TESTIMONIOS
Pulmones en riesgo
Por Hugo Alaniz
El tiempo pasa y sigue, siempre lo mismo. Los pasajeros que viajan en él, o sea nosotros, subimos en una estación que se llama “Vida” y descendemos en la estación que se llama “Muerte”; en la primera hay un gran cartel que como indicativo sólo tiene un dibujo, que es la imagen de un bebé gateando y rodeado de personas mayores que lo miran con cariño, indudablemente se trata de los progenitores. En la segunda estación, también tiene un cartel indicando que se ha llegado a destino, pero este cartel tiene la imagen de una calavera empuñando una guadaña en sus manos.
Entre una estación y la otra hay un recorrido que generalmente depende de la clase de vida que cada individuo haya llevado, desde su infancia hasta su vejez, de esa vida y del cuidado que le proporcionamos, será la distancia que dure nuestro viaje en el tiempo.
Para eso cada persona va buscando su bienestar. Especialmente en esta moderna sociedad con las exigencias que demanda, cada individuo se siente responsable de correr en búsqueda de esas necesidades, para tener lo que necesita para vivir y también para parecer que tiene todo, aunque no siempre sea así.
Son innumerables los modos de conseguir los medios para lograr el bienestar, no sólo del individuo que va en búsqueda de ellos, sino del entorno familiar que lo rodea. En los últimos años, la sociedad ha determinado que para que una persona sea importante o al menos exista dentro de ella, por lo menos tiene que contar con medio de movilidad que lo transporte a los distintos lugares a los que quiera trasladarse. Por ende, la actitud de cada miembro que compone el grupo humano que habita un determinado lugar, es correr en búsqueda de los medios que le proporcionen contar con lo que la sociedad exige.
Conocedor el hombre de este comportamiento, él mismo se ha asociado a otros hombres y conformado un grupo económico que ofrece a los otros habitantes, la posibilidad de adquirir un medio de transporte, dándoles todas las facilidades posibles, pago en cuotas y en tiempo que se pacte, siendo éste muy largo, a veces. Pero en los últimos años ha aparecido una nueva modalidad y que son promocionados como “Planes de Ahorro y Licitación” que permiten y según la publicidad realizada, que se pague el automóvil u otro medio, en cuotas bajas y a muy largo plazo, pero cada mes se sortea un adjudicatario, y cuando saca el vehículo, de inmediato se cancela la deuda, no se pagan más cuotas.
Esta modalidad ha sido tomada con fuerza por los que necesitan un medio de movilidad y ha tenido un éxito importante.
Pero mientras esto ocurre en la sociedad en su conjunto, hay personas que para probar la veracidad de estos planes se inscriben en ellos, y normalmente expresan: “Total nada cuesta probar, y es una cuota accesible”. Con este pensamiento muchos se inscriben, este es el caso de un Señor que vive en Tinogasta y que se llama Juan Amador, quien se inscribió en el Plan promocionado, y con tanta suerte que al pagar la tercera cuota, por sorteo le adjudicaron el automóvil 0 Km. y no pagó más.
Muy emocionado se lo veía, “ahora ya tendría en qué pasear sin molestar a nadie”, fue su primer pensamiento, pero a la vez descubrió que había un problema, ¡No sabía manejar! Qué problema, así que lo tuvo al automóvil guardado por mucho tiempo.
Cuando estaba sentado en su casa y después de las felicitaciones, una leve sonrisa se le dibujó en su rostro; con un automóvil nuevo, ya estaba a la altura de las exigencias sociales, yo no era un desconocido, ya no era un don nadie, el objetivo de pertenecer a la sociedad había triunfado. Juan Amador ya formaba parte. Esto según su creencia y convencimiento.
Pero como Juan Amador era un hombre a quien le gustaba la diversión, participaba de cuantas fiestas había en el pueblo. Siempre iba caminando o en bicicleta, ésa era su costumbre y no había motiva para cambiar.
Pero sus amigos de boliche, club, truco, en fin los amigos de las fiestas, empezaron a hacerle bromas respecto de que andaba caminando mientras el automóvil estaba guardado.
Fueron tan persistentes las bromas, que finalmente Juan decidió utilizar el automóvil para salir; para ello llamó a su amigo de confianza y compañero de ruta en las fiestas, y le pidió que ya que él sabía manejar, si le podía enseñar, pero mientras aprenda que se transforme el profesor, en chofer cada fin de semana.
Tito, que así se llamaba el amigo, accedió gustoso, al fin de cuentas dejaría la bicicleta los fines de semana. Como eran de fiestas largas, más de una vez salían los días viernes y volvían los domingos por la tarde y a veces por la noche. Los amigos eran inseparables, se podría decir que casi formaban una familia.
A partir de ese momento se hicieron inseparables, más que antes. Cuando llegaba el fin de semana, Tito iba a la casa de Juan y limpiaba el automóvil para que esté en condiciones para la salida que se avecinaba. Más de una vez lavó el móvil, de modo que también tenía mucho cuidado cuando conducía y por eso Juan estaba muy contento.
Pero también observaba Juan que Tito, a la hora de abonar la cuenta, en el lugar que consumían, no hacía ningún ademán para ayudar a pagar, y Tito justificaba, que lo que él consumía lo pagaba siendo chofer, pues debía cuidarse siempre para no tener problemas con el automóvil.
