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El mito del federalismo argentino

domingo, 30 de diciembre de 2012 00:00
domingo, 30 de diciembre de 2012 00:00

Desde que uno comienza a analizar el proceso histórico argentino, tiene la sensación de que el triunfo de la Revolución de Mayo de 1810, no constituye el triunfo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sino de Buenos Aires. Esa primera manifestación antifederalista se origina con el golpe de Estado que daba el Triunvirato en 1811, destituyendo a la Junta Grande, expulsando a los diputados que representaban a los pueblos del interior y erigiéndose en exclusivo mandamás.
A partir de allí y a lo largo de dos siglos, el país se debatió en una interminable contienda entre los afanes de Buenos Aires por mantener su hegemonía a cualquier precio, y los esfuerzos infatigables de las provincias por organizarse en condiciones de igualdad, procurando un verdadero federalismo.
Demás está describir, todos los intentos constitucionales fallidos debido a esta causa. Y cuando por fin en 1853, la Nación se dio por primera vez una constitución acorde a los intereses de las provincias, Buenos Aires se negó a participar, pretendiendo constituirse en Estado independiente.
El remedio imaginado en 1880, de declararla por ley “Capital de la República” a efectos de poner fin a los interminables enfrentamientos, no hizo más que acentuar y perpetuar hasta hoy la supremacía del Puerto.
Quien con mayor énfasis se oponía a ello, fue un porteño “Leandro N. Alem” quien sostenía: “La solución que hoy se nos propone ha sido especialmente buscada por los ultra unitarios y déspotas que quieren desde aquí dominar a la República, levantando una oligarquía siempre subversiva de las instituciones democráticas”.
La profecía de Alem se halla hoy cabalmente cumplida. Mucho podríamos escribir para relatar la tragedia actual del centralismo porteño. La realidad nos exhibe con crudeza que hoy el poder central concentra más del 75% de la masa impositiva, dejando solo el 25% al conjunto de las provincias.
A nadie escapa que la Ciudad suntuosa y su área metropolitana lideran la totalidad de las actividades que se desarrollan en el país, en todos los campos: político, empresarial, económico, comercial, sindical, financiero, comunicacional y varios etcéteras. Las diferencias con cualquier otra zona son siderales en cada uno de esos rubros. Más del 90 % del movimiento de personas que entran y salen del territorio nacional por vía aérea se realiza a través de los aeropuertos de Buenos Aires. En una superficie de casi tres millones de kilómetros cuadrados ese monopolio no encuentra explicación alguna, con el agravante que cuenta con la complicidad del gobierno nacional que lo fomenta a través de Aerolíneas Argentinas, recientemente estatizada y cuyo déficit de más de un millón de dólares por día, es soportado por todos los argentinos.
Igual situación ocurre con el Puerto de Buenos Aires, caprichosa obra faraónica, ya que a pesar de que el país cuenta con un litoral marítimo inmenso, no se construyó un puerto de aguas profundas de forma natural que sustituya a aquél, cuyos costos operativos y de peaje es uno de los más caros del mundo. Debido a los constantes dragados, los cuales insumen cuantiosas erogaciones al presupuesto nacional que también lo pagamos todos los argentinos.
En esa metrópolis, con recursos nacionales se construyeron enormes terminales de ómnibus, tremendos mercados de abastos, suntuosas autopistas y subterráneos, a los que se añaden los subsidios para que éstos sigan funcionando, al igual que los servicios urbanos de trenes, inexistente en el resto del país. Como si esto fuera poco, debemos agregar los subsidios destinados al funcionamiento del transporte público de esta gran Ciudad, donde la discriminación alcanza ribetes escandalosos puesto que permite que en Buenos Aires, el boleto de subte cueste sólo $ 1,10 centavos igual que el urbano de ómnibus que oscila entre $ 1,10 y $ 1,25.
Lo paradójico es que en la ciudad de Catamarca, el boleto de colectivo urbano mínimo es de $ 2,00 y es el único medio de transporte público.
Un dato no menor, el gobierno nacional gasta por año más de tres mil millones de pesos en subsidio para los subtes y trenes porteños y ya está anunciado que hará una inversión de seis mil millones de pesos para iniciar la obra de un ramal ferroviario y un subte urbano más en aquella ciudad. Debo advertir que dicho monto, supera ampliamente los presupuestos anuales de las provincias de Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero, por las cuales hace más de 25 años no circula un solo vagón. Esto significa que lo pagaremos aquellos que jamás tomamos un tren.
En este sentido, la reflexión debe ser aún más profunda, hoy, y desde hace mucho tiempo se intenta apuntalar a la minería en Catamarca como la explotación salvadora de nuestra economía, pero créanme, es absurdo pensar en una minería en serio sin ferrocarriles, salvo que todo el mineral que se extraiga sea industrializado en el lugar de origen.
Tremenda desigualdad distributiva la podemos manifestar en números, por ejemplo, en la década de 1980, la mitad del presupuesto de la Nación se consumió dentro de los límites de la Capital Federal, donde viven tres millones de personas, el 7,5 % del total del país. El gasto nacional por habitante en Buenos Aires quintuplica al de Córdoba; imaginemos entonces, la relación en este sentido con nuestra provincia.
En el año 2008, las cifras lejos de mostrar una mejora hablan de una preocupante agravación, ya que estudios oficiales y creíbles demuestran que la Ciudad de Buenos Aires con el 7,5 % de población del país, absorbió el 73,5 % del total del presupuesto nacional; es decir, cada ciudadano porteño embolsó ese año la suma de $ 5.375 es decir, 116 veces más que los cordobeses que sólo recibieron $ 46,00 per cápita. ¿Podríamos imaginar lo recibido ese año por un habitante catamarqueño?
Por último, invito a la clase política catamarqueña y a la ciudadanía en general que nos permitamos observar conjuntamente, sin banderas partidarias, el proyecto de ley del presupuesto 2012 donde se siguen exhibiendo las mismas inequidades, ya que para la Ciudad de Buenos Aires se destinaron en concepto de coparticipación, la suma de $38.726 per cápita, a Santa Fe se le asignó sólo $8.457 y cifra menor a Córdoba. Si para estas provincias existen semejantes diferencias, ¿cuánto nos tocó a los catamarqueños? En otras palabras, si para el gobierno nacional, durante el presente año, un porteño vale 4,56 santafesinos y 4,77 cordobeses, ¿cuánto vale un catamarqueño?
Ante este panorama tan desalentador para nuestras aspiraciones, sólo queda rescatar las palabras de Juan Bautista Alberdi cuando dice: “Que la ambición desmedida de Buenos Aires ha creado dos países bajo la apariencia de uno solo: el Estado metrópolis de Buenos Aires y el país vasallo, la República; el uno gobierna, el otro obedece, el uno goza del tesoro, el otro produce; el uno es feliz, el otro miserable; el uno tiene su renta y su gasto garantido, el otro no tiene seguro su pan”. Algo habrá que hacer al respecto.

Nota: documento basado en la obra “Luces y Sombras de Mayo” del escritor Prudencio Bustos Argañaraz.

 

Prof. Julio Ricardo Nallar

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