TESTIMONIOS

La trampa egipcia

Marcelo Cantelmi - Diario Clarín
domingo, 6 de febrero de 2011 00:00
domingo, 6 de febrero de 2011 00:00

La estrategia de ganar tiempo es una trampa suicida cuando el peso de la mochila que se carga aumenta cada día. Es lo que les ha ocurrido a EE.UU. y sus aliados en el juego de brindar un apoyo ambiguo pero evidente a la dictadura egipcia, mientras se improvisaba alguna salida de una crisis que fue subestimada desde la primera hora. Se careció de un atributo cuya ausencia es un dato característico de la época, la posibilidad de advertir hacia dónde marcha indefectible la historia . Es la peor de la cegueras.
La Casa Blanca, moviéndose siempre detrás de los acontecimientos, llamó después del sangriento fin de semana pasado a coronar una transición pacífica con la intención de abrir expectativas que aliviaran el caótico escenario de Egipto. Pero el presidente Hosni Mubarak, poco a poco, colocó al país al borde de una guerra civil; plano inclinado que sólo buscó compensar con su magro anuncio de que no será candidato en setiembre y luego que tampoco lo sería su hijo. Pero después, el miércoles y jueves, lanzó hordas contra la Plaza de la Liberación, la ciudadela convertida por sus ocupantes republicanos en el portal de otra realidad. Esa ofensiva sumó más muertos y heridos. La barbarie la extendió luego sobre los periodistas extranjeros , con ataques a sus hoteles, en las calles y sus autos. Ese salto al oscurantismo llevado adelante por comandos civiles del gobierno, incluyó la destrucción de equipos de los hombres de prensa, pero también ataques físicos: hay un periodista austríaco luchando por su vida con una puñalada en la garganta .
Cuando Egipto quedó sin ley, la anarquía y el caos llenó todos los espacios con el agravante de una retórica de datos falsos que hacía aún más complejo el episodio. El gobierno, en declaraciones de sus máximos exponentes, se liberó las manos de esos ataques culpando a infiltrados extranjeros o a militantes ultraislámicos. Pero la web sobre inteligencia Stratfor de EE.UU. difundió esta semana informaciones confidenciales, parte de las cuales fueron publicadas por el diario egipcio Al Mesryoon , que revelan que, en Alejandría, el 2 de febrero, se reunió secretamente parte de la dirección del partido gubernamental con los jefes de los grupos de choque para organizar los ataques. El costo de la operación fue bien magro, 42.700 dólares que puso el Estado.
Esa ofensiva irracional y descontrolada está en la base del giro radical de Occidente sobre el destino del dictador.
Washington acabó comprendiendo que es mayor el costo de mantener a Mubarak en el poder que el de sacrificarlo . Pero esa decisión se adoptó muy tarde y nació ya demasiado desgastada frente a la enorme resistencia mostrada por la gente que es dueña de esa victoria. Egipto hoy es, aquí y en el mundo, un muro de Berlín que esta siendo perforado, como el anterior, por una población que exige vivir en una república y no en una cárcel donde la tortura, la censura y la prepotencia definen la razón cotidiana. Es una revolución constitucional que avanza a demandar una carta magna no clerical como la que rige actualmente, desmintiendo la idea sencilla de que en este país como en otros del mundo árabe la opción se simplifica entre dictadura y el fascismo ultraislámico, el “yo o el caos” que enarboló Mubarak.
Hay mucho para corregir en esas percepciones. En Israel se llega a sostener que los errores de EE.UU. permitieron primero el triunfo de Gamal Abdel Nasser, que derrocó la corona egipcia en 1953, en la idea de que los oficiales serian buenos aliados de Occidente contra la Unión Soviética. Y luego, en 1978, cuando James Carter apoyó pero presionó a la dictadura del Sha de Irán para que realice reformas (como ha hecho Barak Obama con Mubarak) lo que derivó, según esa opinión, en la revolución islámica del año siguiente.
En verdad, era inevitable la caída del desintegrado régimen del Sha y de la corona egipcia, del mismo modo que es inevitable ahora el proceso republicano en este país . Y en cuanto al fundamentalismo islámico, ha sido un hijo extendido de las necesidades geopolíticas de Occidente para reducir el poder ruso sobre el mundo árabe. Esa estrategia puso en marcha monstruos que luego se han vuelto incontrolables . Mubarak es otra cara de una estrategia de dominio similar, lejos de la cuestión soviética ya perimida, pero como muro de contención para esos monstruos y como modelo regional de explotación de las masas.
La mayor fortaleza que ha mostrado esta rebelión es su iniciativa espontánea y la ausencia de liderazgos, pero en ello también radica una de sus debilidades. El temor en Israel y el resto de Occidente es que esta revolución acabe aprovechada por las fuerzas en contradicción aquí y se genere una salida que rompa los acuerdos de paz y acabe ampliando el poder iraní.
La debilidad, sin embargo, no es ésa sino que la ausencia de caminos políticos acabe por fulminar la capacidad de cambio que ha mostrado este movimiento.
La oposición aquí es una legión de desconcertados que, de un momento al otro, fueron tomados por una realidad que creían más bien lejana. Frente a ese cuadro desesperante, el establishment local y sus socios en el exterior, diseñan un gobierno cívico militar de transición que retome el control del país, pero que difícilmente sea exitoso. No sólo por la eventual presencia de figuras de la dictadura como el vice Omar Sulaimán, sino porque las FF.AA. han venido interviniendo en esta crisis en auxilio del régimen. Esa salida, se asegura aquí, se negoció incluso con los Hermanos Musulmanes, un partido islámico que se está anotando para seguir sumando poder.
Egipto está en una trampa.
La situación económica ha venido en declive. La mitad del país vive en la miseria y el resto, la clase media y media alta, ha venido bajando escalones por la ausencia de empleo y la presión del Estado que se apropia cada vez más de la renta en medio de una amplia corrupción y cuestionadas privatizaciones que ampliaron el poder de la familia gobernante. Sin democracia, esa transferencia de abajo hacia arriba es más fácil de ejecutar.
De eso también se trata la resistencia del poder mundial hacia esta rebelión aquí y la que comienza a esparcirse en los países vecinos. Lo que cambia no es apenas la persona en el poder, sino la forma en que se gerencia el Estado. Ajustar y dominar será mucho más difícil. Las calificadoras de riesgo lo entendieron rápidamente. Mientras el mundo celebraba la caída de la dictadura de 23 años en Túnez o asistía entre asombrado y admirado por esta lucha de egipcios por su libertad, Standard and Poor’s le bajaba la nota de la deuda a los dos países.

Marcelo Cantelmi
Diario Clarín

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