Columna de opinión

Celebrar la Militancia

martes, 16 de noviembre de 2010 00:00
martes, 16 de noviembre de 2010 00:00

Por el Lic. Manuel Isauro Molina (h)

No resulta sencillo en pocas líneas examinar la noción de militancia, su significado hoy. No cabe una consideración a los militantes que fueron capaces de construir sus sueños y dar la vida por ellos si fuera preciso, tampoco será posible homenajear a todos los catamarqueños que animan y animaron nuestro compromiso en este presente de libertad y democracia, en el que no se pone en riesgo desde la práctica militante, otra cosa que no sean nuestros propios sueños, valores y dignidad.
Personalmente frente a la militancia tengo emociones ambivalentes, por una parte de gran orgullo y alegría, orgullo por lo que la gente me devuelve cotidianamente acerca del compromiso de mi padre, la alegría producida por los amigos que encontramos en la militancia y el desarrollo de la capacidad para sobreponernos a situaciones adversas. Por la otra, una enorme tristeza por las percepciones y vivencias producidas como consecuencia de tres de los golpes más inhumanos que padeció la sociedad catamarqueña en general y particularmente la militancia peronista.
El golpe militar de Aramburu a cuyas consecuencias pude acceder a través de relatos familiares, posteriormente el golpe de Onganía y la feroz represión desatada contra el movimiento sindical y estudiantil.
Recuerdo claramente el miedo de mi madre y la entereza de mi padre que fue recluido, después de los acontecimientos del Catamarcazo, primero en la sede de la policía federal de la ciudad de Catamarca y posteriormente trasladado a la Cárcel de Villa Devoto en provincia de Buenos Aires. Tengo presente la época, porque mi tarea encomendada por mi madre, consistía en llevar la vianda todos los mediodías con diez años de edad.
Finalmente los sinsabores de la militancia, el golpe del 24 de marzo de 1976, los tres años de cárcel, el traslado a Sierra Chica en la Provincia de Buenos Aires, a la que viajábamos mil doscientos kilómetros para visitarlo, escucharlo sin poder tocarlo, ni abrazarlo, en una capilla de la cárcel. La visita duraba una hora, sesenta minutos, y después emprender el viaje de vuelta, los más de mil kilómetros para volver a Catamarca, hasta en eso eran crueles. Conservo nítidamente la imagen de mi madre sentada sola, en la oscuridad de la noche y del patio, cuando regresábamos de noche en épocas de estudiante secundario, llorando. Mi adolescencia y su dignísimo silencio, no me permitieron entender lo que estaba sucediendo, tanto dolor, tanto miedo.
Digo esto porque entiendo que es absolutamente imprescindible, comprometernos para preservar y profundizar lo que hemos construido como pueblo.
“Además una cosa:
Yo no tengo ningún inconveniente
En meterme en camisa de once varas...”
Es como define Nicanor Parra el compromiso militante.
Pablo Neruda nos cuenta en su autobiografía un obstinado ejemplo de militancia. A Nâzim Hikmet, un poeta turco, “lo acusaron de querer sublevar a la marina de su país, y lo condenaron a todas las penas del infierno. Lo juzgaron en un barco de guerra. Lo hicieron andar alrededor del barco, hasta fatigarlo, y luego lo metieron en el sitio de los excusados, en que las letrinas y los excrementos se levantaban medio metro sobre el piso. Entonces mi hermano, el poeta, se sintió desfallecer, la pestilencia lo hacía tambalear. Pero pensó: los verdugos me están observando desde algún punto, quieren verme caer, quieren contemplarme desdichado. Y entonces sus fuerzas resurgieron, encendió un cigarrillo y comenzó a cantar, en voz baja primero, en voz alta después y luego con toda la garganta. Y así cantó todas las canciones, todos los versos de amor que recordaba, y todos sus poemas y todas las canciones de los campesinos y de las luchas de su pueblo. Cantó todo lo que sabía. Y así triunfó de la pestilencia y del martirio”.
Muchos, seguramente se preguntaran por qué la esperanza, por qué celebramos y qué evocamos, la militancia constituye un compromiso con el otro, un modo de relacionarnos.
Quien con más constancia ha reivindicado la militancia ha sido, sin duda, Mario Benedetti, cuando decía en “Usted, preguntará por qué cantamos”.
Cantamos porque llueve sobre el surco
Y somos militantes de la vida.
Y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.
Cantamos porque el grito no es bastante.
Y no es bastante el llanto ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto,
cada pregunta tiene su respuesta.
El espíritu militante cabe en la cita de Hikmet “Has de saber morir por los hombres,/ y además por hombres que quizá nunca viste,/ y además sin que nadie te obligue a hacerlo,/ y además sabiendo que la cosa más real y bella es vivir”.
 

De El Esquiú.com
Agradecemos este testimonio del Lic. Molina en el Día de la Militancia, al conmemorarse hoy el 38º Aniversario del regreso de Perón a la Argentina.

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