Desde lo alto del pucará de Aconquiia don Juán Chelemín contemplaba el valle. Su nerviosismo lo acompañaba desde hace varios días. Esperaba ansioso por “un informe científico” que debía llegar y que sería de vital importancia para el futuro del lugar. Al igual que su gente, deseaba que fuera beneficioso. La sequía golpeaba fuerte desde hacía varios meses y los sembradíos y animalitos de Dios necesitaban de la lluvia imperiosamente.
Mientras transcurría el tiempo observaba cómo grandes maquinarias demolían un cerro y sus entrañas eran conducidas por un gran conducto hacia destino desconocido. Pobre Pachamama!
Le preocupaba además, que mientras en la tribu se ahorraba el agua, otras similares a las anteriores extraían millones de litros y la mezclaban con el barro que luego trasladaban a la gran cañería. ¿Podrá la lluvia reponer tanta cantidad de agua desperdiciada?, pensaba. ¿Y qué pasará en semejante socavón cuando el Inti nos bendiga con la lluvia? Se preguntaba. En la zona aledaña al gran cráter en que fue convertido el hermoso cerro, ya no hay árboles, lagartijas, conejos, pájaros ni demás seres que habitaban el lugar.
El metal precioso para elaborar pecheras, brazaletes, muñequeras, vinchas y queros ya no existirá. Cómo haremos para sembrar el maíz en semejante agujero? Mmm. Ojalá el informe contemple todo esto. Y quién será el científico del que dependemos? De qué tribu será? Tendrá hijos por acá? Vaya a saber.
Mientras esto sucedía en Andalgalá, muy lejos, en una casona l›lanca, el científico y el cacique mayor, muy alegres, compartían el preciado informe. Se acabó el mito y las mentiras, brindaban. Todo está bien, acá no pasa nada.
A don Juan Chelemín seguramente los datos técnicos no podrán convencerlo. El sentido
común va por otro camino.
Cuando el gran cacique reciba el informe, como dice la zamba, seguirá pensando... en liberar Andalgalá.

Alberto Cerda Espósito
DNI: 8043709
 

Respuesta
Ecos del informe de la FUNCEI entregado al gobernador de la provincia.