Correo de lectores

El barrio

El lector ofrece una poesía plena de evocaciones.
miércoles, 8 de septiembre de 2010 00:00
miércoles, 8 de septiembre de 2010 00:00

Epopeya alegre, con claridad de soles
con claridad de lunas.
Caminamos queriéndolo,
con la frente alta,
y el pecho desnudo,
la piel abierta como una carta,
un corazón servicial
como un grillo en un jardín florido,
si lo sabe el padre y la madre,
cuando los hijos emprenden aventuras
con los amigos.
Todos iguales,
caritas definidas por un corcho quemado
con ese sentir impregnado de estrellas
y gajos de eucaliptus
y barro en los talones
y las rodillas
y el tiempo que se va en charlas amenas,
como las abejas sobre las rosas
henchidas de colores...

El barrio;
casitas pintadas
con la aspiración de cada corazón
Todos los vecinos
jugando como una bandada de gorriones,
el cielo un pedazo de tierra más,
las nubes el barrilete que
sólo la imaginación
echa a volar a otras provincias,
las madianeras que se vuelven monólogos
vecinales en las siestas,
campanarios silenciosos sin cura...

El barrio;
un cristal de dones y aspiraciones,
la guitarreada, la serenata,
ante una ventana
regada de piropos y frases
los locos lindos dueños
del viento, la lluvia y la montaña;
y el perro que juega con su cola
en cuyo hocico su lengua parece
un helado de vainilla...
y en las esquinas los focos de luz,
tenues donde los bichitos
juegan haciendo
embudos y bonetes...

El barrio,
nunca se va de nuestro pensamiento,
se queda como una sombra primera
de un niño, luego la de un padre,
y al final la de un abuelo:
porque siempre está presente,
ese y aquel rostro,
vecinos sentados al lado de la puerta
de su casa,
cuando comienza la tarde, el anochecer
o el amancer,
cuando el gallo canta
con sus plumajes metálicos
y su cresta roja de aurora en los fondos,
pisotea el trigo de los rayos como un Rey.

Por E. Lindor Rodríguez
Dedicado a la Prof. Graciela Mentasti

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