Correo de lectores

El gran Libertador

Un repaso por la vida del Gral. San Martín.
domingo, 15 de agosto de 2010 00:00
domingo, 15 de agosto de 2010 00:00

Sr. Director

El derrotero historiográfico nos dice que corría el año 1783, cuando don Juan de San Martín y doña Gregoria Matorra, su mujer, y sus cinco hijos, dejaron las tierras de América, para volver a la Península. Ya en España, José Francisco, contando con sólo 11 años de edad, se enroló como cadete en el regimiento de Murcia. Inició así una carrera militar que no abandonaría sino 33 años después, como fundador de naciones.
Sus servicios a la monarquía española estarán condicionados por la política exterior. Es que a la libertad perdida en España, motivada por el avance napoleónico, había que defenderla en América; pero no para la dinastía de los Borbones o de los Bonaparte, sino para América misma.
La nobleza testimonial de Luis Busaniche, en su obra “San Martín Vivo”, rescata de palabras del propio libertador: “Yo serví en el ejército español, desde la edad de 13 años, hasta el grado de Teniente Coronel de Caballería. En una reunión de americanos en Cádiz, conocedores de los primeros movimientos revolucionarios acaecidos en Caracas y Buenos Aires, resolvimos regresar cada uno al país de nacimiento, a fin de prestar nuestro servicio en la lucha emancipadora”.
De inmediato, solicitó su retiro del ejército español y en enero de 1812 se encaminó junto a otros oficiales rumbo a Buenos Aires, consagrándose a la formación de su Regimiento de Granaderos a Caballo, cuya prueba de fuego la constituyó el triunfo del combate de San Lorenzo.
Con ello, daba inicio a un camino de lucha sin retorno, no sólo contra el enemigo realista, sino también contra la voluntad tozuda de algunos dirigentes criollos que no supieron estar a la altura de las circunstancias. Es que la sanción de la independencia de la corona española se venía postergando por diversos motivos y vacilaciones desde 1810. Por eso , el propio San Martín, desde Mendoza, insistía ante Godoy Cruz, diputado del Congreso de Tucumán, sobre la imperiosa necesidad de declarar formalmente la independencia; en su opinión, era hasta ridículo, hacer la guerra al Rey a quien todavía no se había desconocido su soberanía.
Consideraba además, que si el dominio español era continental, también continental debía ser la acción revolucionaria.
Y en esta conceptuación, coincidía plenamente, aunque a la distancia, con Simón Bolívar, quien ya había expresado inequívocamente su ideología continental en varios documentos, singularmente en la Carta de Jamaica. Allí reafirmaba el nuevo precepto revolucionario: “divididos seremos esclavos, solo unidos venceremos”.
Así lo entendieron los congresales de Tucumán, cuando en 1816 declararon la independencia con un fórmula superadora: “Las Provincias Unidas, ya no del Río de la Plata, sino de Sudamérica” y el plan continental del Capital se ponía en marcha.
En la carta de puño y letra del propio Pueyrredón, éste manifestaba: van 400 frazadas, van 500 ponchos, está dada la orden para que se remitan a Ud. las 1000 arrobas de charqui que me pide. Van todos los vestuarios, van los dos únicos clarinetes que hemos encontrado, van 200 sables de repuesto, van 200 tiendas de campaña que me pidió, va el mundo, va el alma, va la vida, y ya no me pida más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido colgado en un tirante de la fortaleza”.
Los triunfos patrióticos de Chacabuco y Maipú entusiasmaron a Bolívar, quien concibe un plan semejante: el paso de Los Andes venezolanos remontando el Orinoco para caer sobre los realistas en Bogotá y seguir hasta Perú, ultimo bastión español.
Difamado y amenazado por el gobierno unitario, el Gral. del Ejército de Los Andes, desobedeciendo órdenes precisas de reprimir a caudillos federales de las provincias, decidió, no sólo abandonar su empresa libertadora, sino también el país, no cabía en él la lucha entre hermanos.
Y en compañía de su pequeña hija Mercedes partió rumbo a Europa hasta morir en la más absoluta indiferencia y olvido por parte de sus contemporáneos. Eso sí, convencido de que la hora de América libre había llegado.

 

Prof. Julio Ricardo Nallar
D.N.I Nº 14.296.217

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