Ante esta aseveración de Tito, Juan accedió y a partir de ese entonces las cuentas de lo consumido las pagaba sin esperar ayuda. Así paso algún tiempo y los otros amigos empezaron a observar esta conducta de Tito, y primero sin que se dé cuenta Tito, lo criticaban y después se hizo público que Juan estaba siendo explotado por su amigo íntimo y compañero de salidas.
A Tito no le gustaron mucho las bromas, pero bueno, él estaba cómodo y así seguiría, fue su decisión.
Las bromas apuntaban a que Tito estaba explotando a Juan y a veces esas bromas se tornaban en interminables, pues cuanto parroquiano llegaba al boliche que se encontraba los amigos, participaba de las bromas hacia el hombre.
Pasó el tiempo, las bromas seguían, los amigos ya se habían acostumbrado a esas bromas, de modo que ya ni respondían, sólo se limitaban a pasar el tiempo lo mejor posible y tratar de volver a sus casas en las mejores condiciones que podían.
Pasaron dos años y un fin de semana que Tito fue a la casa de Juan como de costumbre se encontró con la novedad de que el hombre no estaba en condiciones de salir, algo no estaba funcionando bien en su organismo y no permitía seguir con el ritmo habitual.
Esta novedad entristeció a Tito, y ese fin de semana salió solo y tuvo que pedalear nuevamente en su bicicleta, que cuando los amigos de boliche lo vieron llegar en bicicleta, fue el blanco de nuevas cargadas; le decían que por fin se avivó Juan y que no van a salir más en el automóvil, que él era un explotador y los más osados les decían que era un vividor. Tito aguantó estoicamente las pesadas bromas y siguió como de costumbre.
Mientras tanto Juan estaba de visita en el médico, quien lo examinó y le pidió que se hiciera unos estudios para determinar qué le pasaba y cuál era el mal que lo aquejaba. Análisis de todo tipo, radiografías, entre otros fueron los estudios que le solicitaron.
Al día siguiente, Juan volvió con los estudios y le entregó al medico, quien al observar los análisis decía: “Está bien, humm, está bien, humm, está bien, éste está un poquito alto, pero nada preocupante, parece que estamos bien. A ver la radiografía, qué tiene acá en los pulmones, es muy raro, le pasa algo, veo una mancha negra, yo creo que se va a tener que hacer una nueva placa para determinar fehacientemente su enfermedad”. Juan tomó las indicaciones y se dirigió a su casa, pero en el camino encontró a los amigos y les contó lo de la mancha en el pulmón, pero lo hizo inocentemente.
Quien conoció la noticia de la mancha en el pulmón de Juan, corrió rápidamente y divulgó la noticia, y como el saber popular, el ingenio popular está siempre presente, no faltó un vecino a quien se le ocurriese decir, que Juan tenía una mancha en el pulmón y que no podía determinar qué era o de qué se trataba esa mancha. Pero ante el no poder determinar de qué era esa mancha, el médico le pidió a Juan una nueva radiografía y al observarla, determinó claramente de qué se trataba, pero calló. Llamó a Juan que se sentara y le dijo: “Mire mi amigo, Ud. tiene un gran problema, pero que lo puede resolver Ud. mismo, ya que la mancha que tiene en el pulmón es la fotografía de su amigo del alma llamado, Tito, es él que lo está estrangulando, colgándose de sus pulmones, el que lo está explotando. Tiene que alejarse de él”.
Sin duda esta broma ingeniosa corrió como reguero de pólvora y Tito una vez más fue el hazme reír de los vecinos de Tinogasta, sin dudas el inventor de esta creativa broma, más de una vez recibió felicitaciones.
Quienes no estaban contentos eran los amigos Juan y Tito, pero curado el primero, continuaron con las fiestas de fin de semana, sólo que cambiaron de lugar y de amigos.
Así siguieron las fiestas, el tiempo transcurrió, hasta que pasó lo inevitable, borrachos los dos amigos chocaron el automóvil, a ellos no les pasó nada, pero el auto, no sirvió más.
Allí terminó la fiesta de los fines de semana, el automóvil, y la amistad entre los hombres se deterioró de tal modo que la última vez que hablaron, Juan le dijo a Tito: “Era verdad que te llevaba colgado de mis pulmones, y aquí se cumple el dicho popular “No hay mal que por bien no venga”, el mal es que rompí al automóvil y quedé como al principio, solo con mi bicicleta, pero lo bueno es que me libré de ti y para estar seguro me voy a hacer de nuevo una radiografía.
Después solo Juan en su casa reflexionaba sobre lo poco que duró estar a tono con las exigencias que la sociedad impone, y además en un largo suspiro, dijo: “Ojalá que pronto vuelva a tener un automóvil, para no ser discriminado por la sociedad”. La esposa de Juan, que casualmente pasaba por el lugar, alcanzó a escuchar lo que el hombre había dicho, así que acotó: “Yo le pido a Dios que si volvés a tener un automóvil también te enseñe a manejar, porque linda experiencia haz tenido con el Tito, que te rompió el auto y casi termina con vos”.