Declaratoria de herederos

Escribe Egardo Moreno
miércoles, 8 de diciembre de 2010 00:00
miércoles, 8 de diciembre de 2010 00:00

En las páginas lejanas de La Opinión Austral aparecerá en los próximos días el edicto de rigor.
Con la convocatoria a herederos y acreedores, comenzará la sucesión patrimonial del extinto Néstor Kirchner.
La política, es bien sabido, no repara en el prurito de la mora que reclaman estas formalidades.
Sonriente al pie del féretro, el canciller Héctor Timerman declaró a la CNN durante las exequias magnas, que el legado político tenía una sola heredera: Cristina Kirchner, desde entonces candidata a la reelección. No pudo haberlo hecho sin un pláceme superior y en respuesta a la festiva declaración de duelo protagonizada por Hugo Moyano, antes aún que los médicos presidenciales dieran a conocer el único parte oficial que aludió al súbito deceso.
Las leyes, en cambio, parecen más respetuosas del duelo. El juez santacruceño Carlos Arenillas abrirá un período de treinta días para iniciar los caminos de albacea.
Según juraron Néstor y Cristina Kirchner ante la oficina anticorrupción, su patrimonio asciende a 55 millones y medio de pesos. Suman allí tres empresas; 28 propiedades; un auto y depósitos bancarios, entre otras prósperas lindezas.
Un juez de la Nación, Norberto Oyarbide, ha considerado que la coincidencia entre el crecimiento patrimonial de los Kirchner (un 158% en un año) con su permanencia en la administración de fondos públicos, es mera contingencia. Un golpe de dados que no abolirá el azar.
Pero su denegatoria a la sospecha de enriquecimiento ilícito será irrelevante para su colega de Santa Cruz. Cualquiera fuese el origen de los bienes, ha llegado la hora de repartir la herencia.
Los plazos son convenientes para los herederos, porque han comenzado a llover menos sospechas que pruebas sobre la corrupción del matrimonio Kirchner.
Así, por ejemplo, las alusiones a coimas millonarias en euros empiezan a ser frecuentes en los indiscretos correos del operador de Ricardo Jaime y no mezquinan referencias a la figura de un porfiado responsable, en la cúspide del poder político argentino. En los tiempos de Néstor Kirchner ni la Señora Presidente ocupó ese sitial.
En la expresión entusiasta de José Pablo Feinmann, algo les falló.
Sí: el disco duro.
Como si en el camino de estos sacrificados militantes se hubiese cruzado el designio imperialista, irrespetuoso de la tiza y el carbón, encriptado en la lógica binaria de las computadoras.
Nada de eso. Los trasiegos de los militantes se facturaban entre puños de gemelos relucientes en los ámbitos gourmet de Puerto Madero. Allí florecían las mil flores. Y el imperio, mientras tanto, comenzaba a padecer desvelos similares, perpetrados por la indiscreción informática.
Como consecuencia de esas filtraciones que ahora afligen a la Señora Clinton, se ha conocido también que la unidad estatal argentina que debería controlar el lavado de dinero, ocultaba “transacciones sospechosas” en el círculo íntimo de los Kirchner y del propio matrimonio presidencial en Suiza, Liechtenstein y Luxemburgo.
El entrecomillado alude al cable girado el 1 de diciembre de 2009 por la embajadora norteamericana en Argentina, Vilma Martínez.
En otra de esas gemas de la infrecuente sinceridad diplomática, el encargado de negocios de la embajada americana en España, Hugo Llorens, narra la visita a Madrid, en mayo de 2008, del secretario Tom Shannon, adjunto para los temas del hemisferio occidental en el departamento de Estado.
Juntóse el diplomático con el principal secretario del gobierno de Aznar.
En Argentina - le dijo el español resignado- un político pobre, es un pobre político.
Los constructores de mitos aseguran con renovada fe, en estos días, que el mérito indiscutible de Néstor Kirchner fue la reivindicación de la política. En su juicio sucesorio habrá de confirmarse cómo la concibió en su veta más profana. Allí, en su patrimonio.
Donde huelgan las palabras.

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