunados de la industria.
En su campaña de lanzamiento en Japón el eslogan rezaba: "El Moco lo puedes guardar en cualquier sitio". Nissan había creado el Moco, un microcoche que incluso llegó a fabricarse en color verde para facilitar su comparación. No llegó a comercializarse en países de habla hispana: de ser así se habría sometido a un cambio radical de nomenclatura. En Europa sí llegó a comercializarse aunque con otro nombre: Cube. El Moco se fabricó hasta 2016, una producción de Suzuki para Nissan.
El Mazda Laputa se comercializó en Estados Unidos y Japón desde 1999 hasta 2006, una especie de minivan, mezcla de SUV y kei car asiático. Pero la fuerza de su denominación no pasó desapercibida en los países de habla hispana. Su nombre está inspirado en el lugar ficticio del libro Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. Laputa es, en verdad, una isla imaginaria con una base de diamante que flota mediante un gigantesco imán.
Nova se denominó al vehículo compacto de la firma norteamericana entre 1961 y 1979. Pero a finales de la década del sesenta, Chevrolet Argentina encontró que su denominación "no iba", que el cambio de acentuación en Nova podía desprestigiar la identidad de la marca. El Chevrolet Nova tercera generación fue fabricado entre 1969 y 1978 en Argentina bajo la denominación Chevrolet Chevy por las suspicacias del término "no va". En otros países de habla castellana, el Nova mantuvo su nombre original.
Una víctima corporativa del virus que transmite el mosquito Aedes Aegypti fue el Zica de la compañía india Tata Motors. En medio de la epidemia por el zika, mientras la Organización Mundial de la Salud declaraba emergencia en salud pública mundial, el fabricante atinó a rebautizar al modelo que honraba la abreviación de "Zippy Car" -coche eléctrico-. "En solidaridad con los sufrimientos provocados por el reciente brote del virus del zika, Tata Motors, como compañía socialmente responsable, decidió cambiar la marca del coche", explicó en un comunicado. La compañía propuso entonces que se eligiera la nueva nomenclatura mediante un concurso online llamado #FantasticoNameHunt. El ganador del concurso, Libi Thomas, eligió Tiago en homenaje a su ídolo Tiago Mendes, un futbolista portugués.
Una de las berlinas más exitosas de la marca alemana padeció una mala traducción en el idioma español: duplicada. El Jetta suena como la definición lunfarda de cara o rostro en la idiosincrasia argentina, pero su pronunciación fonética correcta sería "yeta", sentencia de mala suerte en la conciencia de algunas culturas. De su caudal de diferentes interpretaciones nació su renombramiento. Para su cuarta generación, en Argentina recibió el nombre de Volkswagen Bora.
Siete años años tardó el fabricante en advertir que el nombre del auto podría sonar como "escupe". Su nueva nomenclatura mereció la quita de la primera "s". El Hyundai Cuopé fue una versión deportiva de dos puertas de la versión Excel que se lanzó al mercado en 1988.
Uno de los casos más reveladores del fenómeno de malinterpretación. El Mitsubishi Pajero es un todoterreno que la firma japonesa sigue fabricando. Aludía al Leopardus pajeros, un felino propio de Sudamérica que también se conoce como gato de los pajonales o gato de las pampas. En los países hispanoparlantes su connotación inapropiada lo obligó a cambiar su nombre a Mitsubishi Montero.
Los dobles sentidos y las temáticas sexuales son los principales generadores de cambios en los nombres de los autos. El Marica de Lancia asumió una connotación alternativa no pretendida. Era un modelo delicado, refinado, influenciado por la estética de fines de la década del sesenta. Expresaba líneas angulosas y afiladas, en coincidencia con los mandatos impuestos por la modernidad de época. Tom Tjaarda fue el padre de esta singular coupé con base mecánica del Lancia Flaminia 2.8 3C que data de 1969, exhibido por primera vez en el Salón del Automóvil de Turín.
La minivan Isis que el gigante japonés vende en su mercado y en Singapur remite directamente al grupo terrorista islámico, que curiosamente utiliza camionetas marca Toyota en sus presentaciones terroríficas. El modelo Isis dispone de siete plazas, se fabrica desde 2004 y por el momento su nombre no sufrirá modificaciones.
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