La columna de hoy

Soñar

sábado, 29 de diciembre de 2012 00:00
sábado, 29 de diciembre de 2012 00:00

Ya está naciendo un nuevo año. No da para tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y al cabo, el año 2013 de los cristianos es el año 1390 de los musulmanes, el 5125 de los mayas y el 5773 de los judíos. El nuevo año nace un primero de enero por obra y gracia de un capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen día, el Papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie sabe cuándo nació. El tiempo se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera.
Año va, año viene, la ocasión es propicia para que los oradores de apasionadas palabras hablen sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y el desconcierto general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio del que escribo. La verdad sea dicha, no hay quien resista, ni yo mucho menos: en una fecha así, por absurda que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse ¿cómo será el tiempo que vendrá? Y vaya uno a saber cómo será. Solo podemos tener una única certeza: todos nosotros somos gente que construimos una partecita de la historia en el año que estamos despidiendo, con el balance que cada uno haga desde el lugar que ocupó. Y aunque no podamos adivinar qué pasará en el próximo año, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el futuro que queremos que sea.
En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Y apoyo toda mi argumentación en las precisas palabras de Eduardo Galeano, de quien recibo grandes estímulos para soñar otra realidad. Y los invito a que juntos clavemos los ojos más allá de la infamia de nuestra realidad para adivinar otro mundo posible: donde el aire esté limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; que los padres hablen con sus hijos y de igual manera los hijos; que los jóvenes y adolescentes dejen de ser la ofrenda de vida para las drogas y otros flagelos; que en las calles, los automóviles sean aplastados por las personas y los perros; que las motos no sean un arma para lastimarse o morir; que la gente no será manejada por el automóvil, ni sea programada por la computadora, ni reemplace el diálogo mano a mano por el facebook, ni sea comprada por el supermercado, ni sea mirada solamente por el televisor; que el televisor deje de ser el miembro más importante de la familia y sea tratado como la plancha o el lavarropas; que la gente trabaje para vivir, en lugar de vivir para trabajar; que se incorpore al Código Penal el delito de la estupidez que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega; que los economistas no llamen nivel de vida al nivel de consumo, ni llamen calidad de vida a la cantidad de cosas; que los políticos no crean que a los pobres y a los jóvenes nos encanta comer promesas; que se deje de creer que la solemnidad es una virtud y se deje manifestar en paz los justos reclamos; que la muerte y el dinero pierdan sus mágicos poderes, y que ni por defunción ni por fortuna se convierta al canalla en virtuoso caballero; que nadie sea considerado ni héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; que el mundo deje de estar en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza; que la comida no sea una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; que los chicos de la calle no sean tratados como si fueran basura, porque no debe haber chicos de la calle; que la educación no sea el privilegio de quienes puedan pagarla; que la policía no sea la maldición de quienes no puedan comprarla; que la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, vuelvan a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda; que agreguemos otro mandamiento a nuestra vida diaria: “Amar a la naturaleza, de la que formamos parte”; que reforestemos los desiertos y los especialmente los desiertos del alma; que los desesperados sean esperados y que los perdidos sean encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar y en ellos está el prójimo que puede ser tu hermano/a, tu madre o un amigo. Porque como aconsejaba el Che Guevara, es necesario que en estos tiempos “seamos realistas y hagamos lo imposible” y agrego porque somos capaces de lograrlo y ojalá que en este nuevo año se ilumine para todos un camino colmado de realizaciones a partir del amor entre los propios y para el prójimo, sintiendo que somos todos importantes para construir los sueños y las esperanzas de un futuro mejor, tanto a nivel individual como colectivo, sigamos haciendo nuestra historia grande.Gracias totales a quienes creen que esto es posible para 2013.Felicidades.

Lourdes Rodríguez
 

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