TESTIMONIOS

Los maltratados se indignan

viernes, 27 de mayo de 2011 00:00
viernes, 27 de mayo de 2011 00:00

Todos hablan sobre el púlpito ciudadano convocado el domingo 15 de mayo en la Puerta del Sol de Madrid bajo el lema “Democracia Real Ya”. Burlas en ciertos medios. Búsqueda ávida de “profesores” para explicar ese lleno de miles y miles en 60 puntos de España. Como si la gente de a pie, empapada de sol y lucha, no supiera expresarse. Planes de tarea grupal. Bien intencionada gente de izquierda que al inicio miraba con desdén, procurando adecuarse. Sorpresa ante el genio organizativo: comisiones y talleres sobre cantidad de temas; cartelitos y cartelones en los pueblos; volantes; cientos de foros; redes sociales que se retroalimentan. Una inteligencia colectiva que supera a la más alta inteligencia individual. Consignas pacíficas y no violentas, aprendidas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Fuerza. Alma. ¿Qué está pasando?
No son parecidos. Algunos son jóvenes, otros no. Algunos son progresistas, otros conservadores. Algunos tienen ideologías definidas, otros se declaran apolíticos. Muchos están desinformados sobre UNASUR y la política mundial. Otros escucharon sobre la crisis en Islandia. Los une el desamparo del hombre común. Buscan respuestas en asambleas donde, tras nivelarse con protestas, se hacen propuestas. Desde un lugar integrador. Horizontalmente. Detestan a la Banca. La situación (sartreana) recrea las contradicciones internas. No caen en el ingenuo “que se vayan todos” del 2001. Ninguna de sus reivindicaciones las respalda la derecha. Se consolidan en plazas y barrios, vigilando que no los infiltren. Al primer grupo se le unieron ya cientos. “Somos como tú”, dicen.
¿Desde dónde parten? “La llaman democracia y no lo es”, afirman. Aunque lleven en sus cabezas proyectos e ideales muy diversos, los agrupa un deseo: más democracia y menos mercado. Detrás de los dos grandes partidos, ven a “formidables corporaciones económico-financieras”. La OCDE, respetada mundialmente, anuncia que el desempleo en España (hoy del 21,3%) seguirá durante 15 años (hasta 2026), a pesar de los ajustes al gasto público y de los recortes salariales. El paro (superior a la media de los países industrializados) no bajará del 9%. ¿Qué medidas se prevén para paliar el hambre de la gente y que no pierda su casa? Ninguna. Los políticos aman al FMI, su fiel Rey Mago, que impone reducir (como aquí en los ’90) el costo del despido y flexibilizar los convenios colectivos. Es decir, obviar a los sindicatos. ¡Como para no salir a la calle! El pueblo alega: “Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir.”
Las prioridades de los “indignados” son los derechos básicos que la sociedad capitalista desdeña y que, gracias al peronismo y al kirchnerismo, disfrutamos. En sus mensajes aborrecen a los políticos porque “atienden sólo a los dictados de los grandes poderes económicos”. Hostigan a ese partido único que llaman “PPSOE”. Divulgan la “espiral que se consume a sí misma enriqueciendo a unos pocos y sumiendo en la pobreza y la escasez al resto”. Percibiéndose parte de un engranaje se sublevan, pues el sistema “genera desempleo y consumidores infelices”. Vislumbran que “la rentabilidad económica nunca redunda en beneficio de la mayoría”. En pos de una revolución ética, objetan colocar “el dinero por encima del Ser Humano. Somos personas, no productos del mercado.” Su mirada se ilusiona con una nueva etapa, pues no ignoran que en varios países (la Argentina, Venezuela, Egipto, etcétera) se despliegan ideas similares a los objetivos del 15-M. Su proclama concluye firme: “Creo que puedo cambiarlo. Sé que unidos podemos. Sal con nosotros, es tu derecho.”
Avanzan. Pero acotan que su indocilidad no está destinada a diseñar y llevar a cabo los proyectos; inician un camino que esperan que otros transiten. Para ellos, la clase política lee con anteojeras este movimiento, que es “de nuevo cuño al conectar con demandas soterradas”. Se identifican y hermanan con las dignas peticiones neozapatistas. Por ahora su rol no es conducir, sino hacer “emerger lo reprimido, lo ausente, lo divergente”. Tampoco se consideran antisistema, no arribaron a esa instancia. Piensan que sus gestos de “desobediencia civil deberían generar la liberación de nuevos espacios de creatividad colectiva”. No comprenden cómo en 2010 la UE reclamó a España que redujese 15 mil millones de euros del gasto público y el gobierno usó 9000 millones en salvar a la caja de ahorros de Castilla-La Mancha; incluso devolvió 400 euros a cada ciudadano por su declaración de renta, fuese rico o pobre, perdiendo 20 mil millones en dos años. Y, diciéndose socialista, sacó el impuesto al patrimonio (que grava a los más ricos) y aumentó el IVA, que castiga a los más pobres.
Hipocresía. Medidas antipopulares. Si hay un dios que adoran los políticos y economistas es el de la competitividad: “salarios cada vez más bajos, jornadas laborales más largas, derechos sociales que retroceden”, señala el periodista español Carlos Taibo. No se habla más de salarios de 1000 euros para los jóvenes; ya se pagan los de quinientos y temen que mañana se aluda a los de trescientos. Las siguientes víctimas son las mujeres, “siempre peor pagadas y condenadas a ocupar los escalones inferiores de la pirámide”, según Taibo. Luego los ancianos, relegados por los sindicatos, las comisiones obreras y la UGT, curtidos en firmar la usual quita de derechos, como aquí otros gremios. Detrás, los inmigrantes, “convertidos, según las coyunturas, en mercados de quita y pon”. Hartas de confundir el crecimiento y el consumo con la dicha y el bienestar, las bases objetan el aumento del gasto militar para sostener al país en el grupo de los poderosos, pues resisten “esas genuinas guerras de rapiña global que lideran los EE UU”. Y repudian que no se oiga a nadie de ningún partido criticar “las violaciones de Derechos Humanos básicos de las que son responsables las empresas españolas en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, la Argentina”. Es inesperado que su rebelión no cese. Progresa. Cavilan amplificar futuras acciones. El barco sigue navegando. ¿Hasta dónde llegará? Como señaló Martin Luther King, ciertamente les inquieta más “no la fechoría de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”.
Pues también son buenas personas, en la elección de alcalde de Buenos Aires, las que integran el tercio del padrón que votará a Macri. Odian reconocer que se sienten defraudadas. En “el desván de los fracasos se pierde el desgastado hilo” del macrismo, diría Kafka. Fracasó porque no supo conjugar el ideal de los antiguos griegos: libertad más igualdad. Es ilógica la candidez de la buena gente con un inepto acusado de graves delitos, a quien ese estado hipnótico fortalece. Igual que a sus mandantes, los empresarios que le ordenan defender sus intereses. Se enfrentan dos proyectos: una derecha que gobierna (mal) y un modelo inclusivo que gana corazones. Ya no basta indignarse frente a decenas de promesas incumplidas; es hora de recuperar la confianza en el futuro con un grito mudo, el voto. Y ratificar, aquí y allá: ¡Basta de libre mercado! Al fin.

Alberto Daneri
Periodista y escritor

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